El artista misionero inauguró dos muestras en la ciudad de Resistencia. Paciencia infinita en el Museo de Bellas Artes e Inmiscible en la galería Yuyal. En esta charla hablamos sobre su obra, las raíces, la naturaleza y claro, también hablamos de chicharras.
Por Paulo Ferreyra
“Hay gente que con solo decir una palabra / enciende la
ilusión y los rosales, / que con sólo sonreír entre los ojos / nos invita a
viajar por otras zonas”, así describió alguna vez Hamlet Lima Quintana en su
poema Gente necesaria. Andrés Paredes
es de esta gente, mano tendida, mueca de sonrisa feliz en un rostro amable,
colores teñidos en el aire donde el arte dialoga con la sociedad y la
naturaleza.
Lleva más de veinte años trabajando en el arte. Está de
viaje en la vida y con su obra. Comenzó hacer obras con las dos manos. “Hace
mucho que buscaba esta línea orgánica”, cuenta y sonríe ante algo que parece
sencillo pero no lo es en absoluto. Paredes visita la provincia del Chaco pero
al mismo tiempo revela que aquí es como pisar el suelo que también le pertenece
y es aquí donde puede hablar de sus raíces. Su abuela nación en Sáenz Peña, su
madre es de Villa Ángela y como si fuera poco, sus pares artistas están en esta
provincia.
— Una de mis primeras muestras las hice en Resistencia, en el 2006, en el espacio de radio Libertad. Era un espacio de arte contemporáneo muy de vanguardia para la época donde podía experimentar desde mí lugar. Era un momento de mucha efervescencia y había demanda de arte. En el 2014 hice una muestra individual en el Muba. Ahora, vuelvo en el 2025 para hablar de mis raíces y sentir que estas tierras de alguna forman me pertenecen.
Andrés Paredes es de Apóstoles, Misiones. Es artista visual
y diseñador gráfico egresado de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional
de Misiones (UNaM). Se formó y se sigue formando en distintos países y realizó
muestras en diferentes provincias argentinas, además expuso en Chile, Paraguay,
Colombia, Perú, China y EEUU, entre otros países.
— ¿Cuál fue el
criterio que usaste para los tintes naturales que aparecen en un espacio de
esta muestra en el Muba?
— Hay una serie de tintes naturales que surgieron de una
residencia en Areguá, Paraguay. A medida que iba viajando por ese país veía
puestos que vendían remedios — los yuyos para el terere — me pareció
interesante trabajar con esos yuyos para sanar.
Empecé hacer té y después seguí con las hojas de mango
licuadas, también pinté con tierra. Hay una serie que tiene tierra y vino de Mendoza,
trabajé en un laboratorio de esa provincia.
Después hay otra serie donde pinté en una cascada en Misiones donde trabajé con la espuma, con esa espuma que arrastra sedimento y tierra. Estas acuarelas no significan una representación del paisaje sino que son el paisaje.
Transformación
Hace unos días atrás charlamos con Andrés Paredes en el
Museo de Bellas Artes de Resistencia. Mientras hacía el montaje de esta muestra
Paciencia infinita. La sala del museo
es como si fuera un elixir. Todo lo que puede apreciarse en las paredes se
conecta con lo que está en el centro de la sala. Salir de esta especie de huevo
es enfrentarse con el lugar de las podas, esas podas hablan de la muerte - una
metáfora de sacar de la vida lo que ya no sirve más o hacer lugar para que algo
nuevo aparezca. La poda puede ser definitiva y por ello el artista habla de
algo que ya no volverá a nacer. Tiene esa doble metáfora que cuando vos salís
te estás muriendo y también estas emergiendo. La obra habla de ciclos y
transformaciones.
— ¿De dónde viene ese concepto de transformación?
— Trabajo con insectos que se transforman. Mariposas,
libélulas, chicharras. En la muestra en el MUBA hay cuadros inéditos que nunca
mostré en ningún lado. Los cuadros están pintados en Areguá con pigmentos
naturales, usando la mano izquierda como una cuestión transformadora. Habla de
una naturaleza microscópica.
— El título de la
muestra, Paciencia infinita, ¿tiene relación directa con esa transformación?
— Me gusta establece relaciones en mi obra o poder
visibilizar, establecer caprichosamente relaciones entre la naturaleza y lo que
nos sucede a nosotros como seres humanos. En ese sentido hay varios puntos. Uno
de ellos es elegir insectos que se transforman como las mariposas, libélulas y
las chicharras. En ese punto busco establecer una metáfora con el deseo de todo
ser humano de redefinirse y reinventarse las veces que sean necesarias.
Después se establecen en este marco otras metáforas como las podas. Esta es una obra que está en la entrada del museo. Esta cuestión de la poda habla de mantener y cultivar tu jardín interior para que sea fértil o para que crezca lo que vos querés que crezca. Es el espacio para darle lugar a lo nuevo.
Emerger
Escribo esta palabra y rápido voy a un diccionario. El
primer significado que aparece es brotar. Ahí cobra más potencia todo el título
de la muestra de Andrés Paredes – Paciencia
Infinita. De esto se desprende dos cuestiones, por un lado la
paciencia que es propia del ser humano y lo infinito que es propio del ciclo de
la naturaleza, donde todo van sucediendo y que a veces no tenemos tiempo de
detenernos para apreciar los cambios.
“Todo tiene ciclos”, advierte el artista. Incluso eso puede
verse en la sala que está divida en segmentos que representan donde estamos
parados en el universo. La disposición de la obras en el formato de la sala de
un óvalo lo lleva a Andrés Paredes a plantar la idea de una crisálida.
El concepto nuevo es atrapante, la crisálida es un lugar del cual uno emerge y se emerge diferente. No tiene que ver con el nacimiento sino con una toma de decisión. El estado de crisálida tiene relación con un estado de metamorfosis y transformación. Paredes tomó la forma ovalada de la sala del Muba como si fuera una crisálida. Esa es la obra más interesante, señalar que estamos adentro de un ovalo y la experiencia se vive ahí, recorriendo cada paso, dentro de la crisálida.
Invitación
a la introspección y a la meditación
— ¿Es tu muestra más profunda?
— Tiene muchas cosas y varias puntas para hablar, de la
naturaleza, la transformación, de algunas cuestiones que me surgieron hace muy
poco. Soy misionero. Hace tiempo que no vivo en Misiones sino que ando por
todos lados, viajando y dando vueltas por distintos lugares.
El año pasado tuve la suerte de ir al Desierto de Atacama,
hice una residencia y ahí cambió mi visión sobre la naturaleza. La parte más
espiritual de la muestra está centrada en una cueva que está dentro de la
crisálida. Este es un organismo metido dentro de la crisálida. La cueva tiene
rocas y cristales. Esos cristales los construí para hablar de ese sentimiento
de la piedra como materia vibrante y no como una cosa inerte. En ese sentido, me
interesa pensar qué sentiría esa piedra o esa montaña si no se hubiera extraído
nunca ningún mineral.
— Esas aberturas también hablan de la paciencia
— Los calados de muchas épocas hablan de la paciencia infinita. Hablan de esa cuestión del tiempo que se dedica a producir cada obra. Acompaña esta muestra un laboratorio instalado en el Hall de la Casa de las Culturas. Esto hace referencia a un hallazgo de un microscopio con el cual jugaba cuando era chico, ahí aparece la visión microscópica que nos habita pero también una relación directa entre arte y ciencia. El arte y la ciencia está presente en todos mis trabajos.
— Vuelvo a una cuestión de la poda, ¿esto tiene conexión con tu arte
donde hay una necesidad de crear cosas nuevas y dejar atrás incluso cosas que
funcionan?
— Totalmente. Es como una curiosidad, en todo tiempo estoy
en una búsqueda y hay veces que necesito hacer algo que no se replica, una obra
única donde queda la obra recortada en el tiempo. Es un ejercicio de edición
que creo que debe estar presente en todos. Claro, esta edición es una toma de
conciencia, autoconocimiento y nos exige ser analíticos. Para mí ser artista
implica esta cuestión, estar viviendo en un tiempo y estar relacionado con la
sociedad, con tus pares más cercanos. En mi caso mis pares están en el Chaco,
con quienes puedo tener un diálogo sincero y válido.
La
Chicharra es un símbolo tremendo y es nuestro
La naturaleza siempre está en la obra de Andrés Paredes. Más
allá de haber nacido rodeado de ese ver natural de Misiones, hay un
posicionamiento del artista donde subraya que se siente un eslabón de la
naturaleza, es parte de la naturaleza. No un ser superior a la naturaleza. “Soy
parte de y no soy superior a”, advierte. Desde ese lugar habla de lo
microscópico y pinta con la mano izquierda, pierde el control y trata de sentirse
un par cuando trae al arte un árbol, por ejemplo.
Paredes ha transcendido por varias obras pero una de las más
características es la chicharra. Antes de llegar a Resistencia expuso en Salta
donde cuenta que allá a la chicharra le dicen Cuyuyo, pero la simbología es la
misma.
“La Chicharra vive debajo de la tierra y emerge en el momento en que nosotros estamos replanteándonos la idea de un próximo ciclo cada fin de año. Salen para decirnos podes cambiar y podes transformarte. Además se pega con la tradición del renacer que es la tradición cristiana. Coincide en que todas nuestras navidades son con sonido de chicharra. No entiendo por qué en nuestros árboles de navidad no hay chicharras y ponen renos. La metáfora es la misma. Es renacer, la fe, la espiritualidad o pensar en un proyecto nuevo está ahí para nosotros. Para mí es un símbolo muy tremendo y es nuestro. Además, está incorporado en nosotros desde lo sonoro y lo visual”.