El próximo 14 de mayo, el Paraguay cumplirá 200 años de vida republicana, acontecimiento que festejamos con emoción anticipada, remozando la esperanza de lograr un futuro próspero para nuestro pueblo.
Por Girala Yampey
Recordamos a los próceres que plasmaron la Independencia y afirmaron la singularidad del sentir paraguayo en sus ansias de gobernarse por si mismo, habiendo recibido las improntas de la cultura guaraní como filosofía de vida y reconocer su decidida influencia en la descendencia mestiza para forjar la identidad paraguaya o un legado de profundas incidencias en la nacionalidad.
Los Carios que habitaban la futura Asunción, miraron con asombro el paso de la nave de Juan de Ayolas, enviado por el Adelantado Pedro de Mendoza. Detrás de él, vino Juan de Salazar y Espinoza, quien desembarcó en Lambaré y se enfrentó con sus habitantes en una breve escaramuza, devenida en Alianza. Ambas partes se necesitaban. Salazar para averiguar sobre Ayolas, obtener alimentos y noticias sobre los tesoros fabulados. Los carios, la ayuda de esos formidables armamentos para defenderse de las incursiones guaicurúes. Además, descubrieron la similitud sorprendente de las creencias cristianas con las de los guaraníes.
El 15 de agosto de 1537, Salazar fundó la Villa de la Asunción y se produjo la fusión de sangre a la par del intercambio cultural. No pasó mucho tiempo para originarse desacuerdos. Los guaraníes comenzaron a acusar a los españoles de mentirosos, opresores y no cristianos, por no practicar el amor al prójimo, una Creación del Gran Padre Primero de los aborígenes, también predicado por los europeos, además de otros comportamientos desleales que causaron algunas deserciones de grupos que se refugiaron hacia el interior del territorio.
A dos años de la Alianza y Fundación del Fuerte de la Asunción, se produjo el único intento serio de liberación. Convocados para la semana Santa, diez Caciques complotaron para dar muerte a todos los españoles. La conjura fue abortada por delación de una joven indígena, esposa de Salazar. La dura mano de Irala ahogó tal propósito y el jueves Santo amaneció con diez jefes guaraníes ahorcados. Con el tiempo, ocurrieron muchos alzamientos y resistencias, pero todos fueron fallidos aunque perduró en la memoria indígena la idea de liberarse de sus opresores.
La primera referencia de gobernarse por sí mismo, había ocurrido ese mismo año de 1537, cuando Pedro de Mendoza, facultó la elección de un gobernador en caso de fallecer Juan de Ayolas. En su oportunidad, fue elegido Domingo Martínez de Irala. Posteriormente, el mismo Rey de España autorizó el Cabildo Abierto para que Asunción pudiera resolver sus cuestiones sin necesidad de la aprobación Real. Así, los asuncenos se habituaron a manejarse por sí mismos.
Las ideas de liberación tuvieron diversos matices pero se hizo más conciente con la Revolución Comunera, llegada desde la misma España con su pregón “La voz del común es superior a la del Rey”. Sus ecos retumbaron en América, (Colombia y Perú) y es puesta en ejecución en Asunción en 1719, por la voz de José de Antequera, nombrado Gobernador del Paraguay, por la Audiencia de Charcas. La idea “El Poder del Rey no puede estar por encima de la voluntad del pueblo”, se ejerció en Asunción, mucho antes de la Revolución francesa.
Depuesto Antequera, fue ajusticiado en Lima, junto con Juan de Mena y otros seguidores, pero logró entusiasmar a su compañero de prisión, Fernando de Mompox, quien huyó de la cárcel y llegó a la Asunción. Allí, organizó el partido Comuneros. Logró que una Junta del pueblo lo eligiera Gobernador y pudo imponer de nuevo en el Paraguay el pensamiento de Antequera. Varios años después, Mompox, fue vencido en 1735, en Tabapy, por el ejército que Ceballos envió desde Buenos Aires. En Corrientes también se formó el Partido Comunero y cuando el Gobernador de turno, envió fuerzas para ayudar a las de Buenos Aires, para deponer a Mompox, al llegar a Itatí, se dispersaron al grito de “Libertad, Libertad”, negándose a luchar contra sus partidarios paraguayos.
El pensamiento comunero perduró en la zona por mucho tiempo. El dicho: “Ajeguereko kua’a katu” (Sé manejarme por mí mismo), es parte de su historia. Un fragmento del “Canto secular” del poeta paraguayo Eloy Fariña Núñez, dice:
¡Asunción, la muy noble y muy ilustre, / la ciudad comunera de las indias, / madre de la segunda Buenos Aires / y cuna de la libertad de América! / Prolongación americana un tiempo / de las Vilas florales de Castilla / en las que floreció la democracia / de que se enorgullece nuestro siglo. / En pleno absolutismo de Fernando, / En tus calles libróse la primera / batalla por la libertad; el grande / y trunco movimiento comunero / te tuvo por teatro; el verbo libre / de Mompox anticipó la voz vibrante / del cálido Moreno; el sol de mayo / salió por Antequera.
La población de Asunción quedó empobrecida por los generosos envíos de materiales y pobladores para fundar la Segunda Buenos Aires, Santa Fe, Corrientes y otras ciudades, prestando además ayuda durante las Invasiones inglesas, el Sitio de Montevideo y la Campaña libertadora del general San Martín.
Si relacionamos estos datos con la Identidad paraguaya, encontraremos las particulares maneras de ser y de pensar de su población, moldeadas por la fusión de sangre española y guaraní, con inevitables intercambios de valores culturales, pues siendo tardía la imposición de la Mita y la Encomienda, en Paraguay habían nacido ya los “Hijos de algo” o “Mancebos de la tierra”, amamantados y criados por sus madres guaraníes, que se integraron a la Sociedad asuncena, con fuerte influencia en todos los quehaceres de la Provincia.
Es bueno reconstruir estos antecedentes para entender porqué los paraguayos se resistían a ser gobernados por quienes manejaban el Puerto de Buenos Aires, prefiriendo constituirse en Nación Independiente, sin aceptar su integración a las Provincias Unidas del Río de la plata. Lo que más influyó en esta postura fue el resquemor hacia los gobernadores porteños, debido a los maltratos que recibieron de ellos los paraguayos.
Desde los tiempos coloniales, las embarcaciones provenientes de Asunción, pagaban los impuestos de Sisa y Alcabala a su paso por Corrientes, al igual que en Santa Fe. A esas exacciones fue agregada otra, llamada “Puerto preciso” que obligaba a las naves a llegar hasta Buenos Aires al solo efecto de pagar, allí también, esos impuestos y volver a remontar el Paraná a descargar sus mercancías en Santa Fe para ser transportadas por tierra al Potosí. Fue una imposición porteña, injusta y agobiadora que perjudicó seriamente la economía paraguaya y provocó grandes resentimientos. Sin embargo, Asunción nunca negó su contribución en las contiendas para defender los intereses reales en el Río de la plata, aunque los combatientes regresaban al terruño, harapientos y por su cuenta, sin obtener ningún reconocimiento a sus sacrificios.
En esas circunstancias se produce en Buenos Aires la Revolución de mayo de 1810. Pocos meses después, se realiza la Expedición del general Manuel Belgrano, para conseguir la adhesión de los paraguayos a la Causa de Mayo. Reduce a un pequeño destacamento en Campichuelo y distribuye Proclamas en castellano y en guaraní, para que todos entiendan su cometido. Luego avanza hasta Paraguari, donde el 18 de enero de 1811, se produce la primera batalla. Apenas estallaron los primeros cañonazos, el gobernador español, Bernardo de Velazco, huyó cobardemente hacia Asunción. Los defensores, triunfaron bajo el mando del Jefe paraguayo Manuel Anastasio Cavañas. Belgrano se retira hasta el Tacuary donde de nuevo fue vencido. Sin embargo, el general y su tropa, tuvieron un trato fraternal y fueron acompañados, con todos sus armamentos hasta repasar el Paraná. Es que los paraguayos estaban de acuerdo con la Revolución. Ellos mismos ya la estaban fraguando, pero rechazaban el dominio de los porteños, y la Expedición venía en nombre de la Junta de Buenos Aires. Los paraguayos querían una total independencia sin sujetarse al mando de ningún otro gobierno. Hablar de independencia, era no depender de otro poder.
En la noche del 14 de mayo de 1811, los patriotas paraguayos, sin poder esperar el regreso del Jefe de la revolución, Fulgencio Yegros, ante la inminente llegada de tropas portuguesas para defender al gobernador Velazco, reclamaron a éste la renuncia. El español, queriendo ganar tiempo, se negó a ceder pero, al comprobar que los cañones rodeaban y apuntaban la Casa de Gobierno, no tuvo otra alternativa que doblegarse a la exigencia revolucionaria. El amanecer del 15 de mayo, brilló con la conquista de la Independencia. Declarada la misma, llega a Asunción el requerimiento diplomático de los porteños para formar parte de las Provincias unidas del Río de la Plata. La respuesta fue clara y categórica: “No queremos mudar de amo ni cambiar de cadenas”.
En junio de 1811, fueron elegidos 300 diputados que designaron a los miembros de la Primera Junta de Gobierno. Lo integraron Fulgencio Yegros, José Gaspar de Francia, Pedro Juan Caballero, fray Francisco Javier Bogarín y Fernando de la Mora, actuando como secretario, Mario Larios Galván. Se tomaron numerosas medidas para enderezar al país dentro del pensamiento independentista y evitar las actividades antirrevolucionarias de porteñistas y españolistas. En 1813, fueron nombrados Cónsules: Fulgencio Yegros y Gaspar Rodríguez de Francia, alternándose en la función de gobierno.
En octubre de 1814, el doctor Francia fue nombrado Dictador temporal por la Asamblea. Poco tiempo después, se lo ungió Dictador Perpetuo, ejerciendo ese poder con despotismo y crueldad. Cerró las fronteras para alejar al Paraguay de las turbulencias de las provincias vecinas y realizó una economía de austeridad heroica. Ayudó a la afirmación de la Identidad Nacional. Manejó el erario público con honestidad y el Paraguay se autoabasteció sin recurrir a ningún empréstito, aunque las libertades ciudadanas fueron conculcadas y se vivió un largo periodo de aislamiento. Instauró el sistema de enfiteusis que permitió a cada paraguayo acceder a un pedazo de suelo para cultivarlo. Ninguna familia quedó sin tierra para su manutención. La Revolución, atacando las bases del poder oligárquico de la Colonia, devolvió al pueblo el preciado bien de la tierra. Los hijos heredaban las chacras de sus padres y, si se formaba una nueva familia, se le concedía un lote donde desarrollar su economía, aunque sin derecho a ser vendida por ser propiedad del Estado. El Dictador, organizó Almacenes y Estancias de la patria, para abastecer gratuitamente a la población en todas sus necesidades.
Dicen que la Revolución fagocita a sus hacedores. Ocurrió con Robespierre, y muchos otros, incluso el inventor de la infernal máquina, fue guillotinado. En tanto, Gaspar de Francia, manejó la Revolución paraguaya, hasta su muerte natural. Fue el primero en otorgar asilo político en América del Sur, amparando al prócer uruguayo José Gervasio Artigas, en 1820. Carlos Antonio López siguió su ejemplo.
Sin intenciones de hacer apología a ninguna tiranía, hurgamos en lo que sucedió en aquel tiempo, convencidos de que la sola narración de los acontecimientos, sin detallar las circunstancias que impulsaron a los protagonistas de los hechos, distorsiona la historia y deja una memoria amputada de ideas y sentimientos, que son esenciales para ilustrarnos. Tenemos la convicción de que el doctor José Gaspar Rodríguez de Francia, fue el Mentor de la Revolución de la Independencia ya que, en la Universidad de Córdoba, fue condiscípulo de Mariano Moreno, Bernardo de Monteagudo y, seguramente, de otros próceres argentinos. Todos ellos estaban inspirados, por los enciclopedistas franceses. Gaspar de Francia, el implacable Robespierre, de la Revolución paraguaya, fue duro en la aplicación de penas para defenderla, sin molestar a los pacíficos ciudadanos, a quienes gobernó con afecto paternal y fundó algunas escuelas para educarlos, aunque persiguió con saña a quienes, según él, querían destruir la Revolución, convirtiéndose en despiadado tirano para sus oponentes. Al iniciar sus gestiones, era considerado por todos como enjundioso y respetuoso gobernante, pero al enfrentar a los conspiradores, se volvió solitario, despótico y cruel. Explicar las circunstancias, no significa justificarlas. Nadie es perfecto. Falleció al finalizar el año 1840. Para reemplazarlo, fueron elegidos por breves periodos: Manuel Antonio Ortiz, Juan José Medina y Marino Roque Alonso, sucesivamente. A su turno, actuaron sin trascendencia, en calidad de Cónsul.
En 1853, se realizó la elección que invistió a Carlos Antonio López, presidente de la República. Este gran estadista, abrió las fronteras y llevó adelante una inteligente y patriótica labor de gobierno. Fundó tan numerosas escuelas que se hizo popular el dicho “Soy paraguayo porque sé leer”. Continuó el cuidado y acrecentamiento de los Almacenes y Estancias de la Patria. Defendió las fronteras y contrató en el extranjero técnicos y directores para realizar obras de progreso, incluyendo educadores. Envió a los futuros dirigentes a los centros de estudios más importantes de Europa y logró construir en Paraguay el primer ferrocarril de América, el telégrafo, astilleros, arsenales, fundición de hierro, que fabricó herramientas agrícolas y herrajes de todo tipo. Además, se instalaron manufacturas de diversos productos. Construyó caminos, fundó pueblos, creó la moneda para agilizar el comercio y fue el primero en traer a América a 300 familias francesas como inmigrantes. En pocos años, el Paraguay surgió como una poderosa y adelantada Nación. En todas esas gestiones, no recurrió a ningún Empréstito extranjero por lo que no adeudaba un peso a ninguno.
El enorme progreso del Paraguay fue conseguido por el esfuerzo tesonero de sus habitantes y las condiciones sociales heredadas de la administración de Rodríguez de Francia. Al morir don Carlos, lo reemplazó su hijo, el futuro Mariscal Francisco Solano López, quien, siendo Mayor del ejército, fue distinguido “Hijo dilecto de la Ciudad de Buenos Aires” por lograr el Tratado de la Paz de Flores. El país se encontraba entre los más progresistas de América latina. Era un bocado apetecido, especialmente por la Monarquía brasileña y la Banca inglesa.
Habría que referirse a la historia colonial y la organización social aborigen para entender las ideas independentistas de los paraguayos, conociendo cómo surgieron las razones del profundo espíritu de liberación de sus hijos. Es necesario enlazarlos a esos precedentes históricos para tener un adecuado panorama de las ideas sustentadas por los protagonistas de la Revolución de la Independencia paraguaya. Aquellos pasos iniciales, siguen marcando hasta hoy los rumbos que deben orientar a los actuales dirigentes. Sus premisas deben ser destacadas para percibir los motivos y las circunstancias, los hechos y las actitudes, de quienes proclamaron la Independencia del Paraguay.
No había pasado mucho tiempo del descubrimiento de América cuando ya llegaron al Río de la Plata los codiciosos buscadores de tesoros. Al comprobar que el oro y la plata del que se había anoticiado, eran las conocidas minas del Alto Perú, se dieron a la tarea de apropiarse de las tierras paraguayas y a explotar a los indígenas. Desde entonces, los aborígenes y los mestizos, convertidos en vasallos, quedaron sin derecho a cultivar la tierra por su cuenta. Se alteró el régimen agrario original de los guaraníes, en el que cada familia tenía un lugar de vivienda y cultivo, en tanto la cultivara. Con la invasión extranjera, perdieron esa tradición y también sus maneras de vivir en libertad. Su “teko”, integral manera de Ser y modelo de vida. En cambio, se implantó la Mita y la Encomienda. La Revolución de mayo de 1811, fue un grito de esperanza para un pueblo ansioso de ser dueño de sí mismo.
Recién en 1852, la Argentina reconoció la Independencia del Paraguay, 13 años antes de maquinarse la Guerra de la Triple Alianza. Los cañones incendiaron el cielo americano durante cinco años con las más sangrientas batallas conocidas en esta parte del mundo. El mariscal, Francisco Solano López, fue inmolado en Cerro Corá, sin aceptar su rendición. Ofrendó su vida lanzando su última estocada al grito de: “Muero con mi patria”, convencido de que el Paraguay pasaría a ser territorio brasileño porque la política del “Equilibrio del Plata” había sido hecho trizas, conforme lo habría confirmado en la entrevista mantenida con el general Mitre en Yataity Corá. Pero, la Identidad de un pueblo, forjada en tantas desventuras, con sorprendente estoicismo, no puede ser borrada ni por los más grandes infortunios. El Paraguay, fue desmembrado, saqueado y diezmado pero no fue aniquilado como pretendían quienes decían venir a “civilizar a los salvajes paraguayos”. La heroica defensa, durante cinco años, mostró al mundo las aviesas intenciones de quienes planearon la agresión, unos años antes del comienzo de las hostilidades.
Al gobierno designado por los vencedores lo obligaron a tomar Empréstitos de ruinosas consecuencias. Esta etapa de la historia, también debe mostrarnos sus orígenes y las causas que motivaron esa nefasta guerra imperialista, que aún tiene muchos interrogantes que nos instan a una serena revisión.
Existen numerosas bibliografías donde hurgar sobre los antecedentes de la guerra de la Triple alianza, o Triple Infamia, como lo calificó el argentino Juan Bautista Alberdi. El paraguayo, Teodosio González, (1871/1932), escribió: “De un Empréstito de un millón de Libras esterlinas, llegaron a Asunción, solamente cuatrocientos mil. De otra de dos millones, arribaron solamente 125.000.00, y esas pocas Libras, de la aduana, tomaron camino a casas de los magnates de la época”.
¡Qué lamentables latrocinios! El Paraguay, en deplorable estado, arruinado y despoblado, nuevamente fue entregado a la codicia del Latifundio y a la miseria del Minifundio. Regresó a aquella antigua distribución graciosa de la Colonia, otorgándoseles miles de leguas de tierra a Grandes Empresas que nunca pagaron el precio vil fijado. Fue una repartija con el pretexto de repoblar el país, con la salvedad de que, los únicos que realmente fueron a poblar el sur paraguayo, fueron las familias correntinas quienes, además de trabajarlas, pagaron los valores asignados. Al norte de ellos, se ubicaron las Empresas yerbateras, madereras y extracción de extracto del quebracho, usando mano de obra esclava.
Dominados por terratenientes, los paraguayos perdieron su organización social, basada en “la tierra es de quien la trabaja”. Perdieron el solar donde cobijaban sus sueños y esperanzas. El yugo de los poderosos, les hizo olvidar que el verdadero Poder está en la voz del pueblo. Si la revolución comunera quedó inconclusa, la de mayo fue postergada. Debemos hablar de aquellos sucesos que produjeron dolorosas heridas, saber sus motivaciones y antecedentes para encontrar las verdades escondidas. Solo la Verdad desnuda sirve de bisturí para corregir las imágenes dejadas en la memoria. Esas cicatrices aún siguen sangrando.
El país fue recuperándose lentamente de las heridas dejadas por la terrible hecatombe que fue la guerra de la Triple Alianza. Por desgracia, en los años 1932 a 1935, el Paraguay tuvo que enfrentar una nueva guerra con los hermanos bolivianos, en cuyo transfondo también estaban los intereses de dos Empresas petroleras, en pugna por las concesiones. Los paraguayos han defendido con valor y victoriosamente su integridad territorial, pero quedó de nuevo atrapado por Empréstitos, ¿Cuándo conseguirá su real Independencia y la Soberanía de su pueblo?
Es oportuno recordar que Corrientes, desde su fundación, quedó hermanado con Asunción. Aún con algunos desencuentros, siempre existió un intenso y generoso intercambio, comercial y político, cultural y espiritual. Familias enteras han emigrado desde una a otra ciudad y país.
Contar la historia en esta forma, nos presenta como quejosos y resentidos, pero solo tenemos interés de encontrar luces guiadoras para seguir mejorando el acercamiento entre los pueblos. Queremos vivir en una tierra de paz, cada vez con más justicia, fraternidad e igualdad. La historia paraguaya está manchada de sangre que tiñe hasta su literatura. Esos avatares son imposibles de olvidar. Necesitamos encontrar las verdaderas razones en los prolegómenos de esos hechos. Las páginas escritas por los vencedores abren demasiados interrogantes que necesitan ser clarificadas. Las falacias que contienen ocultan los trasfondos de las barbaries cometidas. Hablemos con franqueza sobre ellas. Es el único camino para eliminar los resquemores que aún persisten. De pié ante la historia, abramos caminos con ideas que perduran y germinan pensamientos progresistas. Nos ayudará a despejar los interrogantes y desentrañar la verdadera historia con sus razones. Los comentarios históricos que carecen de los motivos que lo originaron, atentan contra la verdad. Tracemos caminos que puedan asistirnos en armonía y cooperación con el objetivo de construir el porvenir, aún bajo el apremio de los reaccionarios de la actualidad. Que la furia de las guerras se desentiendan de nuestras Sociedades y resulten ser solo un recuerdo nefasto. Depurar el pasado, servirá para afianzar la comprensión entre las Naciones hermanas.
Los paraguayos, tienen una identidad particular. Son fraternos y hospitalarios, románticos y vivaces, dados a la alegría, la danza y el canto pero, sin perder esas peculiaridades, viven con la paradoja de llevar a cuestas resquemores que les impusieron las historias de guerras con muchas incógnitas.
Cada Aniversario de la Independencia, rendimos homenaje a los próceres que la gestaron. Recordamos aquel trunco Movimiento Comunero y rememoramos la inconclusa Revolución de mayo, esperando que un verdadero amanecer corone a nuestra patria con la aureola de la concreción de los ideales de aquellas gestas libertadoras. El Bicentenario nos trae nuevos vientos con el Tratado del MERCOSUR. Estamos convencidos de que se logrará el entendimiento, la cooperación y el respeto entre sus componentes. Además, tenemos la esperanza de que será considerada las asimetrías económicas de los países que lo componen para lograr la verdadera Integración de nuestras naciones.