jueves, 28 de abril de 2011

“Creo en la dignidad del ejecutante”

(Vuelvo a compartir esta entrevista que hice hace un tiempo, pero su contenido perdura y los conceptos echan luz en el presente)

La tarde estaba algo fresca, pintaba para un abrigo liviano. Con Adalberto Balduino nos sentamos en un bar de Corrientes, la barra y las butacas altas nos cobijaron. El olor a café se nos metió por los poros y el grabador quedó a un costado vigilando esta conversación. Adalberto hace algunos años que conduce el programa “con todo respeto” en AM LT7 y FM Capital de Corrientes; desde ahí sostiene que la “música es una guía comunicacional invalorable”. Su programa trasciende el esquema habitual de la radio, desde el inicio con una editorial nos marca la ruta que tomará en cada emisión, ahí cae siempre la primera gran sorpresa.

por paulo ferreyra - [email protected]

Adalberto es alto, su voz es grave y cada palaba suya es casi una sentencia. En la entrevista hablamos primero de la publicidad, nota que ya fue adelantada en nuestra edición de agosto de sapukai.com.ar; entonces remarcaba “soy un tipo que escucha muchísimo; un remisero hace unos días me dice –`jefe ¿por qué siempre votamos a los mismos? ´. Entonces a mí se me ocurrió decirle en ese momento que tal vez pasa eso porque el talentoso está estudiando, haciendo un pozo en la calle o barriendo, y hasta que no se termine esta generación política no vamos a tener nuevos referentes”.

Su programa radial “con todo respeto” es abanico de infinidad de miradas, temas y concepto. A menudo sostiene que lo que él hace es un programa cultural.

- Adalberto, ¿Qué es la cultura para vos?

La cultura es lo que estamos haciendo, estamos conversando. El modo de ser, la vestimenta, las costumbres. Suelo disentir con los términos, a veces me preguntan `qué es un tipo inteligente´, y les miro y les digo que para mí el tipo inteligente no es tanto el que sabe, porque el que sabe mucho es erudito. Inteligente es el que tiene la sensibilidad muy desarrollada y tiene la capacidad para los afectos. La inteligencia es la calidad humana.

- Tenés oportunidad de escuchar radio, ¿qué hacen los demás programas? ¿Qué ofrece la competencia mientras vos haces “con todo respeto”?.

[Adalberto piensa un segundo, su café se ha enfriado, él mira la calle y busca las palabras.]

Creo que tengo una desaprensión, pienso yo. Una porque tengo mucho trabajo, ando todo el día corriendo. Hago varias cosas, vendo publicidad, hago voces comerciales, el programa de radio.

[Vuelve ese silencio de radio que nos tiene acostumbrado y su voz va soltando las palabras como una garúa muy finita. Mira otra vez hacia la peatonal Junín, pareciera que le duele lo que va a manifestar]

Queda feo lo que voy a decir pero no me pega ningún programa, no me entusiasma. A mí me duele la manera en que se mastica el idioma. No soy un gran manejador del idioma pero trato de ser racional. Cuando escuchás esos programas voraces, que apelan a dos consecuencias que también son demagógicas, el teléfono e Internet… al teléfono muchos se prenden porque les gusta el programa, pero la mayoría se prende por que sabe que su voz va a salir al aire; eso es demagogia, porque tienen un premio. Internet es la misma historia, pero te sirve para saber el caudal o el potencial que tienen.

Una vez en un instituto aquí en Corrientes hicimos una charla sobre todas estas cosas, y un colega – que no esperaba – me dijo que el escuchaba mi programa para ver como podía competir conmigo. Sólo pude reírme ante esa situación. Le dije que yo no trato de competir con nadie, mi mayor competencia soy yo – lo que es muy peligroso –. Soy tremendamente exigente conmigo. Mira que hago radio de pibe, desde los 17 años, y todavía tengo esa cuota de autocrítica que tenemos que tener, salgo del programa y digo porque acá no dije tal cosa. Son detalles que nadie se da cuenta, pero ahí creo que esta la cuestión. Tengo viva todavía la persecuta, la obsesión por la calidad, sé que se logra.

[De golpe Adalberto dejó la pausa, comenzó hacer los cambios uno tras otro, ya no se detiene. La velocidad está llegando al límite. Las palabras surgen como una lluvia copiosa que riega hasta el suelo más profundo].

El oyente se merece el mayor de los respetos, fíjate que la radio entretiene ahora, pero antes se ocupaba más de formar. Ahora sólo entretiene, y es un entretenimiento bastante burdo.

- Ahí quería llegar, hoy la radio se corrió del lado de la tele a entretener más que a formar.

La historia de la radio, según Carlitos Ulanovsky, un tipo que sabe mucho de radio, manifiesta que la radio equivocó su guerra con la televisión, cuando llega la televisión la radio en vez de pelear por su propio medio, con las otras radios, pelea con la televisión. Es una guerra de David y Goliat, no tiene nada que ver. Cae la radio. Hasta que se dieron cuenta y ahora comenzaron a producir de verdad.

- Hay otro programa radial, el de Pocho Roch, donde pareciera que hasta el silencio está pensado. ¿Te pasa a veces de buscar el silencio?

Me gusta jugar con la pausa, en esta época donde mucha gente está equivocada, te hablan de tiempo radial y hablan como Tinelli. El tempo natural es algo original de cada uno. Existe un tempo de cine, un tempo de televisión y un tempo de radio. Hablar ligero no significa tempo, está batiendo su propio record pero no significa nada más que eso. Pocho Roch ama lo que hace y creo que es la única manera. También vivimos en una época en que estamos los que amamos lo que hacemos y nos olvidamos del bolsillo. Creo en la pasión de la vida, creo que la vida es apasionada, el que vive desapasionado no vive. Siempre recuerdo algo en la radio: Paco Urondo decía que la vida no es para mirarla, es para protagonizarla, y tenemos que pasar por la vida dejando heridas, surcos, hechos con uñas y dientes. Remata con algo contundente, el hombre en definitiva no puede vivir al pedo. Cuando voy a la radio hacé de cuenta que me voy a misa, en serio te digo, me meto en el reportaje, en la música, en cada espacio, en cada rincón del programa.

- El tema monetario siempre va en contra de las otras bondades que te brinda esta actividad.

Siento hoy que tengo que hacer lo que hago. Lo lamentable es que nos pagan con tomates, naranjas. Acá el empleador mira para otro lado. Amo la radio, me gusta muchísimo, cada vez que hago una emisión aprendo algo. Como hago los programas en vivo veo los rostros de la gente y eso es algo notable.

- ¿Qué o quién te empujó hacer el programa en vivo? Porque la radio ya tiene su magia y vos rompés un poco con eso al salir al encuentro del oyente.

Te cuento que llegué a la radio, allá por el 2004, y el policía que estaba en la puerta de la emisora me habla cuando llego: “Hay un problema con su programa, problema técnico que está acá enfrente”, me dice. Fue una sorpresa, estaban todos en el café de enfrente, era una sorpresa, me regalaron ese programa. Tres o cuatro días después me cruza un hombre en la calle, tipo que no conozco, y me dice qué lindo tu programa, cuándo hacen el otro programa en vivo. Así comenzó todo, hoy es un arduo trabajo sostenerlo en el tiempo. A los músicos les ofrezco la difusión, no soy un millonario, no ofrezco un cachet, ya ha actuado gente de Misiones, de Corrientes, de Chaco y Formosa.

El café se dio ahí por muchas consecuencias. En la radio siempre hay café, factura, el café del Sol me hace recordar del café Tortoni de Buenos Aires en tamaño chiquitito. Vos vas al café y te encontrás con un periodista, con un cantante, con un pintor, gente que soñamos todavía. Retroalimento eso, Alvarenga dice que el hombre debe volver a esa vieja costumbre de conversar, en el café se produce esa magia. El encuentro es fantástico.

- Hasta aquí veníamos en Sapukái hablando de difusores chamameceros, con vos rompimos esta tradición entre comillas. Nobleza obliga preguntarte, ¿te gusta esta música, escuchas, tenés algún referente en particular?

Me gusta el chamame. Me gusta lo clásico, soy muy defensor de la libertad. Porque el problema del chamame hasta hace un tiempo fue que era muy cerrado, un ejemplo de ello es Mburucuyá. Ojo, respeto lo que ellos hacen. Lo que parecía un cosa desubicada hace mucho tiempo – el gordito Regúnaga con su batería – y ahora todos los grupos tocan con batería. Creo en la dignidad de los ejecutantes, no me importa si es con bandoneón o acordeón, mientras tenga la dignidad del intérprete. La música no la soporto cuando repiten; me gusta que cada uno produzca, a pesar de que toquen una música ajena pero que ponga algo suyo también.

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