El
poeta sostiene que “la música le da vida
a la palabra, perpetua la palabra. Coqui
Ortiz le puso una música muy linda, a mi me emociono mucho, ahora se está por
hacer un CD, yo hago las glosas y el pone la música”. Estas son las palabras de Aledo Luís Meloni,
uno de los poetas más destacados del litoral, dialogamos en esta entrevista
sobre sus poemas, sus coplas y la música.
Por paulo ferreyra – especial para
corrienteschamame.com
Llego
con cierta puntualidad a la entrevista, una señorita muy joven me invita a
pasar a la sala y a esperar la llegada de Aledo
Luís Meloni. Sin darme cuenta
intento ojear el lugar pero aparece él, en su silla de rueda con tres libros
sobre su regazo, “buen día”, saluda en tono amable y cordial. “¿Aquí está bien abuelo?”, dispara la joven,
“mejor vamos a poner la silla de otra forma para que lo pueda ver”, sonríe
Aledo y nos ubicamos de frente.
“Como
ve ando en silla de ruedas. De la cama a
la silla y de la silla a la cama. Porque
me quebré y me operaron de la cadera. Me
caí como hace dos meses más o menos.
Entonces estoy en esto de andar en silla de rueda, hace algunos años
atrás andaba caminando de un lugar a otro y ahora me llegó mi turno. Bueno – dice y deja un lugar para el
silencio. El rugir de los motores de la
calle Don Bosco entran a la sala - tengo 99 años, ya no soy un pibe”,
argumenta.
Rápidamente
me consulta el motivo de la entrevista y ahí nomás deja pasar su modestia, “supongo
que yo seré uno de los tantos que Usted entrevistará, porque hay muchos poetas
y cantores buenos por ahí”, sonríe nuevamente.
En esta oportunidad será la primera vez que con un entrevistado nos
tratamos de Usted a lo largo de toda la charla, la empatía a veces deja de lado
el lenguaje.
Aledo
Meloni escribió muchos libros de poesía, se ha publicado además “a cada cual lo
suyo” donde reúne sus textos sobre otros autores y su última publicación fue un
libro de Haiku. Coqui Ortiz a
musicalizado “El aquerenciado” y “la niña”, entre otros poemas de Meloni. Llegamos a su casa para conocer la intimidad
de uno de los referentes de la poesía en la región, con 99 años tiene la
vitalidad del acero y la sonrisa de un niño.
Para empezar, recuerdo que hay una poesía
donde Usted habla de que quería ser herrero pero terminó trabajando con la
palabra. ¿La palabra se convierte en un
metal dura para trabajar?
Esa
poesía que Usted hace referencia la tengo acá, tengo muchos libros y me parece
que podemos leer esa poesía del herrero.
“Música” se llama ese poema, a ver – el grabador me recuerdo un silencio
que hicimos para buscar esa poesía en el libro, el sonido de la calle se
filtraba por la puerta abierta. – Mientras tanto le voy a contar que yo vivía
en el campo en la provincia de Buenos Aires, viví ahí de los 7 años hasta los
15. Vivía en la chacra. – El silencio vuelve abrirse, ahora si se
escucha el suave movimiento de las hojas buscando el poema – Aquí esta, música
se llama – y el poeta lee pausadamente.
Cuando
niño quería ser herrero
para
ponerle, como poli, música
de
yunque y martillo a la mañana;
darle
forma al metal a mi albedrío,
volverlo
tan hermoso
como
una flor de fuego al rojo vivo.
Pero
no pudo ser.
Tuve
después, en vez del metal, la palabra,
que es
mucho más rebelde que el acero más duro.
También
a ella quise darle forma;
manejarla
a mi antojo;
hacerla
restallar de luz como un lapacho en flor.
Pero
no pudo ser.
Ningún
poema
suena
en mi corazón tan dulcemente
como
la música del yunque y del martillo.
Si,
como aquella música de poli;
La que
escuchaba cuando niño
En las
mañanas con arados y gaviotas de Huetel.
Esto
era en la estancia donde nosotros arrendábamos.
Con mi familia éramos chacareros, mi mamá vivía a los 36 años con nueve
hijos en el campo. Cultivábamos la
tierra y en esa colonia había un
herrero, que se llamaba Poli – posiblemente su nombre haya sido Policarpo, pero
todos le decíamos Poli. A la mañana
temprano se sentía la música del martillo. Yo quería ser herrero, para ponerle
música a la mañana con el martillo golpeando el yunque. Después quise manejar la palabra.
Conversando con Moni Munilla hace un tiempo
atrás Usted manifestó que Antonio Machado fue importante en sus comienzos, ¿Por
qué?
Ya era
grande cuando conocí su obra, tenía 27 o 28 años, estando en el campo como maestro rural. El me enseñó lo que yo pude aprender en la
poesía y encontré la poesía que yo podía hacer, que es la poesía despojada de
muchos adornos, enjuta, sobria, breve. Todo lo que yo había escrito anteriormente lo
deseché. Me quedé con unas cuantas
poesías breves que fueron a parar a mi primer libro de poesía que se titulo
“Tierra ceñida a mi costado”. Yo
publique casi a los 53 años, yo publique
muy tarde, ese libro lo publique estando ya en Resistencia. Estuve 20 años en el campo como maestro rural,
allá no publique ningún libro. Publiqué algúna poesía en una revista de Buenos Aires
pero no publiqué ningún libro. Después
de aquel libro vinieron 19 libros más de poesía, después de prosa y demás.
En varias entrevistas pone ese primer libro
en primer lugar, ¿por qué?
Sucede
– Aledo se recuesta en su silla, vuelve el silencio y después la sonrisa de
niño. – Mi primer libro es el mejorcito, en el sentido
de que esta más trabajado, más elaborado, me parece que es el más
auténtico. En ese libro hablo de lo que
realmente yo viví.
Ahora
en la copla se interpreta uno mismo pero no todas las coplas son de uno, no
todas son vivencias del coplero. Yo
escribo coplas de amor pero yo no participé, por ahí recuerdo haber escrito
Me
olvidaste. Te olvidé
Ahora
estamos a mano
Pero
quedó a la intemperie
El
amor que asesinamos
Tras
estas palabras Aledo advierte, “yo nunca tuve un problema, es una mentira, es
la fantasía la dueña de esa copla”.
En este libro que tenemos en mano, “Poesía
Elegida”, cada poesía viene acompañada de una copla. ¿Cómo surgió la idea y por
qué?
Mire,
la copla surgió a raíz de un libro de coplas de Victoria Pueyrredon que se
murió no hace mucho, viejita ya. (Pueyrredon falleció a las 88 años en octubre
de 2008) Yo leí las coplas de ese libro
y me gustó. Por un lado la brevedad y
porque en tan poca cosa, en cuatro versos, musicales, asonantados casi todos,
usted podía expresar un pensamiento completo. Entonces hasta con cierta comodidad me dedico
a la copla, porque no tengo que escribir mucho a máquina de escribir.
Me
encanta la copla, de la poesía lo que más me encanta es la copla, porque es
buena y es popular. Las coplas mías no
son las coplas del altiplano, de Jujuy o Salta, de la gente de España que son
primitivas. Las coplas nuestras son más elaboradas, le hemos puesto un poco de
literatura. Pero no son mejores que las otras.
No son mejores. Las otras son las
auténticas, nosotros en cierto modo las hemos copiado, plagiado, a la gente
humilde del altiplano que esta cuidando su rebaño y se comunica a través de las
coplas en los carnavales y demás. Aquellas son las que realmente expresan el
sentimiento del hombre.
¿La copla es casi la moraleja de la poesía?
Si. Puede ser como la moraleja de la poesía o como el eco de la poesía. Yo tengo
muchas coplas, deben ser como 500 más o menos, porque he escrito muchas coplas.
Pero ahora últimamente me achiqué más todavía porque publique un libro de Haiku,
“El trébol verde”. Ese libro lo escribí a los 97 años, en seis meses que iba a una
bar, acá en Resistencia frente a la plaza. Cuando no venía ningún amigo y estaba solo en
el bar me dedicaba a escribir los Haikus, cuando me quise acordar tenía más de
100 haikus. A este libro lo quiero mucho
porque es como un hijito.
Es el más pequeño
Es el
que llegó último, lo quiero y lo aprecio.
La poesía – la obra poética de uno es como un hijo espiritual, el hijo
intelectual que uno lo quiere como quiere a los hijos de la carne y de la
sangre.
En su poesía aparecen temas como el
herrero, los hacheros, la nostalgia, los amigos, el vino. ¿Esos temas vienen a Usted o Usted va a esos
temas?
Yo no
voy a ningún tema, los temas vienen a mí. Yo nunca me senté a escribir una
poesía, porque no hubiera podido. Los temas vienen solos. Lo de los hacheros yo
estuve en contacto con ellos, porque estuve 20 años como maestro rural. Allá había obrajes que ni bien amanecía se
sentían los golpes del haya retumbando en el espacio.
Se puede decir que también ellos le ponían música a la mañana. Conocía la vida de los hacheros, sus
sufrimientos y su modo de vida. Entonces
eso vino solo, porque toda la poesía vino a mí. Yo no la busqué.
¿Qué sintió cuando Coqui Ortiz musicalizó
“El aquerenciado” y “la niña”, entre otros poemas suyos?
Sentí
una emoción muy grande porque ahí yo le digo que la música y el canto le dan vida
a la palabra. El canto perpetua la
palabra, porque la palabra esta en un libro, usted lo lee un día, lo podrá leer
dos veces, la música la sigue escuchando permanentemente. Usted un chamame lo escucha 100 veces y 100
veces le gusta, pero usted no va a leer 100 veces un poesía. Entonces yo digo que la música le da vida a
la palabra, perpetua la palabra. Él
le puso una música muy linda, a mi me emociono mucho, ahora se está por hacer
un CD, yo hago las glosas y el pone la música.
Se hermanan palabra y música en una obra que ojalá salga bien. El es buen músico, la música supera la
palabra. La música es más emocionante,
suelo decir que la música es de las artes la que más interpreta el sentimiento
del hombre, más que la palabra, más que la línea del pintor o del escultor. La
música es sublime, yo digo que es como un eco de la palabra de Dios, es una
insinuación, una sugerencia, la música no dice, sugiere. Sugiere sentimientos.
Cuando
ya estaba apagando el grabador Aledo Meloni cuenta que ahora lee mucho, también
relee mucho. “Una de las últimas coplas
que escribí fue
A
veces lo poco basta
a
veces lo mucho no
todo
es cuestión de medida
lo que
mide la ambición.
Todo
el tiempo sigo haciendo coplas, pero todo escritor tiene un canasto grande a
lado de uno, tira tira tira y de una de esas algo toma. Y con lo otro se puede hacer una fogata
inmensa”.
Horacio Quiroga y Guido Miranda
Aledo
Meloni sostiene que la obra de Horacio Quiroga, especialmente los cuentos del
monte de Misiones lo ayudaron mucho en el campo. “Por
eso en el año 47 fui a Misiones a conocer el paisaje donde estuvo Quiroga,
después fui como cinco veces más. Soy un estudioso de Quiroga y suelo decir –
con un poco de modestia – que no hay acá en el Chaco y pocos en el país que
sepan más que yo de Quiroga. He leído
toda su obra, infinidad de veces, viajé a Misiones muchas veces, estuve en
contacto con la gente que lo conoció en la tierra colorada. Acá hicimos un libro con los cuentos que
Horacio Quiroga escribió con el paisaje del chaco.
Cuando
yo fui a misiones y vi el lugar donde vivió Quiroga – risas mediante - comparado
con lo que me toco vivir, el tenía el río Paraná al lado y una vegetación, yo
tenía una sequía, un viento norte y una desolación. Ya hubiera querido estar yo en su paisaje,
pero son cosas que tiene la vida.
No me
quejo de los 20 años que fui maestro rural, porque fueron los años más
productivos de mi vida. Como maestro
rural ayudé a los niños del campo desprotegidos, entonces después durante 25
años fui periodistas, más bien fui corrector en el diario El Territorio. Me gustaba el periodismo porque estaba en el borbollón
de las noticias.
Disfrutaba
del trabajo, porque trabajando me sentía útil.
Por eso trabajé hasta los 78 años, sentía que no era un parásito, que
ganaba mi sueldo honradamente. Fue una obsesión.
Hoy
los periodistas tienen una gran ayuda con Internet, antes había que usar mucho
la cabeza y salir a investigar en la calle.
Según me dicen en internet se encuentra de todo. Guido Miranda, que era un amigo y un hermano
para mi, el escribía una editorial por día.
Todavía no sé como hacía para escribir tanto y tan bien.
Sería interesante hacer un libro con esas
editoriales de Guido Miranda.
No, un
libro no, varios libros podrían hacerse con las editoriales de Guido
Miranda. De él se editaron sus cinco o
seis libros fundamentales para la historia del Chaco y su proyección. Las editoriales en cambio están resguardadas
en el papel amarillo del diario.
Vida de Aledo Luís Meloni
Aledo
Luis Meloni nació un 1º de agosto de 1912, en la Estación María Lucila,
provincia de Buenos Aires. Fue maestro, estudió en Buenos Aires y se recibió.
En 1937 comenzó a enseñar en una escuela rural del un paraje cercano a General
Pinedo. En 1956 se trasladó a Resistencia —donde vive desde entonces— para
encargarse de la secretaría técnica de la Inspección de Escuelas Nacionales; se
jubiló en 1963 pero siguió trabajando en la Biblioteca Popular Herrera de esa
ciudad. También colaboró en el diario El Territorio y Norte.
Recibió diversos premios por sus poesías, entre ellos Caballero de la Orden de Mérito de Italia en 1982 y el Premio Santa Clara de Asís en 1990. El 24 de mayo de 2006 recibió por parte de la Universidad Nacional del Nordeste el título de Doctor Honoris Causa, en reconocimiento a su trayectoria en la poesía. En reconocimiento a su labor en la zona, en General Pinedo fue bautizado un complejo deportivo y cultural con su nombre, al igual que una escuela de Fontana.
Recibió diversos premios por sus poesías, entre ellos Caballero de la Orden de Mérito de Italia en 1982 y el Premio Santa Clara de Asís en 1990. El 24 de mayo de 2006 recibió por parte de la Universidad Nacional del Nordeste el título de Doctor Honoris Causa, en reconocimiento a su trayectoria en la poesía. En reconocimiento a su labor en la zona, en General Pinedo fue bautizado un complejo deportivo y cultural con su nombre, al igual que una escuela de Fontana.
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