Por Claudio Gustavo Salvador
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El mate es la bebida nacional. Y la costumbre de beberlo es un rasgo de la identidad argentina. Sin embargo, en las mateadas poco o nada se conoce de su origen, ligado a la esclavitud infantil y las condiciones infrahumanas de trabajo en los yerbales misioneros.
En una campaña recientemente lanzada, la ONG “Un Sueño para Misiones” se propone “visibilizar” y afirma que los niños son “secuestrados” en los yerbales. Es un sistema que tiene antecedentes en los antiguos obrajes de la selva originaria y en la explotación misma de la yerba mate cuando ésta aún era silvestre. Aunque naturalizado como un personaje folklórico, el gurí tarefero de hoy y aquel mensú altoparanacero de antaño son figuras análogas con más de cien años de distancia en la historia de la segunda provincia más visitada del país.
Es preciso “un cambio cultural” sostiene la ONG que, entre otras acciones, en las redes sociales insta a los argentinos a compartir el mate sin trabajo infantil.
La clave está en el control
Norma Figueredo, coordinadora general de un relevamiento realizado por la Universidad Nacional de Misiones, señaló a la publicación digital Argentina Investiga que la cosecha de la yerba mate “es un trabajo marginal y mal pago”. Afirma que “tenemos toda esa información desde el imaginario” y por eso la UNaM decidió sistematizarla desde un punto de vista científico.
Pero el principal aporte apunta a la erradicación del trabajo marginal. “El hecho de que -el cosechero- esté registrado -según Figueredo- se traducirá en que se pueda controlar”. Localizar al tarefero en su municipio viabilizará soluciones desde los diferentes niveles del Estado, sostiene Figueredo.
El estudio, aunque inconcluso, alerta sobre la situación de exclusión que sufren los trabajadores. En 2012, fueron relevadas 18 localidades de Misiones (un 24%); 4.927 tareferos, 3.926 hogares y 17.736 personas.
Las estimaciones, hechas en base a la cantidad de kilos de hoja verde que se cosechan, arrojan un número de 15 mil tareferos y unas 75 mil personas trabajando en las zafras. Hombres, mujeres y niños que soportan trabajo esclavo y pobreza.
¿Quién se hace cargo?
Los niños cosecheros comienzan a trabajar entre los 5 y los 13 años. Desde esa edad están expuestos a sustancias tóxicas y manipulan herramientas filosas. 16 de cada 100 nunca fueron a la escuela y, aunque 9 de cada 10 alguna vez soñaron con ser “gendarmes” o “maestras”, en su adolescencia ya no ven otro futuro que la tarefa. Así le llaman en Misiones a la cosecha de yerba mate, una actividad que presenta índices superiores al 50 por ciento de empleo marginal.
El trabajo no registrado es uno de los problemas centrales y su complejidad involucra a todos los eslabones de la cadena. Desde la producción hasta la comercialización, pasando por innumerables intermediarios.
Para que la yerba contenga trabajo infantil y esclavo es necesaria la complicidad del mercado, agravada por la ineficiencia de los organismos de control. De otra manera, no se lograría ocultar esta dura realidad.
Otros datos:
Las familias cosecheras viven en zonas periurbanas en casillas precarias
80% de familias que cosechan Yerba Mate tienen letrinas. 40% sin agua potable. 56% vive en tierra fiscal.
Durante las zafras, 22% de niños y sus padres viven en carpas improvisadas.
El 60 % no tiene cobertura social.
El 55% de los cosecheros de yerba mate dicen que lo hacen porque no tienen otro trabajo. Sólo 6 de cada 10 terminó la primaria.
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