Tras una semana de trabajo en la chacra, productores se reúnen para bailar chamamé, corrido, balseado y sertanejo en un salón de El Soberbio.Cerca de las 10 de la noche, la niebla se hace más intensa sobre la ruta costera en la frontera con el país brasileño. La visión es casi nula, pero aún se pueden distinguir las figuras de los vehículos circulando. Más de cinco kilómetros separan al pueblo del salón de Colesa, donde se realizará el gran baile de la colonia.
Por Ana Espinoza
A mitad de camino, la desgracia se hizo visible: una cuerpo sin vida tirado en el asfalto, una moto en la banquina, un tumulto de gente mirando, la Policía que toma las pruebas. La primera escena antes de llegar al gran evento dejó a muchos con un nudo en la garganta.
Basta transitar un par de kilómetros más para arribar al lugar ubicado sobre la ruta. A simple vista se observa un estacionamiento plagado de motos, también algunas camionetas, autos y el colectivo de las bandas. Ya nadie va a caballo hasta el gran baile. En la puerta del edificio de madera, dos jóvenes que por momentos hablan en español, luego en portugués y más tarde en portuñol, reciben a la gente. Esta noche, el costo de la entrada es de 50 pesos. Tocarán Los Carismas de Brasil y Los Bohemios de Garupá, Misiones.
La espera se hizo extensa. Por respeto a la Cuaresma, los productores se quedaron sin baile durante 40 días. Largas se hicieron las semanas trabajando en la chacra. La necesidad de ingresar a la pista permaneció contenida en el cuerpo y esa noche era la oportunidad de dejarla salir.
Van llegando de distintas colonias, Monteagudo, El Fisco, Paraíso, San Miguel o La Barra. Mujeres con tacos caminan con dificultad sobre el barro, varones de zapatillas, ojotas o botas teñidas de tierra colorada. Ningún gaucho, ninguna chinita, la mayoría luce vestimentas de estilo “urbano”.
Desde afuera ya se escucha la melodía de un chamamé. El primero en recibir al equipo fue Pedro Colesa, el encargado de organizar los bailes todos los fines de semana. Con orgullo, defiende su trabajo como "una necesidad para los colonos”. Su compañero y mano derecha, José Piris, también lo describe: "Para mí es muy lindo. El baile integra mucho a las familias y al colono, al tabacalero, el tealero. Ya es una tradición. No es como un boliche. A las personas de la colonia no les gusta eso".
Ya dentro del salón, los vasos de cerveza circulan de mano en mano. El primer detalle que llama la atención de esta cronista es la pista demarcada por una cinta de “prohibido pasar”. Más adelante se sabrá el por qué. El grupo Mistura ya se prepara para subir al escenario. Todavía nadie baila. Todos esperan detrás de la cinta hasta que comience a tocar la banda. Es como una regla implícita.
Rogelio Borges, un joven de 25 años, pide el vals para Mary, una de sus amigas que ese mismo día está cumpliendo quince años. “Venimos más que nada porque acá no hay problema. Siempre se cuida eso. Pero cada vez que salen de acá, muchos salen borrachos y hay accidentes. Tendría que haber más control con el tema del alcohol”.
Haciendo honor a su profesión de guía turístico, a partir de ese primer diálogo Rogelio se convertirá en el guía de la noche. Durante el baile, este joven de Puerto Paraíso ofrecerá detalles y descripciones de cada escena a la periodista que tomará nota o escuchará con atención.
Rogelio cuenta que “son todos agricultores, trabajan toda la semana y esperan el baile. La mayoría son de Brasil, vienen porque les conviene el cambio y también por sus amistades”. También, a lo largo del año, se hacen bailes temáticos: de la máscara, de la minifalda o concursos de baile con premios de plata o cerveza.
Minutos después, comienza a sonar Mistura. De a poco la gente se adueña del espacio detrás de la cinta. En la pista sólo se baila, no se fuma ni se bebe alcohol.
Chamamé, cumbia, corridos, valseado, sertanejo, es el amplio abanico de géneros musicales que sonarán durante la noche. La iniciativa para ingresar a la pista de baile viene de parte del varón hacia la mujer. Sólo basta que el muchacho extienda el brazo para que la dama acepte compartir una pieza musical. “La mujer se deja llevar. Lo importante es que el varón sepa”, dijo Daniel, un experimentado bailarín. Por otro lado, las mujeres gozan del privilegio que les otorga el género de poder bailar entre ellas sin ningún tipo de prejuicio que lo impida.
Tragos de color celeste, vestidos de animal print, zapatos llenos de barro colorado, abrigos colgados sobre los techos. Son algunas de las postales que se repiten en la noche del gran baile.
En la pista no importa la edad, ni el color de piel, ni las apariencias. Adolescente se mezclan con adultos, hombres de la tercera edad con jóvenes. Dos mellizas morochas de cabellos rizados, brasileras, se destacan entre la muchedumbre; una de ellas baila con un joven que usa botas de caño alto completamente embarradas, la otra lo hace con un muchacho rubio; un hombre que lanza pasos al estilo Travolta (pero de la chacra) junto a una dama que acompaña aunque para él es casi invisible su presencia. No existe la timidez. No hay vergüenza. El respeto ante todo.
Desde el paraje El Ceibo, Zulma Fitzner acompaña a su hija de 15 años, Rocío Belén. “Ella no está de acuerdo, pero a mí me da miedo porque acá corre mucha droga y alcohol para los menores. La voy a acompañar hasta que cumpla 18 años”, explica la madre mientras Rocío baila en la pista.
Zulma cuenta que hace seis años dejó de plantar tabaco, “porque el veneno que usaba me hacía mal”. Entonces, la mujer decidió reforestar con esencia, maíz y mandioca. “Se vive bien con la producción”, asegura.
Muchos llegaron al salón sólo para bailar con la música de Bohemios. Por año, la banda se presenta tres o cuatro veces en el salón de Colesa. Esa noche hicieron un gran anuncio: “Queremos contarles que en el próximo baile vamos a sortear 15.000 pesos”. José Eduardo Medina es la voz de Los Bohemios, la banda que nació en Garupá hace 18 años. Con doce discos grabados, Medina asegura: “Nosotros vivimos de la música”.
El grupo compuesto por tres integrantes viaja por toda la provincia compartiendo sus canciones, que varían entre el folclore y la cumbia. “Nos gusta más tocar en las colonias. Es gente muy buena onda, gente sencilla que nos recibe de corazón. Acá son todos colonos. Muy buena gente. Tenes tabacaleros y laburantes de la chacra”.
Cerca de las 2 de la madrugada se vive el mejor momento en la bailanta de Colesa. Con la música de Los Bohemios, la pista se colma de parejas que se mezclan, circulan, bailan y experimentan un momento de catarsis y alegría luego de una semana de trabajo arduo en la chacra.
La Fiesta del Chorizo y el Pan Dulce, éxito garantizado
Se trata de uno de los eventos más convocantes de Alicia Alta. Es organizado por la Iglesia Evangélica del Río de la Plata. En Alicia Alta -poblado del municipio de Aurora- desde hace varios años la comunidad de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata organiza bailes sociales benéficos llamados Fiesta del Chorizo y el Pan Dulce.
por Julio Vazquez
Sin fecha ni mes fijo, acarrea el riesgo de postergarse o suspenderse si la lluvia azota la región –como pasó el año pasado-. Pero si el clima juega a favor, es éxito garantizado, pues es una de las fiestas más convocantes y originales del Alto Uruguay. En el salón parroquial –muchas veces insuficiente para tantos consumidores- se instala una banda de las más cotizadas de la región, y entre baile y baile el público se va deleitando con abundantes porciones de pan dulce casero –en la jerga. kuka- con chorizo también casero -el maestro productor es Licio Schlozer- y copiosa cerveza.
“El baile es puramente cervecero, muchos corridos, balerón, chotis, algo de chamamé. Acá viene toda la familia a bailar”, contó Lory, una señora muy fanática de estos eventos. “Bailar música de banda se aprende solo, a quien le gusta este tipo de música aprende a hacerlo enseguida”, apuntó Cecilia, empleada mercantil de 25 de Mayo que concurre con su esposo David.
La finalidad benéfica es una de las características de estas reuniones sociales, como la también muy popular Fiesta Municipal del Carro en Paraje Itatí de 25 de Mayo, que congrega multitudes. Y el baile es al aire libre, en patios con piso de aserrín. Lo que se gana con la cantina, con la tarjeta del asado y con las entradas se reinvierte en infraestructuras que están a la vista: playón deportivo, salón de usos comunitarios, batería de sanitarios.
A esa misma conclusión se arriba observando los bailes semanales en capillas y escuelas de Campo Grande, Campo Viera y sus colonias. La tradicional banda Compás de Amor de Campo Grande ameniza matinés bailables -de 14 a 22 y de 18 a 14 horas-, ferias de comidas y bailes vecinales casi todos los fines de semana. Y con un agregado: estas fiestas se transmiten a través de Radio Más.
Los bailes con bandas locales como Río Azul y Constelación, en salones comunitarios -Capilla Cristo Rey, San Juan Bautista, Escuela 551- del 25 de Mayo rural persiguen igual finalidad: reconstruir un salón, arreglar una escuela, ayudar a un enfermo.
Tal vez la demostración más contundente de reinversión de las ganancias obtenidas en concepto de entradas sea en el Alto Uruguay el gigantesco salón de fiestas que hoy tiene el Club Social y Deportivo Independiente del pequeño poblado San Francisco de Asís -municipio de Alba Posse-, emplazado en estratégico punto intermedio entre Santa Rita y 25 de Mayo.
A dos cuadras de la ruta provincial 9, la entidad, fundada en 1972, exhibe con orgullo una bien cuidada cancha de fútbol y un salón cubierto de 35 por 27 metros más un sótano de 8 por 35. El local está dotado de todos los servicios. “Soy dirigente desde hace 20 años y llevo 8 como presidente”, señaló Carlos Ziemann, vecino del lugar.
La entidad cuenta con 60 asociados. “A los bailes que nosotros organizamos se suman las fiestas de casamiento y los cumpleaños de los vecinos. Ahora hicimos un paréntesis por la Cuaresma; yo no soy católico pero respetamos la tradición. Aquí no entran menores. A fin de mes tenemos asamblea para cambiar la comisión directiva. La obra se hizo con fondos propios y con subsidios del Gobierno provincial”.
Las fiestas del Independiente convocan bailarines desde Aurora a Villa Bonita y de 25 de Mayo a Alba Posse, porque las bandas brasileñas de moda son contratadas asiduamente. Esto trae un extra: cada banda llega cortejada de muchos bailarines brasileros de Mauá y sus alrededores, porque la diferencia cambiaria incide.
La juventud en los bailes
Cali –apodo del presidente del Independiente- relató: “Mi papá era un gran bailarín y yo cuando hay un recreíto de cada fiesta, también bailo”. Al hablar de sus hijas, contó que “Lorena es maestra y gusta del baile, igual que Priscila, que está en la universidad”. La tradición continúa.
En Aristóbulo del Valle los bailes de colonia perdieron vigencia. “La juventud urbana se refugia en los boliches bailables, salvo las pocas veces que viene al Club Caza y Pesca alguna banda brasilera”, observó Marina.
Pero los feriantes tienen éxito asegurado cuando festejan su aniversario con un mix de almuerzo seguido de baile, como el que están preparando para mayo en Salto Encantado con Los Granjeros. En estas fiestas el público está repartido entre los adultos y los jóvenes. Sin embargo, en 25 de Mayo Cecilia y David sostienen que los jóvenes del pueblo se desentienden de este tipo de música.
Al consultarles por qué van a estos bailes, contaron: "Por diversión, para distraernos de la rutina de la semana. La persona que siempre va a bailar es más feliz y se garantiza más años de vida”. Otra persona destacó que estos eventos “permiten conocer gente nueva, es más fácil conseguir pareja y diversión sin sentirse controlados, descargo de energías, evasión de los problemas y por pura recreación”.
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