El chiste empezó antes del Mundial con la famosa cancioncita que pergeñó un hincha bajo la ducha: “Brasiiillll decime qué se sienteeeeee, tener en casa a tu papáaaaa…”. ¿Su papá? ¿Alguien que sólo ganó dos Mundiales le dice al único pentacampeón que es su papá? Y todo porque en el Mundial de 1990 Maradona se inventó una gran jugada contra Brasil que culminó en gol y el partido terminó 1 a 0 para Argentina. Que después Argentina perdiese aquel Mundial no parecía importante. Que después de aquel partido Brasil ganara el Mundial de EE UU en 1994 mientras el papá era apeado en octavos, tampoco; que Brasil disputara la final de 1998 mientras Argentina se quedaba en cuartos no parecía reseñable; que Brasil ganase el Mundial de 2002 mientras el papá era eliminado en la primera ronda, no venía a cuento.
Gentileza Francisco Peregil
Diario El País. España
“A Messi lo vas a ver…”, decía la canción, “Maradona es más grande que Peléeee”. Los brasileños insisten en que Pelé ganó tres Mundiales y Maradona uno. Pero la canción era irresistible y los futbolistas argentinos bailaban al ritmo de ella. Argentina parecía disfrutar la suerte de los ganadores.
A unos les tocó el grupo de la muerte y a Argentina el de la suerte. Y a pesar de eso, se vio en apuros. A Bosnia le ganó por 2 a 1 con un gol en propia puerta de Kolasinac; a Irán, por 1 a 0 en el minuto 90; contra Nigeria ganó 3 a 2. Después le tocó Suiza y sólo pudo derrotarla en el minuto 118. A Bélgica le ganó por 1 a 0. Y a Holanda le venció en los penaltis en uno de los partidos más soporíferos del Mundial.
Para entonces, Argentina se sentía capaz de todo. El país se había subido a una ola de optimismo. Parecía una cosa de locos teniendo en cuenta que Alemania acaba de meterle 7 goles a Brasil. Pero llegó la final y resultó que Argentina le perdonó la vida hasta tres veces a Alemania. Y con Di María en el banquillo. Y con medio Messi. Y ahí estaban, rozando la gloria gracias a esa locura.
¿A qué se debe esa sobredosis de confianza tan necesaria en el fútbol? Dicen que va en los genes. ¿Y por qué? Hay muchas respuestas. Pero vamos a quedarnos con la que aventuró uno de los argentinos más ilustres, Domingo F. Sarmiento en su Facundo, allá por 1845, cuando la nación apenas llevaba 30 años en el mundo: "Este hábito de triunfar de las resistencias, de mostrarse siempre superior a la naturaleza, desafiarla y vencerla, desenvuelve prodigiosamente el sentimiento de la importancia individual y de la superioridad. Los argentinos, de cualquier clase que sean, civilizados o ignorantes, tienen una alta conciencia de su valer como nación; todos los demás pueblos americanos les echan en cara esta vanidad, y se muestran ofendidos de su presunción y arrogancia. Creo que el cargo no es del todo infundado, y no me pesa de ello. ¡Ay del pueblo que no tiene fe en sí mismo! ¡Para ése no se han hecho las grandes cosas!”.
Gracias Francisco Peregil por permitir compartir esta nota.
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