Por paulo ferreyra
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“Vine con la idea de quedarme definitivamente. Una de las razones es el paso del tiempo, sopesé muchas cosas, mis viejos se están poniendo mayores y mis hermanos que crecen y van madurando. Después de 13 años de estar en Madrid que pasaron como sin da, cuando ya me había arraigado y había superado la nostalgia de los primeros años. Cuando incluso ya manejaba aspectos luminosos para la literatura ahora decidí volver a Corrientes”.
“Esto es parte de la entrevista, no?”, pregunta Rodrigo Galarza y la charla corre como un torrente. Estamos en el bar de una librería en la ciudad de Corrientes, hay música de fundo que sale de una computadora pero también del bullicio de unos niños que pintan un par de mesas más allá. El clima es agradable y afuera la luz artificial ya ilumina las calles de cemento.
Rodrigo Galarza ha publicado “Soles Dormidos”, “Cuentionario”, “Ráfagas de pájaros”, “El desierto de la sed”, “Parque de destrucciones”, entre otros. Después de trece años en Madrid, España, decidió volver a Corrientes. “Decidí volver – continúa Rodrigo – volver a empezar, no de cero, pero volver a empezar. Cuando cambias totalmente de vida tenés que readaptarte a ciertas cosas. Hay que acomodarse a determinados contextos. Surgen aquí los miedos, porque al fin de cuenta siempre vienen los miedos. Cuando me fui de acá me fui con mucho miedo a lo desconocido y el regreso es el miedo a lo conocido, lo que mas o menos sabes cómo es, pero te sorprenden ciertas cosas”.
“El desgarro de la identidad”
Los primeros años en Madrid Rodrigo Galarza tuvo un trabajo muy fuerte de integración de lo nuevo. Cuenta el poeta que en un momento los parámetros de tu historia no sirven de nada ante esta nueva ciudad porque los parámetros sociales son otros. “Entonces tenés que adaptarte y hay un desgarro de lo que vos siempre pensaste de las cosas, del entorno, de ti mismo, se desgarra tu identidad, se hace jirones y se mete en lo nuevo. Integrarte lleva tiempo, un trabajo emocional muy fuerte. Primero lo tuyo se defiende a manotazos de lo nuevo porque lo nuevo es muy fuerte. Lo nuevo te avasalla. Uno forma parte de todo este juego porque uno también quiere llegar a todo lo nuevo”.
Con respecto al lenguaje destaca que hay giros idiomáticos que tienen otro significado o cobran otro sentido en la situación comunicativa. La relación corporal es diferente y el tono es directo. La noche se tiñe de duendes y cobra vida, “no sé cuando bares y restaurantes hay por metro cuadrado pero hay muchos en Madrid. La cocina es muy amplia, muy elaborada y todo lo consideran como patrimonio suyo”. Cuenta que hay platos que vienen de la pobreza, de la pos guerra que ellos lo consideran como propio y lo podes comer en cualquier bar o restauran. “Aquí dónde vas a comer un locro, es muy difícil encontrar un plato típico de la zona en un restauran”, desliza y comienzan las comparaciones.
Rodrigo Galarza cuenta que una de las adaptaciones que tuvo que hacer fueron visuales, los edificios están todos encajonados. Allá es mas cerrada la vista, acá ha más espacios dentro de la ciudad y ni hablar si uno sale de Corrientes. El concepto Madrid es el de ciudad árabe, no hay paralelas, todo es laberíntico para que no se filtre el sol y las calles son finitas, esta fresco ahí abajo. Eso te da una configuración visual diferente, no se ven los cables de electricidad o teléfono, aquí en cambio los cables tejen nuestro cielo.
“El poeta corrientero”
El poeta nacido en Caa Catí participó de las lecturas de poesía en los bares madrileños y también organizó muchos recitales de poesía. Poco a poco fue difundiendo poesía de sus contemporáneos madrileños y argentinos. Sus ciclos de lectura tenían nombres de autores u libros argentinos. Mientras habla revuelve el café, no alcanza hacer una pausa y me dice “ahora estoy en estado rumiante. Todo esto que me esta sucediendo seguramente decantará en la palabra. Pero los cambios operan en mí tardíamente”.
Estando en Madrid Rodrigo Galarza publicó “Desierto de la sed” y “Parque de destrucciones”, dos libros que en apariencia son diferentes pero tienen una concepción subterránea. El primero es un libro con textos muy cortos y mucho blanco alrededor, muy esencial lleno de sustantivos y verbos, sin adjetivos. “Después – continúa – seguí rumiando el desarraigo y salio otro libro con una descarga emocional quizás mas fuerte, es un libro torrencial, con un gran ritmo y con mucho encabalgamiento. En el fondo los dos libros se tocan porque esta el desarraigo”.
“Parque de destrucciones salió a borbotones, la primera escritura fue brutal, están ahí muchos referentes de Madrid algunos muy explícitos y otros más vedados pero que significan mucho para mí”, cuenta. “El libro hasta la mitad es de Madrid y después es todo de acá, referentes como el rió y otras cuestiones emergen sin que las pueda medir o palpar”.
“Los cambios y las tranqueras que vas cruzando te va reconciliando con la ciudad. Porque por un lado hay una contradicción, porque si estás ahí es porque te gusta, estas ahí por algo, nadie te obliga, era un exilio totalmente voluntario. A pesar de todo esto el desarraigo está presente”.
“Cuando te vas soltando recién te vas haciendo mas amigable a la ciudad. Comenzó abrirse mi cabeza y fui disfrutando de distintas cosas. La relación se abrió de otra manera. La sensación de estar aprendiendo de los demás y ellos aprendiendo de mi o de lo que puedo mostrar. La gente te recibe de otra manera, había un poeta que me decía ya que sos de corrientes te llamo corrientero”, concluye.
“La música debe estar en la poesía”
En estos trece años se ampliaron los registros del poeta, venía haciendo una poesía imbuida del barroco americano, devenida de los grandes poetas argentinos y correntinos, Francisco Madariaga, Jorge Sánchez Aguilar, digamos que por ellos hablan otras voces, toda la vanguardia francesa, el barroco americano, Oliverio Girondo, entre otros. A través de ellos venía desarrollando una poética del paisaje, del hombre dentro del paisaje, cargado de emociones personales. Este viaje le permitió una ruptura de Corrientes, buscó otros causes, otros ritmos, otra forma de ver la palabra, mas urbana en algunos casos.
Lo que no ha cambiado en la poesía de Rodrigo Galarza es el uso de la sinestesias, hay mucha metáfora, la musicalidad de verbo sigue primando casi a nivel parnasiano. “Cuando la poesía se hace urbana se torna arítmica, sin embargo para mi la música debe estar en la poesía. Ahora me voy animando a nuevos tópicos y se vuelve más amplio la autocensura.”
“En realidad no hay manera de ser libre porque para ser libre tenés el lenguaje que se convierte en un balbuceo de lo que quisiste decir, la imagen poética siempre es mucho mas contundente, mas fuerte y mas precisa en la mente que en la escritura. Nunca creo que el poeta esta conforme en la traducción de la sensación poética que ha tenido con la escritura misma. Es decir el lenguaje separa, en ese sentido un poeta alemán romántico decía que el lenguaje es el mas peligro de los bienes del ser humano en el sentido que así como comunica, y hace ver la comunión de los hombres también separa, esta la mentira, la corrupción del lenguaje, esta el meta lenguaje, el lenguaje es complicado”.
“Nunca se logra traducir del todo, la poesía se manifiesta de una forma y después uno hace lo que puede, de ahí viene el trabajo y la transpiración, el talento. En mi caso creo es 10 por ciento de talento y 90 por ciento es trabajo, transpiración y más trabajo. Aledo Meloni por ejemplo es un gran trabajador de la palabra, por eso tiene poemas cortos, porque es un trabajo muy fino, una trabajo de rumiante, hay un run run hasta que sale. Si uno entra a destiempo se ahoga ese run run. Se va la imagen o una palabra”.
“Los ojos en la patria chica”
Estamos bordeando una hora de charla con Rodrigo Galarza, la taza de café a un costado, sus manos sobre la mesa y su regazo, su mirada atenta, el peinado que no cambia. La música reina de fondo, los niños ya se han ido, ahora suena Vivaldi mientras nosotros hablamos del tekó correntino.
- Una vez dijiste que los ojos de Madariaga no se fueron de Yaguareté Cora, ¿Tus ojos dónde están? ¿Qué miran tus ojos?
Mis ojos no se fueron de mi patria mas intima. Mis ojos están en mi pueblo Caa Catí, sus esteros, sus alrededores, sus grandes llanos, las palmeras, el olor de los caballos. En mi infancia yo andaba mucho a caballo, tenia en el fondo de mi casa un caballo, de hecho con mi hermano Ramiro amansamos un caballo a fuerza de cariño, eso decíamos. Mi relación con los caballos es muy fuerte.
Incluso en Madrid, en el barrio donde vivía a veces había guardias a caballo. Antes de doblar la esquina yo le decía a la persona con la que iba que estaba la montada por el olor a caballo. La sensación de cabalgar, esa sensación me sigue y me sustenta, cabalgar al alba o al tardecer, o bien nadar a caballo en la laguna, es una cosa que no se olvida, ahora que he vuelto espero poder hacerlo. Recuerdo la sensación de ir a caballo en pelo, el torso desnudo e ir con el caballo en la laguna es una especie barcaza que se hunde y vuelve a salir a flote, uno va como surfeando sobre el caballo.
Esa es mi patria chica, también están mis padres, mis hermanos, mi pueblo que ahora esta mejor, que cambió mucho, la patria mas amplia, la cultura argentina, el tekó correntino, el tekó argentino.
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