por Miguel Ángel Féderik
Desde la bíblica esposa de Lot, la mujer ha tenido una mirada prohibida y hasta un castigo de sal si se atrevía. Prohibir esa mirada, era también prohibir el cuerpo y cierta perspectiva del mundo, y para ello se inventaron las costumbres, las clausuras sociales, los mandatos y los lugares prohibidos del lenguaje, según los géneros.
Para derribar esas paredes las más osadas recurrieron a ciertas máscaras: los seudónimos masculinos, o como Juana de Arco o George Sand, a las armaduras y las vestimentas masculinas. El inicio del S.XX las vio luchar por derechos civiles tan atrayentes como hacer visibles sus tobillos, votar en democracias, navegar aviones y sobretodo fumar en lugares públicos.
Juan Meneguin – Estefanía Ceballos – Miguel Ángel Federik |
Gioconda Belli, nicaragüense, dice en “Conjuros de la memoria”: No sé si un sol desmedido y burlón/ me atravesará de punta a punta/ cuando salten de mi pecho todos los ritos guardados,/cuando se rompan las oscuridades/ de mi perfecta catedral secreta/ con el sostenido sonido del órgano medieval/ ululando su voz de parto,/ su alarido de queja y de tristeza….
Estefanía Ceballos lo cuenta y canta de este modo:
El momento de las campanas llega desprevenido
los enigmas burbujean entre las paredes del templo
se levantan nubes de un misterioso humo surgido
entre las ranuras
imágenes que despiertan salpicadas de fuego
los salmos / las suplicas / y santos que bailan en mi cintura.
Ya es hora de saber que hace rato, las mujeres tomaron la palabra. Y como todos podemos acudir a San Google en un instante, cito al vuelo: Rosa Romojaro; Blanca Andreu; Almudena Guzmán, Esperanza López Parada y Ana Rosetti, por España y por nuestra América: la Gioconda Belli que dije, o la cubana Zoé Valdez o ecuatorianas como Maríaluz Albuja, Patricia Noriega, Beatriz Vera; o Mercy Carmona que ha escrito un poema llamado “Lo que Lot no sabía”, donde retoma ese tema, tan caro por cierto a Wislawa Symborska o Anna Ajmátova, con el que dieron cuenta de su condición mujer en la palabra y ese mirar y mirarse, mientras atravesaban todos los totalitarismos de forma y de sentido.
Gioconda Belli llama a uno de sus libros: “El ojo de la mujer” y Estefanía Ceballos titula un interior del suyo: “ (de) una hembra sin ojos” y cómo en la lengua no hay casualidades, los paralelismos y las oposiciones importan, ya que son la clave de sol de otra melodía. 1Laura Yasan subtitula su Introducción a este libro: Entre la niña santa y la hembra salvaje y razón le cabe, porque lo primero que debemos decir de la poesía de Estefanía Ceballos es que se inscribe en esa tradición de la lengua por ambas orillas del atlántico. Y digo “tradición” sabiendo que es algo provocativo ante una poeta joven y un primer libro. Recuerdo entonces a Seamus Heaney: -Hoy se enseña a considerar la herencia poética (como) una imposición opresiva, y a desconfiar de ella por sus latentes discriminaciones en el ámbito del género, sus privilegios y marginalizaciones en los ámbitos de clase y de poder. Estas sospechas pueden resultar bastante saludables si las abriga una mente informada por aquello, de lo cual se le enseña a sospechar; pero tal sospecha probará ser lamentablemente destructiva de la memoria cultural si se induce en las mentes que carecen en absoluto de posesiones culturales.
En este libro vemos que memoria, formación, recuerdos, ecos, son afluentes a su canto, espigas de su tallo, mariposas de su estatura, trasluz y contraluz de su palabra: serás mi guarida en las noches desesperadas /cuando la infancia se vuelve monstruo / y de las estrellas cuelgan pedazos de piel seca / llegaré a tu mundo con los recuerdos clavados en la mirada / las manos sangrantes los pies desnudos / en la mochila arrastro trozos de los diez templos / en los que supliqué piedad / y un rosario de caracoles muertos.
Siempre es bueno distinguir entre “innovación” y “actualidad” ya que los almanaques no aseguran nada y salvo en el platónico mundo de las ideas y las formas puras, la originalidad no existe. Nada es original. Nadie es original. Y como estoy en Corrientes digo en secreto: ni siquiera Platón, porque los guaraníes ya distinguían entre Yvy Tenondé e Ivy Mará Ey entre lo real y este mundo de imágenes y reflejos, sólo útil para adquirir cada uno sus palabras-almas, hacer su viaje y en el mejor de los casos hacerse de un canto verdadero. Todos nacemos a una lengua: y esa lengua en la que una vez aprendimos a hablar, es la misma que alguna vez nos habla.
Estefanía sabe muy bien los inmensos poderes que la sujetan a ese vórtice, a ese ojo de la tormenta que debe vencer para desatarse entera y entonces su palabra se vuelve petición, aullido y conjuro: He sido una presa fácil // es innegable// un agujero negro que se cierra / las alas de un pájaro sombrío que emprende / su vuelo inaugural…
Más de una década después estoy sentada sobre las cenizas// del mismo entierro ///Escarbando en huesos secos// Sostenida por un papel vacío.
Decía Antonio Machado: -Creí mi hogar apagado,/ y revolví la ceniza…/ Me quemé la mano. O para decirlo con unos perdidos versos de Horacio Ferrer: Vio a la rosa sin corpiño en primavera,/ vio a la musa y vio a la leche derramadas,/ vio gozar a su ventana destrancada/ y a la mar desabrocharse las riberas./ Y de pronto, a cuatro manos se desata, / todo entera piel, presagios, blusa y pelo / se descose el vientre, el alma y los recuerdos / meta y meta desatar desaforada…
Estefanía cierra el poema “Entre cenizas”…. diciendo: Quisieron de mi una geografía detallada /// Pero aquí me tienen / en cuclillas y pariendo espasmos. Y cualquier coincidencia con la realidad que todos vemos y pocos dicen: es poesía. Lo demás son publicidades de pañales, jingles políticos, los malos olores del gobierno o de las sabanas de fulanita; el venenoso gel donde se hunde la palabra cada día…como si ello fuera ajeno a esta decadencia y a este descuartizamiento diario de la lengua, al que asistimos como pavos borrachos. Por eso hay aullidos. Por eso tiene chirridos, imprecaciones y maldiciones la poesía. Y esta poesía.
La poesía ha sido, es y será una jurisdicción de resonancias y de ausencias….Machado decía: A distinguir me paro las voces de los ecos, y escucho solamente entre las voces una… Y sólo elige quien sabe, no quien acierta. Y Estefanía, diáfanamente, ha elegido lo mejor de la tradición de ambos mundos: el escuchado, el vital y el leído.
Todos nacemos a una lengua que ya es una tradición en sí misma; pero si a ello le agregamos el haber nacido en una casa siempre llena de literatura y de poetas vivos, de pintura y pintores vivos, de melodías y de músicos vivos, comprenderemos esta primera estación de la odisea frutal de Estefanía hacia sus islas de libertad y conocimiento…y porque no le hacen mal a su palabra, ni las modas al uso ni las herencias recibidas, pues está protegida por esos saberes, en el sentido que Seamus Heaney decía.
Los maestros vivos son imprescindibles porque luego sus obras completas, no incluyen aquello iluminante en este o en aquel sentido. El magisterio vital es distinto de las obras completas, pues a las tetas de papel sólo se le saca literatura, y a los maestros o maestras vivas: astillas de otro ciclo, brotes de la reincidente maravilla. La poesía no es un verso feliz, sino un estado. Cuanto sucede después en lengua y es comunicable: siempre es saldo y ceniza de aquello. Entre la conmoción y el poema, sucede su traducción a mundo, cuestión que ya es arte y que sólo por arte, se sostiene -inclusive por silencios- en la lengua:
“Más de una década después estoy sentada sobre las cenizas
del mismo entierro
Escarbando en huecos secos
Sostenida por la nada de un papel vacío//
La novedad Estefanía consiste en un delicado lenguaje que no teme a tópicos del realismo sucio o de la palabra situada, ni a los muros que los entornos imponen…Y digo delicado, porque si leemos los epigramas de Marcial -S. II de nuestra era- veremos con nombres propios los desaforados vocabularios sexuales, con los que algunos desprevenidos, creen sorprender al buen burgués de hoy…Pero ya no se trata de sorprender al buen burgués, sino de salvarse en una lengua que ya dijo todo eso; y ahora debe decirse de otro modo. Es decir, la fractura geológica que Estefanía explora con esa frescura y esa alegría de Isadora Duncan entrando en Grecia, ya estaba abierta por cierto; pero aun viajando por las mismas autopistas, su viaje es distinto, porque ella es distinta. Y no lo oculta. Ha visto su cuerpo, como si a la vez oyera las lenguas que la hablan…Nadie se baña dos veces en el mismo idioma, porque los idiomas son como ríos. Mi maestro, Luis Rosales, en su discurso al recibir el Premio Cervantes dijo: la lengua no es un sistema de comunicación, sino de instalación vital; y quien no ha aprendido a hablar su lengua, no ha aprendido a vivir. Estefanía oyó ese llamado en siestas correntinas mientras todos dormían… escuchó el si menor de un suspiro, traspapelado en goznes de una ventana oxidada; la procesión por dentro, las claves de sol como paraguas, una partícula de tiempo corrompida, la bicha más mujer de todas las bichas… que le permite escribir “La grieta”, poema con que cierra este libro.
“Desde la guarida” implica una expectación, una maduración en curso bajo amparos, un zarpazo a punto de suceder por la alegría: la cacería y el degüello de todos los fantasmas del camino…Hija de tigre y tigresa ella misma, -ya andada de mundo- desgarra las vestiduras de la lengua y rumia y después, sólo después, cabalga desnuda hacia el encuentro espejado de las lagunas doradas de la poesía que una voz mujer viene tallando, para completar la lengua, inclusive ante la voz varón de esa luna, que aquí fuera masculina.
Ha elegido el verso libre, que ya tiene más de doscientos años, pero que aun domina el espectro escritural, aunque otros apelen a antiquísimas fórmulas orientales como el hayku, o latinas como los epigramas y las estelas. Eso sí, Estefanía no confunde renglón con verso y guarda -en general- la amabilidad de darnos en cada línea una unidad prosódica de sonido y sentido. Su modo es coloquial, desafiante, cínico por momentos, erótico puesto que como se debe, escribe con su cuerpo, y mantiene un exacto equilibrio entre lo urbano reciente y su infancia junto a un rio y las hondas siestas de provincia. También proviene de talleres literarios; y todas estas características son comunes a su tiempo…Pero ella es distinta.
La lengua es un tren que pasa y toda generación tiene el derecho y la obligación de leer y escribir de nuevo el mundo, ya que toda generación acaba en sí misma…pero el arte -que estaba antes- es lo que permanece… como decía Giorgos Seferis…O para quienes adscriben a los teóricos: Bajtin ya advirtió: “- …todas las voces anteriores a un autor y a un texto se expresan a través del nuevo autor y el nuevo texto, en una suerte de diálogo permanente” y la otrora niña de Alvear, escuchó -quizás antes de nacer- al Coco Madariaga diciendo: -Ya es tarde para ser de una sola provincia… y todo cuanto le seguía a aquellos versos, de aquel tren casi fluvial que es la lengua, en definitiva.
Ivonne Bordelois ha dicho: - Pero ¿dónde está, en qué lugares se refugia la poesía en nuestros días? No, ciertamente, en los premios que suelen concederse a los mas atléticos de entre los mal llamados poetas contemporáneos; y tampoco en la habitual resaca de los suplementos culturales o de las revistas y las publicaciones pretendidamente destinadas a ella. Si queremos ser constantes y coherentes en su búsqueda, tenemos que abocarnos a esta tarea de detectives del espíritu mientras sepamos y creamos, como yo lo creo, y firmemente, que la poesía subsiste siempre, cualesquiera sean las circunstancias, porque es la chispa más interna, el latido más profundo del lenguaje, su sol subterráneo y necesario.
(Por estas lindes, mi paisano, Alfredo Veiravé una vez retomó aquel tópico becqueriano: podrá no haber poetas, pero siempre habrá poesía… que citado a continuación de los “atléticos” de I. Bordelois cobra un matiz crítico preocupante…)
La poesía real renuncia siempre a tres fantasmas reincidentes: el prestigio a toda costa, el canon generacional y la palabra de invernaderos…ya que toda innovación sucede en el horizonte. Y no hay horizonte sin intemperies….O como decía Rilke: debes aprehender a amar la soledad que otros temen.
Las generaciones florecen y caen como las hojas, las naciones desaparecen de la faz de la tierra; el arte permanece… Y es arte la poesía. Palabra en el tiempo, tradición de la ruptura, como Octavio Paz ya dijera.
Tigresa en su guarida: Es un demonio esta niña que me habita / quisiera matarla/ quedarme sola de una vez/// en la mitad que me pertenece. y aquí comienza su vuelo, puesto que -desaparecida o despreciada la poesía oral- en este presente no hay escritores sin libro.
No me gusta el ritual de suprimir comas, puntos y comas, suspensivos, interrogantes o admirativos, porque su prosodia escritural es tan diáfana de ritmo y de sentido, que no ponerlos, es menos hacer una partitura abierta, que una condescendencia modal, sin sentido. Me gusta si su hembredad, su otra mirada, su coherencia feroz, su maldición para ser contra todas las melancolías…Conozco, en estos tiempos, pocos primeros libros de este talle y esta coherencia…No es una colección de poemas, es un libro.
Así que, bienvenida Estefanía Ceballos a estas soledades…a estos paragüitas de hule, abiertos sólo por quien sabe pintarlos como si pintándolos los abriera…Lo demás es la lengua… y las intemperies sin fin, que ya sabes…
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