por paulo ferreyra
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El viernes por la tarde, mientras el sol resistía morir ante una tarde cargada de calor y humedad, en el edificio del Museo Antropológico de “Casa Martínez” se realizó el homenaje a Cacho González Vedoya. El poeta quien compuso obras emblemáticas como “nati campanero”, “miguelito el farolero”, “sinesio el barrilero”, “valdez carpinchero”, “cambá rulito”, “Dorico”, obras compuesta con Pocho Roch, pero además compuso la inolvidable obra de “por santa rosa me voy al río” junto a Antonio Tarrago Ros. La poesía de Cacho viene musicalizada y los músicos como Tajy, Mario Bofill, Edgar Romero Maciel, Mateo Villalba, entre tantos otros que no tuvieron reparo en musicalizarlos.
Antes de comenzar el homenaje Myriam Fleitas leyó una biografía de Cacho González Vedoya escrita por Pedro Zubietta. Seguidamente sentados bajo el alero de Casa Martínez, María Laura Ribas comenzó a entrevistar al poeta, “la intensión es una entrevista en profundidad, escarbar un poco su vida y su obra”, resaltó la periodista.
“El hombre es un poco como el río, el río tiene una manera de hablar, entonces por momentos está calmo, nervioso o alegre, creo que somos como el río en ciertas circunstancias de la vida. Pero el río tiene algo más, el río es eterno”, deslizó. Al ser consultado sobre su poesía y la música Cacho expresó que tiene incorporado la música desde muy chico. “La estructura musical esta en mí y la poesía sale con música. Cuando escribo incluso poesía libre me dicen algunos que ya tiene música”, comenta el poeta.
Los anécdotas y comentarios fueron escudriñando la vida de Cacho y la emoción llegó rápido y golpeo sus ojos y truncó la voz. Hubo un silencio, después se salió del pozo con un sapukái y aplausos muy largos. Sobre el origen de sus composiciones, de sus poemas Cacho hace una pausa y advierte, “hoy justamente estuve pensando de donde vengo a escribir canciones y poemas, pensaba que todo es de Itatí, mi pueblo allá por los años 40 y 50. De Itati viene todo, mi padre, mi madre, mi hermana eran maestra. Mi padre escribía poesía, el fue mi primer maestro y en el fondo uno quiere ser como el viejo, yo quería ser poeta como mi padre”, advierte.
“Si de algo quizás pueda jactarme en la vida que es viví mucho, yo me me fui al corazón y a la parte espiritual de la gente. Itati me dio mucha más de lo que yo pude devolverle. Antes Itati eran tres cuadras de este lado del río. Allá nos conocíamos todos, uno se enfermaba y al otro día yo iba a preguntar como amaneció. Un ambiente muy amoroso. La raíz de mi poesía esta en Itati”. Por último el poeta adviertió que “los poetas no deben mentir, sobre todo si pertenece a la juglaría, el que cuenta las cosas de su pueblo. Hay que ser fiel al pueblo”, concluyó.
En los árboles una chicharra canta y se corea con otra, el sonido cuesta arrancar y después se extiende sin fin. Sopla una brisa y las hojas más altas se mecen, la briza no llega al rostro. Sobre la amistad Cacho se quedó sin palabras, “hablar sobre ello me conmueve, ni la palabra se puede tocar. Volviendo sobre mi escritura quiero aclarar que no quiero escribir lo que no me duele”, destacó. Por último Cacho González Vedoya recibió una distinción por parte de su amigo Héctor Belaustegui, “felicito a quienes organizaron este encuentro. Los homenajes hay que hacerlos en vida, para que un creador como Cacho pueda palpar el cariño de la gente”, resaltó Belaustegui.
El viernes por la tarde, mientras el sol resistía morir ante una tarde cargada de calor y humedad, en el edificio del Museo Antropológico de “Casa Martínez” se realizó el homenaje a Cacho González Vedoya. El poeta quien compuso obras emblemáticas como “nati campanero”, “miguelito el farolero”, “sinesio el barrilero”, “valdez carpinchero”, “cambá rulito”, “Dorico”, obras compuesta con Pocho Roch, pero además compuso la inolvidable obra de “por santa rosa me voy al río” junto a Antonio Tarrago Ros. La poesía de Cacho viene musicalizada y los músicos como Tajy, Mario Bofill, Edgar Romero Maciel, Mateo Villalba, entre tantos otros que no tuvieron reparo en musicalizarlos.
Antes de comenzar el homenaje Myriam Fleitas leyó una biografía de Cacho González Vedoya escrita por Pedro Zubietta. Seguidamente sentados bajo el alero de Casa Martínez, María Laura Ribas comenzó a entrevistar al poeta, “la intensión es una entrevista en profundidad, escarbar un poco su vida y su obra”, resaltó la periodista.
“El hombre es un poco como el río, el río tiene una manera de hablar, entonces por momentos está calmo, nervioso o alegre, creo que somos como el río en ciertas circunstancias de la vida. Pero el río tiene algo más, el río es eterno”, deslizó. Al ser consultado sobre su poesía y la música Cacho expresó que tiene incorporado la música desde muy chico. “La estructura musical esta en mí y la poesía sale con música. Cuando escribo incluso poesía libre me dicen algunos que ya tiene música”, comenta el poeta.
Los anécdotas y comentarios fueron escudriñando la vida de Cacho y la emoción llegó rápido y golpeo sus ojos y truncó la voz. Hubo un silencio, después se salió del pozo con un sapukái y aplausos muy largos. Sobre el origen de sus composiciones, de sus poemas Cacho hace una pausa y advierte, “hoy justamente estuve pensando de donde vengo a escribir canciones y poemas, pensaba que todo es de Itatí, mi pueblo allá por los años 40 y 50. De Itati viene todo, mi padre, mi madre, mi hermana eran maestra. Mi padre escribía poesía, el fue mi primer maestro y en el fondo uno quiere ser como el viejo, yo quería ser poeta como mi padre”, advierte.
“Si de algo quizás pueda jactarme en la vida que es viví mucho, yo me me fui al corazón y a la parte espiritual de la gente. Itati me dio mucha más de lo que yo pude devolverle. Antes Itati eran tres cuadras de este lado del río. Allá nos conocíamos todos, uno se enfermaba y al otro día yo iba a preguntar como amaneció. Un ambiente muy amoroso. La raíz de mi poesía esta en Itati”. Por último el poeta adviertió que “los poetas no deben mentir, sobre todo si pertenece a la juglaría, el que cuenta las cosas de su pueblo. Hay que ser fiel al pueblo”, concluyó.
En los árboles una chicharra canta y se corea con otra, el sonido cuesta arrancar y después se extiende sin fin. Sopla una brisa y las hojas más altas se mecen, la briza no llega al rostro. Sobre la amistad Cacho se quedó sin palabras, “hablar sobre ello me conmueve, ni la palabra se puede tocar. Volviendo sobre mi escritura quiero aclarar que no quiero escribir lo que no me duele”, destacó. Por último Cacho González Vedoya recibió una distinción por parte de su amigo Héctor Belaustegui, “felicito a quienes organizaron este encuentro. Los homenajes hay que hacerlos en vida, para que un creador como Cacho pueda palpar el cariño de la gente”, resaltó Belaustegui.
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