Por paulo ferreyra
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"Antes que nada queremos decir que somos puká, no puka del dibujito, sino que somos puká. Puká se le ocurrió a Víctor Piñeyro porque nosotros en los ensayos siempre nos reímos mucho", desliza en la apertura de la velada y para subrayar sus palabras sonríen ampliamente, los hombres con los labios y la dama con una boca dulce y mostrando sus dientes de marfil.
Hay gestos, sonrisas y miradas entre los músicos. Un niño en una mesa golpea lentamente los cubiertos al ritmo de la música. El repertorio está muy cuidado, hay una lista y llagaron a esta velada con una propuesta clara. Por momentos el trío se despoja de los títulos o comentarios y la música se escurre mientras llega al público como si fuera una ola fresca que sala nuestros cuerpos con aroma, color, brisa o alimentos de otras latitudes.
Antes de la media noche se hace una pausa, vuelven después de unos diez o quince minutos. La sonrisa vive en ellos. Choko habla de Tamandua Maluco, con quien estuvo 14 años y expresa que la música va más allá de "saber un acorde o aprender de memoria la canción. Además tiene que estar presente el swing o la magia que lleva cada música", resalta. También aparecerá una invitada especial, Lucia, "ella es fanática del grupo y hoy la vamos a invitar a cantar con nosotros", expresan.
La noche es cálida, las mesas renuevan sus vividas y se caldean en conversaciones muy aminadas, algunos se mecen en sus sillas moviendo los hombros o la cabeza. Los nombres de Elis Regina, Toquinho, Vinicius de Moraes, Djavan, entre otros sobre vuela en el bar de Corrientes. Choko explica algunas historias de canciones, autores, lugares de Brasil, mientras sus compañeros beben agua y el acaricia su vaso de vino mientas habla, habla, habla. Choko es simpático, dueño de una sonrisa sin igual, por momentos nos cuenta un cuento e inmediatamente abre la ventana de la música para invitarnos a volar.
Un mamá abrazo a sus dos niños, ellos dormitan al amparo del calor de la música, "no hay nada más hermosos como ver dormir a la persona que amas", expresó alguna vez Roxana Amed. Una de los niños dibuja una sonrisa entre sueños. "Gracias por la onda y por escucharnos", despide Choko mientas baja el telón de la noche. Todo concluye entre música, felicidad, "más que nada".
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