“El Coliseo es la cita obligada de cumbieros y chamameceros en Resistencia”. Mariel Luna escribe, describe, cuenta cómo es un domingo diferente para las mujeres y los hombres que hacen su vida más dulce al amparo de la música y de una cultura incomparable.
Por Mariel Luna
En el corazón de Villa del Oeste, a metros de la Rural, por la avenida Alvear, el lugar se comienza a poblar. A esta hora las mujeres son mayoría, y claro, aprovechan la oportunidad, porque hasta las cinco, el precio de la entrada es sólo la mitad. Los hay de todas formas y colores, de todas las edades, de todos los orígenes. Uno pasa el portón de entrada y automáticamente es parte de un mundo diferente, diverso, sin igual.
Este escenario, que existe desde el 16 de febrero del 2008, hoy ofrecerá a su público ocho bandas en vivo: cuatro de cumbia y cuatro de chamamé, lo necesario para conformar a un público fiel como el que tiene. Con canastos, mate, pastafrola, tereré o algún aperitivo, llegan los primeros en busca de la mejor ubicación para este momento de calor, y para el resto de la velada.
Seguro hacen más de 35 grados, apenas hay viento y el sol desafía a los pocos que se animan a bailar. Una mujer de unos 38 años, con una calza roja que le marca hasta el signo zodiacal mueve las caderas como si fuera la última vez, y eso que la tarde recién empieza.
Después de las cinco, la entrada general cuesta 100 o 120 pesos, cada uno de los cuales valen la experiencia. Venir a este lugar es una aventura a mi entender similar a visitar las Cataratas o subir una montaña.
Podés, por ejemplo ver a Osvaldo, un señor bailarín que con su pantalón verde y su camisa azul, un rey que no para de quebrar las caderas en la pista. Muchos ya se conocen, aunque intercambiar parejas -se nota que cada par tiene un código-, es algo que no se comparte y que existe desde que coordinan el primer paso, al son de la música.
A las 18, la primera banda ingresa por la puerta principal, uno detrás de otro pasan los músicos por el medio de la pista y empiezan a desplegar los instrumentos en el escenario. Debajo de ellos, una base roja con la inscripción de “Coliseo Disco”, confirma el aquí y ahora.
Alrededor, en las paredes, dibujos de palmeras sobre una base verde insertan la ilusión de estar en una playa. Pero no, es Resistencia, en pleno noviembre, en plena ciudad. Diamante Vallenato se llama el conjunto que es presentado por el Tinelli local, un locutor de larga trayectoria, conocido por su apodo: se trata de Hugo “Pajarito” Gómez.
Verlo llegar recuerda la temperatura, pues el hombre trae consigo su ventilador turbo, como una herramienta más de trabajo. Suena la banda, y en el medio de la pista tres gauchitos se agrandan en sus pasos alrededor. Y son gauchos, literalmente tres niños de unos 10 o 12 años- vestidos como si hubieran venido a caballo y con actitud en coherencia -ellos son reflejo de una costumbre que indica que los que traen ese atuendo no pagan la entrada.
Sus tres damas los acompañan. Al lado, también una pareja veterana, de unos 55 años le ponen todo el empeño a su performance: bailan como lo hacían en los videos de archivo, cuando Gerardo y los Chaques daban sus primeros pasos, allá por los 90. Unos pasitos cortitos, otros más largos: acá no hay fórmulas, y ver en detalle los movimientos de cada pareja confirma que cada una maneja un código.
Ya se prenden las luces, y las mujeres que vinieron temprano se inquietan a la espera de que los damos las inviten: se intercambian miradas y hay algún que otro movimiento de cabeza, que hace de señal de invitación. --No sé bailar, recién estoy aprendiendo, dice Osvaldo, que para cuando llegó la segunda banda había dado por lo menos 30 vueltas a la pista.
Su compañera, una mujer delgada de minifalda, lo acompaña perfectamente, ya sabe cuándo va a frenar, cuando hay vuelta y cuando hay descanso. No hay sobrepeso que pese, y la música es como demonio que se apodera de ellos.
Tortas fritas, empanadas y pizza son algunas de las comidas que se pueden conseguir en el lugar; para tomar, vinos, cervezas, gaseosas, soda o agua, y para los cuerpos gastando energía, hay un momento en el que todo es válido. Los Vecinos es la segunda agrupación, unos jóvenes chamameceros que entusiasman a las parejas y provocan que más uno esté bañado en transpiración.
--Hay algunos con los que no se puede bailar porque son muy pesados, te cansan, dice una de las primeras en llegar, y que para esta hora ya calentó las tabas.
“Lo bueno es que acá hay mucho respeto, y si te invitan a bailar y no querés, nadie te molesta”, asegura Pajarito y la mujer lo confirma, cuando dice que si hay uno con el que no se lleva, ya no vuelve a bailar con él. Es un acuerdo tácito. Las hay con shorcitos, las hay con calzas, las hay de vestido, y las que usan jean, las hay de fiesta y las hay de entrecasa.
Acá todo es posible, uno paga la entrada y entra. Ya es la noche y se empieza a acercar la hora pico. Soto Godoy toca chamamé y ya nadie resiste la tentación, todos a la pista. Sigue Ramírez Otazo y la velada está en su mejor momento.
El cierre está a cargo de D’stellos y Jorge Rubens, bandas de cumbia chaqueña con cientos de seguidores. Pasaron las 10 de la noche, y los que tímidos entraron, ya tuvieron tiempo de perder la vergüenza. Empezó la cuenta regresiva, sólo queda disfrutar.
Gentileza Mariel Luna – Diario Norte Resistencia.
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