por paulo ferreyra
Fotos Guillermo Billordo
Tras las palabras de bienvenida del Teatro Vera apareció Federico Molina, sonrisa puesta desde siempre, irrumpe en el escenario para presentar algunos detalles de cómo se desarrollará la velada. "Antes que nada muchas gracias por venir. Esta es una noche muy especial. Quiero contarles que habrá algunas pausas, quizás haya que repetir algún tema según lo indiquen quienes están filmando este espectáculo. Gracias a todos los amigos que hicieron posible este recital. Muchas gracias por venir y tengan ustedes muy buenas noches", subrayó y se alejó en silencio.
Al elevarse el telón apareció la imponente banda de Yoshitharo Kuroki. Esta escaba conformada por Nicolás Balmaceda en trompeta, Claudia Pinsker en saxo, Julián Martelotto en trombón, Claudio Candia en piano y sintetizadores, José Víctor Piñeiro en primera guitarra, Emiliano Alegre en segunda guitarra, Soledad Urbano en percusión, Ricardo Olmedo en batería, Elías Cochia en bajo , María Belén Arriola en violín, Alejandro Bendersky en violonchelo y Alejandro “Tato” Ramírez en acordeón.
La música de Yoshitharo irrumpió como un rayo, después su voz se extendió mansa, cálida, fresca. Hay más de diez músicos en el escenario, las luces se bifurcan entre los colores azul, amarillo, rojo, verde. El silencio del público desde el inicio coquetea con la sonoridad de la velada. Algunos bebes balbucean tímidamente mientras otros niños observan en un mutismo envidiable.
Los silencios, la pausa musical que hubo entre tema y tema funcionó perfectamente como el zaguán a un universo distinto. Después del segundo tema, regado por los aplausos de los presentes, Yoshitharo les dio la bienvenida al público. "Muchas gracias por estar acá a todos ustedes. La mayoría sabe que es un momento muy especial para mí. Esto está pensado desde hace un tiempo para que ustedes se lleven de acá un espectáculo con todas las letras. Voy a mostrar mis canciones de la manera más sincera posible. Ahora me acompaña esta banda que hemos intentado armar y decorar todo lo que vengo haciendo", expresó y la música siguió regando la noche.
"En el programa de mano están las canciones que vamos a ir haciendo. En algunas banquetas hay origamis para que también se lleven un recuerdo. No sabía que había tanta gente, realmente estoy muy contento. Quienes me conocen saben que vengo haciendo estas canciones hace un tiempo. Sin embargo ahora tengo el privilegio que me acompañen estos tremendos músicos. Con ellos todo se hace más fácil. Creo que esta oportunidad se da siempre y cuando uno insiste con lo que busca, con lo que quiere, con su verdad. Gracias a todos", expresó y los aplausos estallaron.
Durante la velada se escucharon algunos temas como Santa Elena, Luces, Corazones blancos blandos, Como un río, Eneros, Va a llover, Las canciones, atardecer, Días de aquellos, Tibia noche, entre otros.
Ya hace media hora de espectáculo y aún sigue ingresando gente a la platea, parte de la tertulia está ocupada, hay gente también en las galerías que ocupan el segundo y tercer piso del Teatro Vera. Los músicos por momentos se regalan sonrisas en el rostro, se los ve felices, animados. En el escenario cuelgan origamis que se mesen lentos, una niebla blanca cubre parte del escenario, los músicos que hacen viento quedan por momentos ocultos en esa niebla. La noche sigue su derrotero de música, silencio, aplausos, música.
En los silencios hay tiempo para miradas, gestos, Yoshi gira mientras los músicos lo buscan con la mirada, con el cuerpo, con los instrumentos prontos al primer acorde. Todo parece suavemente cuidado. La voz en el momento justo, el rec en el preciso momento, hasta los origamis se detienen el tiempo, el espacio, la respiración, el silencio que vuelve como un juguete mecánico. Aparece Lushie, una bailarina de blanco inmaculado y se lleva también ella varias miradas.
Sobre la mitad del concierto volvió aparece Federico Molina, en esta oportunidad para leer algunas palabras para Yoshitharo. El piano comenzó a deslizar sus melodías y Federico expresó, "hablar de las canciones de Yoshi es oler el monte y estar ahí. Jugar a la pelota. Sentir las canciones es escuchar todo el litoral a la hora del sol. Al escuchar algunas canciones todas las promesas se vuelven realidad. Los sueños se vuelven alcanzable. Vamos a seguir mojándonos con este recital con gusto especial, gusto a monte, río, a barrio, con gusto nuestro", sobre el final hizo una pausa. "Amigos sigamos acá en el Teatro Vera viendo como atardece", concluyó.
Tras estas palabras vuelve el silencio, agudo, fino, tenso que estalla en alguna tos o en el crujido de la butaca. Todos expectantes, Yoshi vuelve ahora con otro vestuario, guitarra en mano para recrear la intimidad de sus composiciones.
"También quería compartir con Ustedes esto que hago hace muchos años, tocar solo con mi guitarra, no quería perderme la oportunidad de hacerlo en este escenario. Además quería mostrárselo a quienes hoy me ven por primera vez", se excusó Yoshi en todo amable y suave. Los aplausos eran como un torrente, enérgicos y abrazadores.
La noche cerrada comenzó a despedirse lentamente. Hubo tiempo para presentar a Tajy, "ellos hacen un nuevo chamame", expresó Yoshi. "Me puse contento con su obra y ahora tengo el agrado de compartir este tema que vamos a grabar en el disco con el trío Tajy", deslizó y los aplausos volvieron como una nube que sigue ahí latente.
Sobre el final agradeció a mucha gente que estuvo involucrada en este concierto, entre ellas a Griselda Cazorla por su incansable trabajo en varios frentes. El público despidió de pie esta nueva propuesta musical. Yoshi fue más allá de la música autóctona. Con los instrumentos, con la poesía, con la cadencia, con el río, con el monte de la región construyó sus canciones, canciones del litoral con proyección a los nuevos sonidos del guarán.
No hay comentarios:
Publicar un comentario