Paulo Ferreyra
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“La sensación de tocar con Osvaldo Burgos es algo extraño. Cada nueva oportunidad es una sensación extraña. Osvaldo tiene una energía que es de otra planeta. Osvaldo me lleva a lugares inhóspitos, lejanos, inaccesibles, intransferible”, desliza Jorge y sus palabras salen como agua viva, habla en pequeña corredera y con música.
Osvaldo Burgos toca el stik, compone; y en las presentaciones de Híbridus tocan sus temas. De a ratos él parece abstraído, sólo él sabe la lista de los temas y lo revela espaciadamente. Durante el concierto no se busca con Jorge, no se miran, entre tema y tema se regalan una mirada mientras beben algo, nada más. Jorge Castro juega con sus palillos, cambia y cambia mientras los sonidos despiertan nuevas sensaciones.
Jorge Castro |
“Lo curioso es que nosotros ensayamos. Ahora cuando nos presentamos a tocar tocamos lo que no ensayamos. Es decir, cuando tocamos salen cosas naturales. Hoy Osvaldo dijo entre tema y tema que no sé los nombres de los temas. Es verdad. No sé los nombres de los temas”, confiesa y se escuda en una pitada del cigarrillo para un largo silencio.
“Entonces cada vez que empieza un tema me sorprende porque no sé para donde va a ir, siempre empieza distintos. El me lleva a otro lugar. Después me enfoco en el tema, lo reconozco y me voy a ese tema. Pero me deja una libertad absoluta. Hablando del jazz, me lleva a una libertad totalmente espiritual que me hace tocar distinto. No estoy pensando en los patrones que uno a veces tiene en la cabeza, sino que aquí se abre un viaje único”, confiesa.
—¿Esta libertad, este viaje, también es posible gracias a tu formación?
—No lo sé, quizás tenga que ver con mi forma de entender la música también. Este viaje también lo logro con Guaú Trío, que también me lleva a esos viajes. Osvaldo tiene una concepción del universo muy amplia. Cuando estás tocando te olvidás de todos los patrones musicales, realmente es un placer para mí tocar junto a él. No tengo una palabra para expresarme cabalmente sobre estas cosas. Los ensayos son un vuelo que no sabemos dónde van a terminar. Cuando ensayamos también escuchamos los bocinazos y los ruidos de la calle, esas cosas encajan con la música que estamos haciendo.
—En ese contexto está permitido pifiar, errar.
—Pifiar está permitido porque pifiamos siempre. No podemos no pifiar. Está dentro de la música que hacemos. Está permitido, creo que la palabra no es permitido, sino la palabra es natural. Es natural pifiar, por ahí empezás a tocar y no sabés para dónde vas a ir. Tenemos los temas, la estructura, pero a veces nos dejamos llevar por esa música que estamos haciendo para poder viajar libremente.
—¿Entonces hacen jazz?
—Osvaldo dice que no hace jazz. Pero hace jazz; es un exponente. Tiene esa libertad en la cabeza y con ello no sabés dónde vas a ir. Está buenísimo no saber... Viste que siempre estamos tan estructurados, y esta música te da un permiso especial, no sabes dónde vas a ir. Nosotros no estamos pensando cómo vamos a resolver, eso es lo bueno, porque por lo general en la música estás pensando cómo resolver determinadas cosas. Sin embargo acá no sabemos. Siempre lo resolvemos. No sé si bien, pero resolvemos.
—Lo opuesta a esta libertad, ¿se puede manejar la música?
—Sí, totalmente, se puede manejar la música. Vos tenés determinados patrones incorporados por estudios y podes manejar la música. Podes hacer tu patrón de música y lo haces, pero con Osvaldo no manejamos nada.
Con Guaú está pautado por dónde empezar, tantos compases, pero lo que pasa en el medio es totalmente distinto. En Jaguaretez nos estamos conociendo. Hay algo intuitivo que te permite volar. Con Osvaldo tocamos sus composiciones.
La gente al jazz lo tiene emparentado por otro lado pero el jazz es libertad, la libertad de jugar y no saber dónde vas a ir, dónde vas a terminar, cuánto dura el tema. No estas pendientes de esas cosas. Jugas. Por eso se llama estándar de jazz. Para mí es libertad.
Hoy se nos ocurre ir por un lado y vamos por ahí, mañana será por otro lado. Según la cuestión emocional, espiritual, según cómo te sentís ese día, si estás bien, si estás mal, esas cosas influyen. A veces vas a tocar para tres personas y hay algo dentro tuyo. Cuando empieza a fluir la música corre como un torrente, es un juego que sale ahí y jugas. Estamos jugando a qué nos sale en ese momento. A veces los juegos son así, como cuando vas a jugar a la pelota, a veces bien y a veces mal, pero jugás y la pasás bien. Jugás. La libertad es esa: jugar. Lógicamente que hay estudios previos que uno fue haciendo, asimilando, que te deja jugar más libre.
“El baterista va al arco”
Mientras tocan en los distintos escenarios que ya recorrieron de Corrientes, Híbridus no se busca, tocan sin mirarse. Osvaldo y Jorge van ensimismados en su música. Jorge de a ratos cierra los ojos, se mece, abre los ojos sin mirar y vuelve a cerrarlos.
“No lo busco para resolver un tema, habla de buscarlo con la mirada. No lo busco. Creo que Osvaldo te va llevando a determinados lugares auditivos que no tienen que ver con mirarnos para decir ‘acá terminamos’, sabemos que vamos a terminar, en algún momento vamos a termine pero no sabemos dónde vamos a terminar. Es algo que me permite despegarme totalmente de Osvaldo, no musicalmente, lo sigo escuchando y yo puedo jugar sobre lo que está haciendo”, explica.
“En el desarrollo del tema puedo entrar, salir, callarme, volver a empezar, sentir esa sensación de que no nos buscamos con la mirada, no nos miramos, nos miramos solamente cuando decimos qué vamos a tocar y nada más, al comienzo de cada tema. Sin embargo está el sonido. Es muy difícil lograrlo con tus pares musicales, con Guaú Trío también me pasa. Son cosas distintas. Son distintos vuelos musicales”, explica.
Se piensa que comparando con el fútbol el baterista es el que va al arco, Jorge coincide plenamente. “Tengo grandes discusiones con otros bateristas, otros colegas, dentro de la libertad que vos tenés sabes que tenés una función. Sabes que tenés que bancar al otro que es el delantero, hay que bancar al que esta adelante, el otro es el delantero. Vos no, vos podés jugar un poquito, hacer como delantero, pero siempre tenés que volver porque el otro es el que está mandando y va adelante. El baterista cumple una función dentro de la música, la base de todo, si yo me voy al carajo el equipo se desarma porque quedará el arco vacío y te pueden hacer 20 goles. Nuestra función de bateristas es ser arquero y está bárbaro, me encanta, es muy bueno.
—¿Volverías a elegir la batería?
—Claro, volvería a elegir la batería. Creo que nací con esto. Yo empecé a tocar la batería de mentira. Por una mentira, no de mentira.
—Uf, ¿cómo fue?
—Cuando era muy chico era gordo. Nadie me daba pelota, las minas tampoco. Recuerdo que estábamos en una ronda de amigos y uno dijo ‘yo soy guitarrista’. Entonces dije ‘yo soy baterista’. Total ¿quién me iba a decir algo?
Tenía 12 años y dije que tenía una Bateria Rex, que me confundí con el equipo de box que tenía los Beatles. Pero por suerte había una batería Rex. Así fue creciendo mi mentira hasta que en un momento me sentaron en una batería creyendo que yo era baterista. Nunca había tocado. Pero se ve que toqué bien porque no tengo un trauma de aquella primera vez, todo lo contrario. Lo volvería a elegir. Intenté con otros instrumentos: estudié piano, y toco; estudié saxo, pero la batería es lo mío.
Me gusta la armonía, me gusta entender lo que pasa a mi alrededor. Creo que a partir de estudiar otros instrumentos, yo estuve 4 o 5 años sin tocar la batería porque me enojé. Vendí todo. Cuando volví, mi cabeza funcionaba de otra forma, escuchaba todo lo que estaba pasando a mí alrededor, antes no escuchaba, solo escuchaba mi instrumento. Era sumamente arquero. Pero metía pelotazos. Después mi cabeza cambió y sentí la música de otra forma.
—Con esa apertura, ¿cómo te definís?
—Desde lo musical empecé a entender mejor el juego. Comencé a escuchar lo que hacían lo que estaban haciendo lo otros, los cambios armónicos, veía todo el campo de juego. Cuando entendés el juego desde ahí la cosa cambia. Soy un músico que toca la batería, no baterista. Hay una diferencia. Los grandes bateristas son músicos que tocan la batería, no estoy diciendo con esto que soy un gran baterista o un gran músico, pero sí me inspiran los grandes músicos que son eso, grandes músicos que tocan la batería.
Por eso volvería a elegir ahora. La batería para mí es todo. Tengo una conexión que no tengo con los demás instrumentos. Es cierto que otros instrumentos me brindan otras cosas para poder desarrollarme como músico pero la batería es otra cosa, me siento y soy yo. Si alguien me quiere conocer que me mire cómo toco la batería. Ese soy. Ahí no miento, no hay otra historia, buena, mala, puedo tocar bien o mal, pero ese soy. Divertido, serio, abro los ojos, cierro los ojos, ese soy yo.
Osvaldo Burgos |
Jorgitoo que buena entrevista !! Un ejemplo de persistencia y laburo para cumplir los sueños !!Felicitaciooooness
ResponderEliminarQue jugador!... gran músico y gran persona... clap, clap, clap
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