El lugar de la bohemia correntina está de cumpleaños y lo celebrará esta noche con música. Hoy se cumplen 25 años del bar El Mariscal. Ahora Lucio Sodja, Mariela Mioni, Pepo Bianucci, Roxana Amarilla, Federico Molina recuerdan el significado de este lugar en la escena cultural de la ciudad. Esta nota tuvimos el placer de escribirla juntos Mariela Mioni y Paulo Ferreyra.
Además de los testimonios aquí abordamos una semblanza de la casa, “una joya arquitectónica de Corrientes anclada a la historia de Adriano Nalda”, también parte del universo que reverbera con los escritores que aquí comparten su escritos y debaten sobre la cultura local.
Lucio Sodja: “En El Mariscal celebramos nuestro oficio de músicos”
“Tengo una foto de principio de los años 90. En la planta alta de El Mariscal, la ya legendaria Banda Armada que integrábamos por esos años con Rubén Sosa (saxo alto, soprano, flauta traversa), Hugo "Pomelo" Collante (bajo), Lucio Sodja (piano Fender Rhodes) y un juvenil Pepo Bianucci en batería”, recuerda ahora el pianista de Guaú Trio, Lucio Sodja.
Aunque con la Banda Armada ya habíamos desembarcado en Corrientes años atrás, con la inestimable ayuda del gran Ernesto Ricotti a través del Corriente Jazz Club en la difusión y también en la producción, fueron muy importantes los ciclos en El Mariscal ya que nos acercaron a un público joven, una joven bohemia correntina y a músicos de distintos géneros. Compartir escenario, ir a escuchar propuestas de muy buen nivel, trabar amistades que perduran hasta hoy, todo eso sumado a la bonhomía (la sencillez unida a la bondad en el carácter y las maneras según la RAE) de Alcides Romero, un grande en envase pequeño. La experiencia de tocar en El Mariscal era algo único, que se disfruta a pleno y sigue siendo con el paso de los años”, explica.
“Volvimos al Mariscal tantas veces a lo largo de este tiempo, con diversas formaciones (tríos, dúos, cuartetos, la primera experiencia Guaú que fue Guaú Cuatro y después con Guaú Trío) o como invitado para compartir con tantas gentes maravillosa como Nely Blanco, Cacho Núñez, Carlos Maciel, el Pombero Romero, Ramiro Pedrozo, Luis Rott, Eugenio Balbastro, Gustavo Amarilla, Rafael Rojas Matta, Valeria Ojeda, Rubén De Biasi padre e hijo y otros tantos que pido me disculpen por no mencionarlos. Para Guaú Trío, hoy con la formación de Jorge Castro, Alejandro Ruiz y un servidor, El Mariscal es casi un templo donde celebramos nuestro oficio de músicos”, destacó y concluyó su evocación Lucio Sodja.
Mariela Mioni: “La historia de los que algunas vez pasamos por ahí”.
Desde hace 25 años el Café Mariscal es un gran reducto de historias nuevas y las heredadas por los que habitaron durante 133 años antes, la casona de la esquina de Salta y Carlos Pellegrini.
Este lugar concentra acontecimientos, es testigo de hechos, chismes, mentiras y verdades, fábulas, calumnias, insidia y enredos. Relatos que muchas veces se conocieron y otra innumerable cantidad de ocasiones que permanecen en silencio, resistiéndose al olvido, hasta que mueran los que allí asisten o el Café cierre sus puertas.
Es un sitio de secretos, de elucubraciones, de amores imposibles, de utopías, de fantasmas; recinto donde se gestaron movimientos, ideas; local elegido para hacer mitines y múltiples denuncias, de encuentros y desencuentros, impulsor de artistas y escritores.
Las paredes de esta antigua casona escuchan, ven pasar y circular por sus salones a los protagonistas de la vida social, política, judicial y cultural de Corrientes. La de ahora y la de antaño. Y a mí me resulta fantástico. Cuando entro y me siento en alguna de las mesas, miro hacia la calle, paso la vista por sus paredes de ladrillo a la vista, escucho el murmullo de los parroquianos mientras trato de interpretar de qué me hablan esas paredes.
Cuando se da la ocasión subo la escalera de mármol, llego al segundo piso, me asomo por lo ventanales y me hago siempre la misma pregunta: ¿quién habrá hecho, esto exactamente como lo estoy haciendo yo? ¿Qué historias están dispuestas a contarme en esta ocasión?
Imagino que puedo viajar en el tiempo y asomarme a los distintos momentos en los que esta casa era un almacén de ramos generales y también donde vivía una familia. Me gustaría poder ver el quehacer cotidiano de los que allí vivían, o en la planta baja ver qué compraban los visitantes. Me las ingenio para idear que puedo entrar en el momento en que el escritor José Hernández se encuentra sentado en una de las mesas, con la mirada perdida, pensando en qué escribirá en el periódico del día siguiente.
Dejo volar un poco más mi imaginación para poder ser testigo de cómo funcionó el hospital de sangre durante la Guerra de la Triple Alianza. Ver a quiénes trasladaban allí y cómo los atendían. Qué se decía. Cómo actuaban los médicos y enfermeros ante la desesperación de una vida que se escapa entre las manos del propio herido.
Mi vida adulta, profesional, estuvo y está muy ligada a esta casona y a sus últimos 25 años. Ella me conoce y sin duda ha sido testigo de mi devenir. Aquí me senté a escuchar y a entrevistar a un montón de personalidades. Tuve oportunidad de conocer a todo tipo de gente y aprender de ellos. Presenté libros y también asistí a varias presentaciones y reuniones, escuché recitales de música de amigos y de otros que ni conocía. Y aun así, cada vez que entro, siempre es como la primera vez que lo hago. Miro para todos lados, paso la mirada por sus paredes, descubro qué hay de nuevo y qué sigue en su lugar como si el tiempo no transcurriera; me pregunto quiénes habrán pasado por allí, quiénes se habrán sentado en aquellas mesas, de qué habrán hablado. Y de igual modo, una y otra vez, sigo esperando que la casa me susurre historias, sus historias, las historias de todos los que alguna vez, al menos una, pasamos por allí.
Roxana Amarilla: “Hay que ir y entrar por la puerta”
Ella fue gestora de distinta actividades culturales en la ciudad de Corrientes. En la gestión de Norberto Lischinsky Roxana Amarilla llegó a lo que fue la subsecretaría de Cultura, desde ese lugar impulsó diferentes acciones. Hoy se encuentra trabajando en el ámbito nacional, Roxana es director del Mercado Nacional de Artesanías Tradicionales de la Argentina (MATRA), dependiente del área de cultura de nación desde el 2011.
“En El Mariscal fue un punto de encuentro durante El Correntinazo. Es un lugar de movida cultural. Me han invitado a organizar ahí algunas charlas, seminarios, entre otras actividades. Fui a muestras, reuniones con artistas e intelectuales de todo el país que llegaban a Corrientes. Este es un Bar en un edificio importante e histórico para la ciudad. Se han generado y se generan muchas cosas. Cuando uno es habitué, yo fui habitué de El Mariscal, puertas adentro uno no percibe lo que puede generar junto a otras personas. Aún hoy cuando puedo volver a Corrientes así como voy a mi casa familiar también quiero pasar por El Mariscal. Decirte que era habitué significa que este lugar era parte de mi cotidianeidad, iba con frecuencia. Recuerdo que uno vez una periodista me preguntó cómo se hace para entrar El Mariscal. Me quedé helada ante esa pregunta y de una pieza le respondí - por la puerta. Este lugar siempre fue de puertas abiertas”, subrayó.
Gabriel Romero: “Tengo proyectado una galería de arte en El Mariscal”
“El Mariscal es mi casa. A principios de los 90 lo concebí junto a un amigo y después se sumó Alcides. A lo largo de estos 25 años creo que todos los días de mi vida pasé por el bar, parte de mi historia personal y cultural forma parte de este El Mariscal”, desliza Gabriel Romero. El arquitecto desde el llano armó este reductor cultural, hoy como presidente del Instituto de Cultura cuenta cómo vive su relación con el bar y los proyectos que tiene para el mismo.
“Aquí demás de una gran biblioteca hay obras plásticas, cuadros, fotografías. Hay obras por ejemplo de Julia Isidrez, artista paraguaya, porque me gustan mucho sus obras. Hay dos obras de ellas que están sobre el mueble de la biblioteca. Este lugar es una extensión de mi casa y mi casa es una extensión de El Mariscal. Hay cosas que van de un lugar a otro porque quiero conserva ese lugar familiar. Además en El Mariscal expusieron en estos años muchos artistas y pasaron muchos amigos, algunos de ellos que ya no están como Marily Morales Segovia, Oscar Portela, Juan José Folguerá, entre tantos. Alcides también tiene sus afectos en este lugar”, cuenta.
Gabriel tiene 55 años pero durante estos últimos 25 años pasó cada día por este bar, “aquí durante mucho tiempo se gestaron proyectos culturales. Ahora me toca a mí estar del otro lado del mostrador. Sin embargo desde este lugar nosotros fuimos críticos de la cultura oficial y de la poca flexibilidad que tiene la cultura que no atiende determinados proyectos. Hicimos muchas cosas acá con Norberto Lischinsky, Eduardo Sivori, Roxana Amarilla, pensábamos en muchas cosas y en cómo deberían funcionar esas cosas. Hemos traído a referentes culturales por fuera del estado provincial. Después la realidad me demuestró otra cosa. Cuando estás del otro lado te das cuenta que las cosas – como ciertos caminos burocráticos - no te permite avanzar en algunos frentes”, advierte.
Sin embargo desde este lugar se generaron ideas. “Aquí hay que hablar de Carlos Lezcano, Varela, Figueroa, quienes estuvieron en los comienzos. Cada uno de ellos arrimó a sus amigos e hicimos proyectos acá. Hemos editados libros al comienzo, no nos cerraron la cuestión económica pero si nos pareció importante sostener ese proyecto. Lo vamos a retomar en algún momento porque El Mariscal como sello editorial edito libros de autores fundamentales como Cacho González Vedoya”, destacó.
“Este lugar siempre tiene las puertas abiertas, Fernando Vargas Gómez contaba que la gente le preguntaba cómo se hacía para pertenecer a este círculo, cuando en realidad es un bar que estaba abierto para todos. Pero como todas las cosas marcó una época y quizás ahora le toque reinventarse en una etapa nueva de la sociedad con nuevos exponentes culturales. Aquí hay una gran biblioteca van a subsistir más allá de nosotros. También se está pensando en reactivar actividades en la planta alta. Tengo la idea de hacer una galería de arte porque me interesa mucho esa cuestión, me gusta, seguramente será el proyecto para los próximos años. Cuando termine mi paso por la cultura oficial voy a volver a dedicarme de lleno a este reducto. Voy a poder dedicarme a determinadas cosas que me interesan por desarrollar”, concluyó Gabriel Romero, hoy presidente del Instituto de Cultura.
Federico Molina: “Es la casa para dar el punta pie cultural”
El humorista y standapero recordó que El Mariscal fue uno de los primeros lugares de la ciudad abrió sus puertas para el Stand Up, mucho antes que el Teatro Oficial Juan de Vera. “Aquí fue uno de los primeros lugares donde se hicieron funciones de stand up. El clima en todo momento es agradable y las presentaciones ahí fueron siempre rodeada de amigos. Después que se consolidó este tipo de propuesta recién llegó escenario grande como el Teatro Vera. Incluso ahora Alcides nos recuerda que venimos de ahí, de ese reductor cultura y que ese fue la puerta para otros escenarios”, cuenta el humorista. Por su parte agrega que sigue siendo un punto cultural importante, “así como una vez a nosotros nos supieron abrir las puertas hoy El Mariscal sigue siendo el lugar para escuchar nuevas bandas, nuevos músicos, nuevos artistas y hacedores culturales”.
Pepo Bianucci: “Un refugio para compartir el arte”
El músico y gestor o promotor cultural Pepo Bianucci manifestó que de El Mariscal hay varias cosas que lo atraen mucho. “Es un espacio para compartir el arte. Ahí uno puede encontrar a un amigo simpático como Alcides Romero, quien es un anfitrión siempre a mano con humor y con un chiste al encuentro. El lugar es un ambiente muy lindo, creo que es el único lugar que queda de la verdadera bohemia correntina. Ahí los pocos locos que hay en la ciudad siguen yendo a este encuentro y para mí siempre es un gusto poder hacer música para ese tipo de gente”, comentó.
Por otra parte no recordó cuando fue la primera vez que tocó en El Mariscal. “Si recuerdo una oportunidad allá por los años 93 o 94, en aquel tiempo ir a Corrientes era toda una osadía desde Resistencia. Creo que tendría 19 años, no había ni por aproximación la movida cultura que hay ahora. En aquella ocasión toqué con Banda Armada, donde compartíamos con Lucio Sodja, Rubén Sosa y Pomelo Collante. También recuerdo ir con Marcelo Mutio a tocar, me surgen muchas imágenes. Por esos años El Mariscal era un lugar antológico, era un lugar de culto y ya estaba Alcides detrás de la barra como si fuera un busco escolar, una estatua de San Martín”, deslizó con una sonrisa Pepo. “25 años después ahí sigue Alcides”, subrayó.
Paulo Ferreyra: “El rincón para sosegar el día”
Es noche cerrada, en la ciudad se apaga lentamente los peatones, los micros, los autos. En algún rincón se ensancha esta penumbra. En El Mariscal su paredes reflejas cuadros de artistas locales, Alcides gruñe por momentos del otro lado del mostrador, en el lugar se prenden charlas improvisadas. Los recuerdos se me borran y no registré cuándo entre por primera vez, sí tengo presente que vuelvo, vuelvo.
Aquí llegan músicos, escritores, fotógrafos, artistas plásticos, trabajadores culturales, poetas, ansioses de beber de esas fuentes, también con sed de beber alguna bebida que unte la garganta en fuego. Muchos de los personajes que ahí llegan son habitués, pero las charlas y las ideas bullen en tiempo distintos, siempre dependen del humor de los presentes. Aquí se reúnen a sosegar el día.
El Mariscal se ha convertido en los últimos años en ese rincón donde se cobijan las charlas, los encuentros, la comida casera y de vez en cuando, el humor. He asistido a conciertos íntimos de música de la región, de jazz, de música cubana y folclore latinoamericano. Además de presentaciones de libros y muestras plásticas. Un hogar para compartir la cultura que somos.
Hace pocas semanas atrás mientras se elevaba un poca al aire por estos 25 años. Alguien deslizó que es un lugar infame, un “resto” bar. Otros desde hace tiempo repiten que El Mariscal es el único “bar desatendido por su propio dueño”, esa lógica se aplica porque no ven ahí un número en cada persona, no somos el signo pesos que camina y entra al bar, somos personas.
Una joya arquitectónica de Corrientes anclada a la historia de Adriano Nalda
La casona que alberga desde hace 25 años al Café El Mariscal fue protagonista de muchos hechos históricos de Corrientes. Su ubicación en la esquina de Salta y Carlos Pellegrini –a sólo 100 metros de la sede gubernamental y centro cívico- la ubican como testigo mudo de importantes acontecimientos para la ciudad.
De la información que hay disponible se sabe que el edificio fue construido alrededor del año 1860 y que desde el principio desempeñó distintas funciones. Vivienda familiar, almacén de ramos generales, pulpería, hospital de sangre en tiempos de la Guerra de la Triple Alianza, oficinas particulares y dependencias públicas, y en los últimos tiempos café y centro cultural.
Entre los datos arquitectónicos se sabe -además de su construcción en 1860- que este edificio histórico con 158 años de vida, es uno de los ejemplos más representativos de la arquitectura del período Confederal correntino.
Se trata de una estructura edilicia de volumen contundente, de dos plantas, con balcón corrido con barandal y remate con un refinado pretil de hierro. En una esquina sin ochava, las pilastras apareadas en ángulo con doble puerta de ingreso a ambas calles y la particular solución de arcos de medio punto en la planta baja y arcos ojivales en las ventanas altas. Es uno de los primeros ejemplos en Corrientes donde el clasicismo italiano incorpora elementos neogóticos.
En general el edificio mantiene la forma original en un singular estilo neogótico siendo de los primeros edificios de altura de la ciudad. Fue declarado a nivel nacional en 1986, parte del Área Monumental de la Playa 25 de Mayo.
La casona fue, según algunos historiadores lugareños, la pulpería donde recalaba cotidianamente José Hernández, el del “Martín Fierro”, durante su temporada en Corrientes, en la que ocupó cargos públicos y se desempeñó como periodista. También fue hospital de campaña durante la fratricida guerra del Paraguay; y según un aviso de 1931, del desaparecido diario “Norte”, el “Almacén por mayor “El Vasco” de Adriano Nalda”.
Los datos concretos que se tienen es que en esta Casa funcionó hasta 1895 la firma comercial Bustindy i Castillón, pero desde ese año se reconoce a la sociedad Castillón – Nalda y Cía como propietaria. En 1901 pasa a llamarse Castillón y Nalda, pero definitivamente queda el nombre de Adriano Nalda e Hijos aproximadamente hacia 1930.
El Vasco
Adriano Nalda fue un español que se instaló en Corrientes hacia 1893, primero al servicio de una casa comercial y finalmente como propietario del importante negocio mayorista de ramos generales “El Vasco”, se convirtió en uno de los grandes protagonistas de la historia económica de la provincia. Hacia 1900 se remató el ingenio azucarero “Primer Correntino” en Santa Ana de los Guácaras, cuyos trabajos habían cesado y, junto con su socio José Castillón adquirieron la fábrica. La empresa tomó a partir de ese momento una dinámica inusitada y marcó uno de los puntos más altos del desarrollo industrial de Corrientes.
La filosofía del éxito económico fue el desafío de vida de Nalda; progreso en lo material que logró plasmar en un estilo de vida burgués. A nivel social, integró círculos cerrados como el del Jockey Club, el del Hotel-café Buenos Aires y el de la Sociedad Correntina de Hacendados, entre otros ámbitos que ocupaban los sectores superiores de la sociedad correntina.
Fue uno de los primeros en compatibilizar en la casona de la esquina de Salta y Carlos Pellegrini, la función comercial con la residencial, dado que en la planta baja funcionaban las oficinas y un almacén de ramos generales pertenecientes a Adriano Nalda, mientras que en los altos -hoy el segundo piso- se encontraba la vivienda familiar. De allí que el edificio lleve el nombre de Casa Nalda.
Su dueño fue uno de los primeros en utilizar la fotografía para difundir sus empresas, tanto el almacén “El Vasco” como las instalaciones del ingenio. Desde álbumes y revistas correntinas hasta revistas de Buenos Aires reprodujeron estas imágenes, las que simbolizaban el esplendor de la “La California Argentina” como se dio a llamar a esta provincia en un número especial dedicado a Corrientes de la mítica Caras y Caretas de marzo de 1937.
En el caso de la Casa Nalda, edificio permaneció como oficinas de la familia hasta cerca de la década de 70 y luego fue alquilada para distintas oficinas estatales hasta 1994 cuando se habilita como Café El Mariscal.
En esta foto el empresario exhibe su flota de camiones y operarios.
Fuentes:
“La Ciudad de Corrientes. Imágenes urbanas de su pasado y su presente” de Ángela Sánchez Negrete y Gabriel Romero.
“La evolución urbana y arquitectónica de Corrientes. Tomo II (1850-1988)” de Ramón Gutiérrez y Ángela Sánchez Negrete.
“La alta burguesía urbana de Corrientes en las primeras décadas del siglo XX”. de Adriana Covalova.
“La Nación” y el café “El Mariscal”. Nota periodística de Darwy Berti, publicada en www.momaradú.com el 5 de octubre de 2011.
La mesa de los dinosaurios
El último viernes de cada mes, al mediodía, en el Café El Mariscal dispone una larga mesa en la que los comensales cumplen con una cita, casi ineludible: el tradicional almuerzo de los dinosaurios. El ritual gastronómico se mantiene desde hace 14 años en forma ininterrumpida, y surgió por iniciativa de los decanos del periodismo correntino -ya jubilados algunos-, que en su momento lo impulsaron como una forma de reencontrarse fuera de las redacciones de los diarios, para intercambiar puntos de vista y aprovechar para departir con algún invitado especial. Estos encuentros no se reducen sólo a la cita mensual; de lunes a viernes cada mañana se los puede ver conversar, discutir y hasta leer algún artículo periodístico, libro o publicación local, nacional o internacional en su rincón a un lado de la puerta. Todo aquello que pueda caer en sus manos y despierte su interés, será el centro de análisis político, sociológico y hasta psicológico de los integrantes de esa mesa. Allí está su mesa, y allí junto a ella, hay una galería de fotografías de los que ya fallecieron. Faltan varios, pero hasta el momento se encuentran Juan José Folguerá, Girala Yampey, Carlos Gelmi, Ernesto Veragua y Mario “Chaque” Mauriño.
Todo comenzó mucho antes del 2004, por iniciativa de varios de estos hombres de las letras y la prensa local. En lo comienzos participaban Hugo Vallejos, Marcelo Fernández, Mario Roteta Lacarrié, Juan Manuel Lubary, Mario “Chaque” Mauriño, Carlos Gelmi, Darwy Berti, Ernesto Veragua, Omar Vallejos y Miguel Meza. Con los años, varios fallecieron, pero otros se fueron sumando. Así se incorporaron a la mesa de los dinosaurios, periodistas más jóvenes, escritores, inclusive de otras profesiones, pero de alguna forma siempre vinculados a las letras y a la cultura local. Girala Yampey, Arturo Zamudio Barrios, Carlos Buratti, Hugo Santander, José Cazorla Fábrega, Fernando Abelenda, Javier Vallejos Amil, Alejandro Mauriño, José Miguel Bonet, Ramón “Taka” Benítez, entre otros.
Más allá de la carrera periodística, literaria, o de la profesión que hayan desempenado a lo largo de su vida, todos ellos han sido y son testigos de los cambios que se han dado en el mundo, en el país y sobre todo en Corrientes. Y cada uno a su modo, permanentemente lo refleja en su accionar diario, en las anécdotas que comparte y en los análisis que realiza sobre hechos particulares. Escucharlos hablar, compartir impresiones, ideas, teorías, experiencias es también aprender sobre Corrientes y la Argentina.
Excelente cometario! MUCHAS GRACIAS! Me trae muchos recuerdos de cuando yo misma presenté en "El Mariscal" mi CD "Chamamé en Hebreo" y mis libros "Poemas Cotidianos" y "A Pesar de Todo" en 1999, teniendo siempre el gran apoyo de Gabriel y Alcides, Excelentes Personas y Grandes Compañeros, a quienes deseo el Mejor de Los Éxitos!!!
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