La escritora Betina González iba a estar en la Feria del Libro realizando una charla bajo el título Relato de Experiencia. “Para mí la escritura es una forma de ser en el sentido más filosófico de la vida. En el sentido de atar el yo al ser. Sentirse vivo, sentir que el día no ha sido en vano si escribo; soy en el lenguaje”, expresó en una charla previa a la visita que no puedo ser. Por cuestiones de salud debió cancelar su llegada a Corrientes. La Feria Provincial del Libro 2019 en diez días recibió más de 50 mil visitas y se vendieron en promedio 30 mil libros.
Paulo Ferreyra
Lleva publicado los libros Arte menor, América alucinada, El amor es una catástrofe natural, Las poseídas, Juego de playa, entre otros.
En una entrevista telefónica en pleno desarrollo de la Feria del Libro contó, “en estos momentos estoy escribiendo un libro de ensayos”, cuenta abriendo la jugada. “Uno de ellos aborda sobre la escritura, sobre ser mujer y escritora. En este momento vivimos un presente fuerte del feminismo pero ciertos lugares y ciertas formas de ser escritora que parecen ya conquistadas por la mujer aún no lo son”.
— ¿Por ejemplo?
— Sigue predominado en las escuelas y en las universidades un canon preferiblemente masculino. En el ensayo plasmo cómo empecé a escribir y cómo me sentía en este lugar de escritora. En la vida de cualquier escritora, por lo menos en los de mi generación, lo primero que encontrabas cuando declarabas tu deseo de escribir era la negación. Eso tiene muchas formas, hay muchas versiones de ese rechazo, quienes te dicen que no podrás vivir de eso y hablan de la inutilidad de la escritura. En el ensayo afirmo esto: escribir es un hecho inútil y hay que defender esa inutilidad. En mi caso no hubo una búsqueda de una profesión rentable y eso lo comparto con cualquiera que escriba.
— Se ha instalado también que las mujeres que escriben solo se suscriben a un ámbito literario, ¿viviste esa situación?
—Las mujeres de mi generación corríamos con desventajas. Siento que aquellas que llegan a estar reconocidas dentro del canon siempre son vistas como anomalías, no es que no hay, sino que son casos aislados. Eso se sigue repitiendo. El ensayo también está basado en un texto de Joanna Russ, una feminista norteamericana. Su libro Cómo acabar con la escritura de las mujeres fue editado en los años 80 pero recién el año pasado fue traducido. Aquí se ven distintos mecanismos que tiene el sistema cultural, y que le funcionan, para silenciar e invisibilizar el lugar de las escritoras.
Dos de los mecanismos que siguen vigentes uno de ellos es el doble estándar. Es decir, juzgar de manera distinta el libro de una mujer y el de un hombre. Esto lo observo como lectora de medios. Se tiende a etiquetar a los libros de mujeres como esferas particulares, libros sobre lo íntimo, sobre lo sensible, sobre la feminista, lo sexual. En cambio, los libros de los hombres reciben una etiqueta con una condición general.
— La poeta española Elvira Sastre sostuvo que la mujer carga con el peso de revalidar todo el tiempo su escritura. Coincidís, ¿por qué?
— En parte ese es el eje del ensayo. Siento que la mujer todo el tiempo tiene que dar el examen, no solo tiene que dar el examen sino que además debe probar que es extraordinario lo que escribe. De hecho, mi ensayo se llama “la obligación de ser genial”. Las mujeres tenemos la obligación de ser geniales y es como si fuera el único permiso para escribir. La única disculpa por el acto subversivo de tomar la palabra. En cambio el hombre se puede dar el lujo de ser mediocre, porque el lugar ya lo tiene ganado. Les basta con ser varones.
En este contexto hice el trabajo de rastrear algunas escritoras en sus diarios y ahí se ve la auto exigencia. Una auto exigencia sideral, por ejemplo, Alejandra Pizarnik. Se sabe muy poco de ella, se ha leído de forma sesgada su obra, y sus diarios completos recién salieron hace unos años. Pero si se los lee en detalle, desde que era muy joven hasta el momento de su muerte, todo el tiempo está esa obligación de ser genial. Tener que dar un montón de exámenes cuando la obra de ella es absolutamente genial.
Menciono a escritoras que para mí son excepcionales en su escritura, por ejemplo, María Negroni. Ella tomó posesión de ese lugar de desplazada e hizo de ese lugar una fortaleza, no una debilidad. Trabajar desde afuera y quedarse fuera del canon, fuera del sistema, también puede ser una toma de posición que podes hacer jugar a tu favor.
— Volvamos a la inutilidad de la escritura, ¿qué significa para vos ser escritora?
—Para mí la escritura es una forma de ser en el sentido más filosófico. En el sentido de atar el yo al ser. Sentirse vivo, sentir que el día no ha sido en vano si escribo, soy en el lenguaje. No diferenciar la escritura de la vida, la vida es la escritura. En ese sentido es inútil para toda otra cosa que no sea eso, que no sea una manifestación del ser y una realización del ser.
Pienso que hay que defender la inutilidad en cualquier contexto, familiar, laboral, mercado, el que sea. Lo peor que me pasó cuando gané el premio Clarín y Tusquets eran las preguntas de los periodistas que suponían que yo quería vivir de mis libros. Como si mi objetivo fuese escribir para vivir y es al revés, una vive para escribir. Si después coincide en algo con el mundo, es decir, si hay un editor, un lector, está buenísimo. Pero no es el objetivo. Cuando era muy chica, cuando trabajaba diez horas por día y enterraba el corazón, ahí hacía cosas para sostener la escritura. Si tenía que entrar a las 8 de la mañana me levantaba a las 6 para escribir, para sentir que no había perdido el día, que las horas del día no se habían ido en que alguien se enriqueciera con mis horas de trabajo.
— Escribiste novelas, volviste al cuento en tu más recientes libro y ahora estás haciendo ensayos, ¿la idea es despojarse de los géneros?
— Los escritores y las escritoras en general hacemos el camino de escribir con mayor libertad. Entonces siento que mis primeros libros no fueron muy libres, porque estaba aprendiendo desde adentro cómo funcionan las formas y los géneros. Hoy me siento cómoda escribiendo textos que no pertenecen a ninguna categoría. Escribo. Me gusta jugar con los géneros y de alguna manera termina rompiéndose ese marco en lo que hago desde Las Poseídas hasta ahora. Ese fue un libro liberador porque me di cuenta de que podía escribir una novela gótica, una novela de terror y sobre la pos-dictadura todo en el mismo libro.
— Libre de géneros pero con la búsqueda eterna del lenguaje.
— El lenguaje es parte de la búsqueda de los escritores y de las escritoras. Ningún escritor serio puede olvidar que está haciendo cosas con palabras, hacer cosas con palabras tiene que ver con tomar al lenguaje como una materia. No usar la lengua que usás para comunicar todos los días sin cuestionarla. Con esto no quiero decir que se deba adornar la escritura. El desafío es usar las palabras de siempre pero hacer que signifiquen otra cosa. No el lenguaje ampuloso y raro. Hay que hacer que el lenguaje que está gastado, trillado, destruido por nuestra comunicación diaria vuelva a decir algo.
Este trabajo con la lengua es difícil de encontrarlo en los medios y en la literatura. Por un lado, hay una especie de lugar común de que cuanto más despojado un texto es mejor. Hay términos de la economía usados para la literatura, escritor solvente, economía del lenguaje, eso está mal entendido. La idea no es escribir sin adjetivo o sin riesgos, escribir sin imágenes, eso es escribir sin arriesgar nada. Creo que está lleno de libros que se clasifican de bien escritos pero están bien sin riesgos. Hay que escribir con imágenes y tomar riesgos.
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