jueves, 30 de enero de 2020

La emoción es la posibilidad de ser singular


La muestra colectiva “Poéticas Expandidas” tuvo lugar en el Museo Provincial de Bellas Artes. La producción reunió a artistas del interior y a la Capital correntina. La misma fue el resultado del seminario en artes visuales y escritura encabezado por Maia Navas y Franco Rivero. Con ellos charlamos aquí para conocer en profundidad cómo se gestó y cómo vivieron esta experiencia. “Estamos escribiendo, escribir nos ayuda a pensar, a procesar todo lo que sucedió durante poéticas. Fue una experiencia vital, fuerte, sin dudas algo impactante. La escucha, lo afectivo, le dieron un toque singular”, explicó Maia.

Por paulo Ferreyra

Había voces en una cámara oscura, velas, sonidos, pantallas, sillones, escritorio, libros, silla, plantas, tierra, telas, pinturas, una explosión de formas y colores a lo largo y ancho de la sala José Negro del Museo de Bellas Artes.

Maia y Franco armaron el proyecto, lo presentaron al Instituto de Cultura, fue aceptado y Declarado de Interés Cultural con Resolución N° 0865. Lanzaron una convocatoria y el trabajo se inició en el interior.


La propuesta era descentralizar la capital correntina como el lugar donde suceden experiencias similares. Fueron elegidas dos sedes, una del norte de la provincia y otra del sur; Monte Caseros y Saladas. Los encuentros en la primera localidad fueron de abril a julio, y, lo que inició en Saladas en agosto, por inconvenientes que no vienen al caso, se continuó hasta noviembre en la ciudad de Corrientes. Hubo dos muestras, la primera en la ciudad de Monte Caseros, en el mes de agosto; la segunda fue la Muestra Final, en la capital de la provincia. Expusieron y participaron del seminario más de 20 artistas en una franja hermosa de 16 a 71 años, donde también convivían, por ejemplo, un albañil con una ilustradora científica.

“Fue un proceso de trabajo totalmente gratificante. Aunque, en ocasiones,  salía de Ituzaingó a las 10 de la noche y llegaba  a Corrientes a las 01 y de acá salíamos a las 04 de la mañana a Monte Caseros, terminábamos de manejar y empezaba la clínica pero ni se sentía cansancio. Cerrábamos el encuentro al día siguiente, a la tardecita y de vuelta al auto y viajar. Maia quedaba en Corrientes y  yo llegaba a casa como a las 4 de la mañana pero con la sensación hermosa de que todo lo que encontramos e hicimos fue muy lindo”, explica Franco. 

 “Hemos buscado y no hay experiencias como ésta dentro o fuera del país. Hay relaciones como entre docentes y alumnos en los talleres y en los seminarios, pero en poéticas las dejamos afuera, estábamos todos en la misma línea, en la de la experiencia y la del encuentro con otro. Nos tratamos con el mismo respeto. Desde el más joven hasta la más grande, no hubo diferencias en el trato. Todo fue muy reconfortante, único”.


“Hay vínculos que aquí van a durar más allá de esta experiencia. Otros no, pero la mayoría van a quedar. Es muy difícil llegar a repetir esta experiencia, por un lado por lo que significó en esfuerzo y el no apoyo del gobierno. Igual sería hermoso hacerlo”, deslizó Maia. Junto a Franco son grandes artistas, sensibles y de un apasionamiento intransferible. Hermosos. Nos juntamos por separado para describir esta experiencia, aquí parte de ese juego que iniciamos con preguntas y respuestas.

— ¿Cómo se cruzan sus vidas para hacer este proyecto de Poéticas Expandidas?

Franco — Había empezado a dar Takuru, la clínica de poesía presencial en Corrientes. En ese contexto Maia me contacta para participar. Como sabía lo que ella hacía le dije que en este caso sería al revés, yo quería aprender de ella. Así fue cómo nos empezamos a juntar.

Fuimos a comer la primera vez y a develar lo que estaba por detrás de lo que nosotros hacíamos. La cuestión de la búsqueda, el ritmo, la crítica de la estética, entre otros puntos. En ese momento y hoy estamos en sintonía con los conceptos que para nosotros están en crisis dentro del arte, la categoría de artista, los límites del arte, el sentido, el proceso creativo, crear, arte. Sin saber quizás estábamos tensionando los mismos lugares. En ese momento yo estaba fascinado leyendo Contra el arte y partes de Matar a Platón, ambos de Chantal Maillard; y, a los días, Maia había encontrado una teorización sobre lo que yo estaba haciendo y diciendo. Así que me manda parte de un texto, que después me lo pasa íntegro, era La poética como crítica del sentido, de Henri Meschonnik. Entonces nos cruzamos los textos, ella se puso a leer lo que yo estaba leyendo y a su vez yo empecé a leer lo que ella leía. Ésa fue después la base de poéticas.

Maia — Nuestro cruce se fue haciendo por varios factores como dice Franco. Nos conocimos por nuestras obras y por nuestros amigos en común. Cuando nos conocimos además de la admiración mutua se daba el hecho de compartir un marco teórico, un lugar desde donde pensamos las artes. Recuerdo que le recomendé un libro que se llama La poética como crítica  del sentido. Nos compartíamos las lecturas. Estos autores son los que marcan un antes y un después de leerlos. Con Franco sentimos una gran afinidad, una sintonía muy fina sobre lo que creíamos que era la poética. En un momento pensamos sobre lo que nos estaba pasando, las obras, las devoluciones de nuestras obras y que esas cosas se podían multiplicar.

Cabe aclarar que ambos tenemos un recorrido amplio como docentes, como talleristas, la experiencia previa de cómo manejarnos ante un campo amplio grupo ya lo teníamos. Algo imprescindible aquí es un gesto político y ético de pensar el interior del interior. Pusimos la mirada en el interior y en la falta de capacitaciones que hay para artistas. Pensábamos que el estado podía apoyar este tipo de proyecto.

— ¿El nombre poéticas expandidas de dónde sale?

Franco — Maia me habla de algo que se llama Palabra Expandida, un intento de sacarla de la hoja, del soporte, hacia afuera. Era además algo que ella estaba haciendo. Con eso yo pensé en mi forma de ver a la poética ahora, como ese pulso que está detrás de la búsqueda y que no es privativo del que escribe, sino que es un impulso que subyase a cualquiera que se enfrenta a una materialidad y que con ella intenta hacer algo. Por eso le digo que podría, más bien ser, Poéticas Expandidas. Así nació este camino. Hablamos mucho. Empezamos a escribir lo que íbamos hacer y en un mensaje me dice - que lo que había escrito llegaba a la carne y al hueso. Con eso nos pusimos a pensar qué significaba esto para nosotros. Así terminamos dividiendo los encuentros en partes del cuerpo.

Antes de presentar la propuesta fuimos hablar con el presidente del instituto de Cultura porque queríamos quitar a Corrientes Capital como el centro de todas las experiencias e irnos directamente al interior del interior. Por eso elegimos Monte Caseros y Saladas. La idea era que los artistas que se postularan de Capital vayan al interior. Le gustó el proyecto, por eso lo presentamos.

— Para participar había que postularse, ¿cuál fue la clave de selección? ¿les sorprendió la respuesta de los artistas?

Franco - Una de las claves para la selección era saber qué cosas decían sobre su búsqueda. Pedíamos una muestra de obra y un texto donde se presentaran de la forma que quisieran y que nos hablaran de sus proyectos. Después esos caminos resultaron en sintonía con otros artistas, gente que no se conocía estaba trabajando lo mismo, buscando lo mismo; acá se ve: hay cuatro obras sobre cementerios. Por ejemplo. Además muchos se presentaron a trabajar porque aceptaron la metodología, les parecía seria, novedosa; por ejemplo, Noemí de Monte Caseros tiene 71 años, ella se postuló por eso; nos dijo: no necesito hacer más ningún curso a esta altura del partido pero vi la seriedad de la propuesta y decidí sumarme. Trabajó durante todo el año. A la par se postula Juan Manuel, un chico de 16 años de Curuzú Cuatiá. Trabajar con esa franja fue importante para todos. Además se entrelazaban los oficios, teníamos un montón de rubros: albañil, fotógrafos, narradora oral, actor, plásticos, mosaiquista, poetas, artistas visuales, arquitecta, ilustradora botánica, entre otros.


Maia — Agregaría que la propuesta fue novedosa y nos sorprendió la respuesta a la convocatoria. Había como una exigencia previa para postularse. Para nosotros en la formación de un artista es importante que hable de su producción, es un requisito para compartir con los demás lo que está haciendo. De igual modo hubo gente que nos cayó en el encuentro y a ellos los integramos en el proceso de trabajo.

El acompañamiento desbordó nuestras expectativas. Nos encontramos con una dimensión de lo afectivo importante. Se abrió ese lugar de la generosidad y la escucha que como coordinadores con Franco era una condición básica. La escucha era importante. Esto cuando sale de las figuras de coordinación me parece que se replica en el grupo, aquí pasó mucho. Hubo un trasfondo de amor, de afecto. No había competencia, lo que se quería mostrar era desde un lugar sincero. Acá nadie venía a ser la estrella. Éste fue el espacio para compartir, intercambiar, debatir, aprender.

— ¿El Museo de Bellas Artes sigue siendo el espacio para legitimar el arte?

Franco — Sucedió aquí porque también era como un mimo. En el día de la inauguración, Chacho, el albañil dijo que nunca se pensé exponiendo en el Museo de Bellas Artes.  De 20 artistas 15 no conocían el Museo de Bellas Artes. Además, no olvidemos que hubo una primera muestra en el interior; hay obras que por sus dimensiones no están aquí pero sí estuvieron en la muestra de Monte Caseros.  Queríamos jugar con esta cuestión del centro y la periferia y hacer el recorrido al revés, traer la periferia al centro.


Maia — Pensar la muestra en el Museo Provincial de Bellas Artes es ponerse en contexto, éste no es cualquier lugar. Implica otro carácter porque también lleva otro lenguaje. Hay muchas de las personas que expusieron que cambiaron su lenguaje dentro del arte, por ejemplo Sylvana, Liliana, Marisa, que ellas trabajan desde la palabra y aquí presentaron otra cosa. Además tener una fecha, un lugar, despertó una potencia en el deseo de concretar un proceso que se venía trabajando en poéticas. Quizás no cerrar pero si mostrar en qué y cómo se está trabajando. El Museo sigue siendo un espacio de legitimación por la envergadura que tiene, por el tipo de sala, por lo que significa dentro de la Provincia de Corrientes. Por ejemplo expusimos en el interior y en esos lugares no había salas especializadas. En Monte Caseros hicimos una muestra en una Biblioteca. Es linda la experiencia.

— En la inauguración hubo muchas muestras de afecto, artistas hacia y desde ustedes, ¿todo es afecto?

Franco — Entre nosotros es así, totalmente. Estoy convencido de que la emoción es la base. La emoción es la base. La emoción es la posibilidad de ser singular. Todos nosotros lloramos, hay registros. Me acuerdo de Matías, el escultor, estaban trabajando y yo entro en un momento para hacer una foto. Él estaba sentado en el piso contra la pared con una libreta y sus ojos estaban ahogados. Hice una sola foto en ese momento y me fui porque también la emoción me había desbordado. Hubo en este tiempo una cuestión con el abrazo. 

Fue un camino donde juntamos soledades, cada uno caminaba en soledad y aquí juntamos nuestras soledades, nuestra desnudez, y desde ese lugar surgieron las obras. Las obras nacieron en el seminario, como consecuencia no como un requerimiento; la única consigna clave que teníamos era que el cuerpo sea atravesado por la emoción. El hecho de dejar que la emoción nos atraviese para nosotros fue un equilibrio que se consiguió dejando ese factor de desequilibro que tenemos todos que es el narcisismo.

— Había un grito, una convicción de que este grupo vino para quedarse. ¿Cómo lo vivieron?

Maia — lo importante de este proceso, de este camino de trabajo es que de aquí salieron amistades. Hay vínculos que aquí van a durar más allá de esta experiencia. Otros no, pero la mayoría van a quedar. Es muy difícil llegar a repetirlo porque lo que ha significado en esfuerzo y lo que encarnó el no apoyo del gobierno. Igual sería hermoso hacerlo.

Franco — Siendo sinceros sufrimos bastante. Si fuera por nosotros vamos a seguir. De hecho nos gustaría seguir. Pero para esa continuidad deben estar generadas las condiciones para que podamos seguir. Esto no tiene por qué ser un apostolado y que toda la plata de la provincia vaya al chamamé o al carnaval, únicamente. Por otro lado nosotros a comienzo de año presentamos un proyecto que cubría toda la provincia. En el 2019 trabajábamos norte y sur y en este 2020 con la misma modalidad trabajábamos este y oeste, así cubríamos toda la provincia. Hoy las condiciones no están dadas. No podemos ir así a esos otros puntos. Estamos buscando alternativas. Tenemos toda la energía para continuar pero necesitamos un gesto político de compromiso para poder desarrollar este trabajo.

— ¿Que temas atravesaron todas las obras trabajadas durante el año?

Maia — Creo que en el trabajo mostrado en el Museo de Bellas Artes quedó plasmada como la correntinidad atravesando las obras. Hubo mucho territorio y paisaje explícito. Hay otro tema con recurrencia que es el trabajo con la femineidad, cuestiones de género. Un tercero sería la religiosidad.

Franco — Uno más, el lugar del corazón. El otro como espacio para el abrazo. Me parece que esas cosas están. Verlas, sentirlas, revivirlas, emociona mucho.

— En lo personal, ¿qué les sucedió a cada uno con su obra?

Franco — Me expandí. El 2019 fue el año en que más escribí. El 80 por ciento de lo que escribí salió durante este proceso.
También he registrado todo lo que dijo cada uno en todos los encuentros que tuvimos. Tengo alrededor de mil páginas crudas. Hay cosas hermosísimas. Muchos de los nombres de las obras salieron de estos encuentros, por ejemplo, "Una silla atraviesa la silla y si la toco suena", salió de una anotación, de algo que Adrián dice mientras piensa su obra.

Maia — Volviendo al comienzo, nosotros pensábamos en lo que atraviesa todo los lenguajes del arte. Para nosotros lo que atraviesa todo es la poética más que la materialidad del arte. Nosotros trabajamos desde la propia experiencia de vida. Para mí fue mucho enriquecimiento. La variedad, la diversidad en todos los aspectos nos hizo crecer. Desde ese lugar volver a pensar, junto a cada artista, el lugar desde donde estamos trabajando nos enriquece mucho.

Nosotros hacíamos devoluciones a los artistas durante cada trabajo. En varias ocasiones las preguntas que hacíamos volvían a nosotros, nos hacía repensar nuestra obra, el modo de hacer.  Hay algo que nos queda y es muy importante - los gestos. La obra no es solo saber hacer algo bien sino que hay algo que está más allá, eso tiene que ver con un aspecto vital, con los vínculos, con una forma de estar. Ver las realidades tan diferentes también nos enriqueció. Estar en el interior del interior me pareció interesante, porque nosotros también a veces nos pensamos en el interior. Además vi mucha pasión.


En danza con narcisos

Probablemente William Wordsworth no conoció el interior del interior de Corrientes. Sin embargo describió cómo andaban algunos artistas, “Iba solitario como una nube /que flota sobre valles y colinas,/ cuando de pronto vi una muchedumbre/de dorados narcisos: que se extendían/ junto al lago, a la sombra de los árboles,/ en danza con la brisa de la tarde”. Poéticas expandidas los acercó, hizo que se conocieran, juntos ahora brillan como las estrellas en un lechoso cielo de verano. Las expectativas por un lado están puestas en que este grupo llegó para quedarse, y del otro lado, el deseo de que algo se arme para que el proyecto siga, que pueda replicarse. Parece que dar es irse pero Poéticas Expandidas aún no ha dado todo.