"Navegamos sin más pretensiones que ver los ríos libres"

Jorge Mazzochi, Sebastián Arena y Hernán Gigena partieron días atrás en kayak desde El Pintado a Buenos Aires.

“La hoja es el equivalente a la vida”

Entrevista con Franco Rivero

domingo, 7 de junio de 2020

Día del Periodista. Trincheras sin festejos

Cuerpos ceñidos, encorvados, cegados por la pantalla blanca y un cursor que no deja de titilar a cada renglón obligando a la acción del tecleo, mientras la cabeza late a la par de esa intermitencia en busca de los ladrillos perfectos para una edificación llamada texto. Eso somos los que estamos en el oficio de ser periodistas: somos obreros del intelecto en busca de la perfección. Trabajamos afirmados sobre el andamio del inconformismo.

Pero en ese esfuerzo cotidiano, las cosas no siempre salen como están en los planos que elaboraron los académicos “arquitectos”, o la jerarquía proyectista que imparte órdenes desde un eterno modo home office y lejos del overol.

Por eso, tal vez, desde hace ya un par de años el Día del Periodista no se festeja, se trabaja más y acaso se deja un rincón en la noche para elevar alguna copa con un par de colegas en la trinchera. Los festejos corporativos quedan a un lado, en un rincón junto con el desprecio –cada vez más generalizado- a la esencia del periodismo: la honestidad intelectual y el hambre por la verdad.



En medio, un sistema que subyuga: las relaciones con el empleador, los ninguneos, los castigos por salirse del periodismo Outlook, el menosprecio por la palabra – acaso nuestro mayor tesoro –, los salarios bajos, muy bajos, entre otras condiciones que aprietan el oficio que amamos hacer con todo el cuerpo.

Este trabajo se enciende chispeante hoy, como un hogar, mientras leemos por diferentes medios cuestiones relacionadas con algún personaje que vamos a entrevistar. La tarea prende en la charla que se hace en vivo o como ahora, por la pandemia, sólo por teléfono. Después se vuelve un nido acogedor frente a una pantalla y martillamos un teclado para edificar un texto.

Entre los grabados, los dibujos, las pinturas, el mundo continuó mirándose en la palabra. Vino la fotografía, el cine, la televisión, internet y pese a los apocalípticos del papel, la palabra sigue y seguirá estando presente. La palabra construye, evoca, sugiera, reflexiona. Conocemos las virtudes de la tecnología actual, pero erigimos este edificio con la palabra escrita.

Salir a cazar temas, encontrarlos en diálogo con el entorno y con el medio es una provocación permanente a un statu quo del corte-pegue y el cliqueo fácil. Acaso el goce, disfrute, felicidad, durará después un instante, alguien que nos hizo saber que compró el diario y leyó la nota. También un “me gusta”, un “visto”, en las redes y cuánto mucho “un compartido”. En la trinchera siempre es un o una, no más. El flash se apaga rápido y hay que volver a empezar, buscar tema, hacerlo, escribir y publicar. Y la máquina cementera del albañil vuelve a girar una vez más para el eterno construir periodístico.



Atropellos

A pesar de lo almibarado que tiene este oficio, los sinsabores también brotan del entorno, de los pasillos, de los mensajes y las actitudes a cara descubierta de compañeros o compañeras. Ni hablar de las jerarquías o de quienes controlan en cierta manera los medios de comunicación y piensan que la gente lee menos y entonces hay que envasar papelitos de colores con brillantina. Un auto boicot para un círculo vicioso asentado sobre un soporífero binomio de retroalimentación: vacío-vaciamiento.

El desánimo nunca avanzó tanto como en estos tiempos. La seudo profesionalización del periodismo llevó a que se llenaran las carreras de estudiantes, quienes después fueron absorbidos por instituciones o reparticiones de gobiernos municipales, provinciales, para escribir y difundir sobre sus personalidades o actividades. A su vez, en los medios tradicionales, radios y diarios se vuelven periodistas Outlook, que tienen sus casillas de correo electrónico repletos de notas, enviadas por el propio organismo público y por el departamento de publicidad del medio, bajo el entrecomillado de “prioridad”. Así se están tejiendo hoy algunas páginas de los medios, algunos programas y otros tantos de difusión masiva.

Hace unos años, cuando el técnico Miguel Angel Russo dejó el Club Vélez para ir a Boca los hinchas reaccionaron con furia y se manifestaron en varias banderas que colgaron en la cancha, en una de ellas se podía leer la leyenda amasada en la sabiduría popular: “Ru$$o, la plata no te cambia, te delata”. Eso mismo les pasó a algunos de nuestros compañeros y compañeras.



Desafíos

Al igual que el labriego, el herrero, el albañil, el artista, el oficio nos define. En algunos casos ya probamos con otros trabajos y no anduvo, necesitamos volver a la palabra. El viejo chiste con un cineasta es: “Ya probamos con la pala y no funcionó. Así que esto es lo que somos y vamos a darle para adelante con las herramientas que tengamos”.

Mientras el oficio se reconfigura, en medio de la pandemia muchos descubrieron, o no, que cualquiera puede ser periodistas. Esa improvisación que alimenta el descarte en cualquier momento, dinamita las bases de la profesional, del profesionalismo. Todo puede ser cambiado de un plumazo, porque hicieron que todo pierda su valor intrínseco y lo equipararon hacia abajo, hacia el lodo de la mediocridad.

Hoy hay cientos de músicos, escritores o directores de cine conversando con sus pares sobre cómo viven o qué hacen en este momento, diálogos que se transmiten en vivo y que resultan ser entrevistas, charlas que ayer nomás las hacíamos los periodistas. Alguien dejó la silla vacía y vino otro alguien para ocuparla rápidamente.

Por si fuera poco, la noticia dejó de tener novedad porque fue vaciada de interés, de lo importante. Ahora, el periodístico banal, de entretenimiento, sólo busca un mero “impacto” a la caza de algún clic en las redes, para luego extasiarse con las estadísticas mensuales de visitas en el sitio web, sin importar el anzuelo que usaron. Todo vale: desde un título impreciso redactado adrede que se disuelve por su propia falsedad, hasta aquellos datos expandidos a fuerza de humo vendido y comprado para que alcance la categoría de “titulazo”. O bien la ya desgastada estrategia de la intriga, que no atrapa más, sino que produce repulsión.

La dictadura del clic refuerza sus tentáculos para el vaciamiento generalizado, desinformando, fusionando todo contenido a la propaganda oficial rentada y rentable, siguiendo a los mercenarios y a los falsos ilustrados con egos infinitos que sólo se enceguecen con las luces artificiales de una maquillada literatura exprés.

Así estamos viviendo en estos tiempos. Muy poco para festejar y mucho para reconstruir.


Rascar donde no pica

“Scratch where it doesn't itch”, dice un filósofo norteamericano llamado Richard Rorty. Hacer filosofía es rascar donde no pica, pues hacer buen periodismo en parte es hacer eso, rascar donde no pica: por qué tengo estos dedos, qué hago con ellos, qué toco y qué manipulan estos dedos. Hay partes de nuestro cuerpo que no prestamos atención. Como pasa cuando una mujer o un hombre duermen en la plaza y se hacen paisaje. Se vuelven parte del cuerpo visual que tenemos. Ahí debemos ir a rascar. O cuando algunos músicos hacen conciertos en vivos dos veces por semana con sus pares de distintos puntos de la provincia, del país, de Latinoamérica. Hay que rascar donde no pica.

Aguzar los sentidos, todos los sentidos, para rascar con temas o personalidades que están a nuestra vista, pero nadie parece tocar o reparar en ellos. El canal, el medio para transmitir eso que vamos produciendo, está cambiando y acaso es nuestro mayor desafío para adaptarnos. Vamos a contarte historias que trabajamos para conocer y desentrañar. Pero siempre la construcción será desde el texto, desde la tarea de ensamblar verdades, desde la experiencia del mismo oficio y, siempre, plantados a pie firme en el andamio de la insatisfacción. No tenemos el salario asegurado y edificamos ahí donde somos, martillando un teclado. La realidad máxima es que escribimos para seguir siendo.

Esa es la revolución hoy: defender el profesionalismo contra los iluminados del mercantilismo. El Día del Periodista hace años no se festeja, se reflexiona. Afortunadamente todavía hay muchos obreros dispuestos a reconstruir, y en ellos anida la fuerza de la esperanza.

Por Gustavo Lescano - Paulo Ferreyra

martes, 2 de junio de 2020

Marcia Müller: “el nuevo tiempo del arte tiene que ser colectivo”

En tiempos de música y charlas en vivo se juntaron Marcia Müller y Marta Toledo. En esta ocasión se puso de relieve la importancia de los colectivos de artistas y la toma de conciencia de la música como profesión.


Desde la entrada en vigencia del “aislamiento social, preventivo y obligatorio”, en distintas redes se han sucedido transmisiones en vivo de distintas índoles. El consumo de internet aumentó. Un estudio reciente reveló que en España aumentado del consumo de libros y el tiempo de lectura. Los museos han abierto sus puertas para recorridos virtuales. “No tengo ninguna duda que el arte nos salva. Es una compañía que fortalece el espíritu”, sostuvo días atrás Teresa Parodi respecto a este momento y la importancia del arte.
Marcia Müller



En la charla vía instagram que tuvieron días atrás dos valores de la música de la región expusieron su situación y las de sus pares. El historial de Marcia empieza con la guitarra y el canto, después adoptó el acordeón. El cambio significó mucho trabajo, "tuve que aprender varias cosas. Independicé la cabeza de muchas polirítmias, por ejemplo", explicó. "A veces pensamos que estudiar únicamente es ir a una institución y no es así. A mis alumnos les doy un ejemplo, ¿Nini Flores tomaba su acordeón y sacaba una melodía por arte de magia? No. Él estaba horas y horas practicando, ese era su estudio, su escuela, su institución. Hay que sentarse a estudiar", subrayó y soltó una sonrisa, "es necesario poner culo en la silla y estudiar".

En el diálogo Marta Toledo habló sobre su historia, contó los instrumentos que había en su hogar, su recorrido y su presente. La conversación se hacía íntima, había una empatía estando ellas en provincias diferentes, unidas por una pantalla y conectada a sus oyentes o televidentes. Había quienes ávidamente agregaban comentarios o sumaban declaraciones según el tema que estaban desarrollando.

Era un diálogo precios abierto entre dos talentosas. Una realiza clases de acordeón y la otra hace clínicas o talleres sobre la voz, florece ahí un placer, la felicidad, el goce que les nace cuando ven crecer a sus pares. Marta fue niña cantora, en una familia donde la música estaba pero no como una posible profesión en la vida. Había una guitarra, un piano, "durante la infancia pasé mucho tiempo orejeando. Me había metido en algunos concurso que corren el eje hacia lo competitivo, cuando la música es otra cosa", advierte. Durante un tiempo paró la pelota. Dejó de rodar el canto por unos años hasta que todo volvió a reverberar desde el alma hasta estallar en sus cuerdas vocales. Así hoy llega como una caricia su canto acrecentado en distintos proyectos musicales.



Ser músico es una profesión

Por su parte Marcia explicó que en el profesorado de música de Entre Ríos, cuando era estudiante y ahora que es docente la "pelea" siempre es la misma. La sociedad no ve como una profesión el arte de la música. Ella contó así un diálogo que tuvo en una ocasión con estudiante de abogacía. “Él me contó que tenía 35 materias en ese momento. Yo en el profesorado de música tenía 64. El silencio que se abrió fue casi absoluto”, desliza mientras sonríe ante el anécdota. Al mismo tiempo agregó que en primer año tenía 16 materias, tres eran de instrumentos, piano, guitarra, flauta. A piano y guitarra había que dedicarle una hora por día, a flauta una media hora más. Tenía además técnica vocal, otro tiempo más de estudio. Todas las materias teóricas y las específicas, lecto escritura, historia de la música, armonía, expresión corporal. Los detalles se ensanchaban en un abanico precioso y multicolor.


Crítica situación de los músicos

En una entrevista está planteado que uno pregunto y otro responde. Estas conversaciones que organizó una de las artistas son efectivamente una acción y un efecto donde están hablando dos personas, una y otra son protagonistas. Marcia pregunta y Marta de igual forma pregunta, hay una interacción importante sumando a lo que agregan o comentan los usuarios que están ahí muy atentos a cada tema puesto en el diálogo.

En un momento la acordeonista enterreriana contó que vive de la docencia, que de ahí saca la plata para ir a tocar a un lugar, para afinar o para tener un mejor instrumento. "Hoy la situación es crítica para les compañeres. A nivel país las primeras que se movilizaron son los colectivos o pequeñas agrupaciones. En Entre Ríos un grupo de compositoras hace tres años venimos organizando diferentes ciclos, empezamos unas nueve y hoy somos casi treinta. El eje de unión es que somos compositoras mujeres, sin distinción de edad o género musical. El estado tarda en llegar. Hoy los colectivos están más cerca de les compañeres”, subaryó.
Marcia Müller y Marta Toledo


En la provincia de Entre Ríos se constituyó el grupo Músicos Solidarios Entrerrianos. “Nos vemos convocados por la solidaridad hacia nuestros hermanos mas necesitados. Por ello creamos esta Comunidad de Músicos Solidarios con el fin de hacer de la música una expresión para servir. Hagamos de la solidaridad una cultura”, explican desde su plataforma tanto en Facebook como en youtube. “Lo que estamos reuniendo se destina para músicos que están sin ingresos porque vivían de tocar o enseñar”, advierte. Marcia Müller ha viajado por el país y a través de las redes conoce la realidad de otros colectivos como por ejemplo de Córdoba, Santa Fe, entre otros.

“Creo que esta pandemia va a profundizar más la bisagra que estamos viviendo, desde muchos lugares. Desde las revoluciones de las mujeres, de los derechos de los niños, de la violencia de género. Me parece que el estado tiene que agudizar su presencia. De alguna manera lo está haciendo y teniendo en cuenta a estos colectivos que están al frente en la primera hora”, explican. A veces se piensa a estos grupos vinculados al arte como minoritarios, pero a la hora de hacer un relevamiento entre artistas, productores, trabajadores de la cultura en distintos ámbitos, bailarines, entre tantos otros, uno podría poner de manifestó cómo movilizan la vida de las personas y también la economía de un sector de la sociedad.

"El arte está visto como un relleno, como un pasatiempo y no hay una política cultural que ponga en valor nuestro trabajo", agrega Marta Toledo al tiempo que Marcia Müller acota, "el nuevo tiempo del arte tiene que ser colectivo. Tenemos que entender que solo con el otro podemos tener fortaleza, el individualismo ya no va más. Este paradigma del individualismo se tiene que quebrar, el mundo nos está diciendo que no sirve, tenemos que ser solidarios para que no mueran los de al lado. Hay que pensar colectivamente".


“En el arte siempre se vio la vocación”

En este contexto hubo tiempo para hablar sobre la ley de cupo femenino. No es una ley de competencia entre hombres y mujeres. "Es un reclamos de trabajo, simplemente eso, un reclamo de trabajo", subrayó Marcia Muller. Al respecto trajo las palabras de María Eugenia Figueroa, su comprovinciana, "la ley de cupo femenino es un insulto para la mujer. Tenían que contratarnos porque somos músicos. No porque una ley dice que tienen que contratarnos. La ley es una herramienta que nos ayuda a aprender lo que socialmente no pudimos aprender solos, la igualdad".

“En el arte siempre se vio la vocación y no el laburo”, deslizan y sus palabras quedan resonando como el eco de una campana nueva, “en el arte siempre se vio la vocación y no el laburo”. Las otras carreras se dice que son para laburar y asegurarse un bienestar. “Sin embargo cuando cierta franja de la sociedad tiene a sus hijos finalizando el secundario le hacen test vocacionales. Entiendo que el arte, para el artista, sea cual sea su disciplina, nos mueve la vocación. Necesitamos para vivir ser artistas, vivenciarlo y transmitirlo. Esa es la vocación que está efervesciendo en uno y no podemos negarlo”, expresó Marcia Müller. 


En ese living imaginario donde dos artistas conversaron nos dejaron ver su ser íntimo, noble, bello, esperanzador. El arte, los colectivos de artistas que abrazan a sus compañeres están haciendo un mundo distinto, solidario, amoroso. En el decir de la poeta chaqueña María Eloísa Zamudio, se está despertando un nuevo día y se me llena de soles la mirada.

Por Paulo Ferreyra