Por paulo Ferreyra
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Todo empezó en unas vacaciones en Federación, Entre Ríos. Carla había visto una casa que en el techo tenía pasto, eso le llamó la atención. Era un techo vivo, nunca antes había visto algo así. A simple vista parecía una casa normal pero estaba hecha en barro. Era una casa ecológica que se había construido con materiales naturales.
Carla Pértile |
“Me gustó y me sedujo esa construcción. Busqué en internet y descubrí que en ciertos lugares del país está instalada la costumbre de la bioconstrucción, no la antigua sino una más mueva. La que se usa ahora conlleva ya una filosofía de vida, implica construir en comunidad, con la familia, con amigos, con vecinos, en una especie de reunión donde se comparten un montón de vivencias además de trabajar en conjunto. Esta forma de trabajar se llama minga”, subraya y a Carla se le adivina una sonrisa detrás del teléfono.
La semilla familiar
Buscando en internet se enteró de que iban hacer una minga en Santa Ana. "Le conté a mi pareja y él estaba escéptico a esa cuestión. A mí me motivaba mucho hacer una casa de barro o de piedra, estaba seducida por la posibilidad de una casa con materiales naturales”, cuenta. Se fueron a Santa Ana en pleno verano y entraron a la casa de barro, fue el primer gran impacto. Hacía mucho calor y la casa estaba fresca, no estaba encendido el aire acondicionado. Eso le llamó mucho la atención. Ahí conoció a Alejandro Arce, quien vive en Colonia Benítez, Chaco. Él estaba construyendo para un amigo una casa completamente de barro. Tenía un balcón con pasto, increíble. "Me quedé alucinada con eso", afirma y las palabras quedan suspendidas en el aire, alucinada con un balcón con pasto vivo.
Temperatura y humedad
Del primer acercamiento y del camino iniciado hace ya un poco más de tres años. Leandro Arce diseñó la casa de la familia de Carla mientras ellos iban buscando materiales, cercando un terreno. Hicieron el armazón con postes de eucaliptos y pino, lo que tiene de convencional su casa es el cimiento. “Nosotros hicimos el cimiento de con hormigón porque es una estructura muy grande, es una casa grande, tiene diez metros por diez metros, dos habitaciones, dos baños y un living comedor grande. Tiene además galería en derredor de la casa. Eso es importante porque cuando llueve mucho los aleros protegen la casa de barro”, explica.
Carla pone de relieve los beneficios de la bioconstrucción al mismo tiempo que compara las otras formas de hacer viviendas. Muchas casas modernas tienen problemas de humedad y de temperatura, si la gente se muere de calor adentro está claro que la construcción no es la adecuada.
Una casa de barro no genera los consumos de energía que otras estructuras porque es cálida en invierno y es fresca en verano. Carla explica que se puede poner aire acondicionado, calefacción, pero eso significa un derroche de energía y consumo que no corresponde. “Aquí la filosofía de la bioconstrucción también se trata de gastar menos, tratar de reutilizar lo máximo que podamos los materiales. Entonces, por ejemplo, las aberturas son recicladas, son rescatadas, compradas en remates”, cuenta.
Además del cimiento, la casa tiene el piso también convencional ya que lo hicieron con cemento alisado. “Íbamos hacer el piso de barro pero nos dimos cuenta de que era mucho laburo. Teníamos tantas ganas de mudarnos que decidimos acelerar los procesos. En el país se dictan talleres para hacer pisos de barro. Nosotros tuvimos la oportunidad de verlo en Chajarí y queda muy lindo”, agrega.
Materiales
“Cielos de los verdes, aguas celestes en las lagunas, lugar donde habitan las tardes mansas de cielos limpios”, esta es parte de una descripción que hace el autor y compositor Ariel Acuña en su canción El sol de los cielos limpios. En Mercedes la naturaleza está ahí, aunque algunos se empeñen en levantar muros fríos de cemento y quemar así el color de la vida.
En la construcción de su casa de barro la familia usó arcilla negra. Esto fue una gran ventaja porque en otros lugares no se cuenta con buena arcilla. En la minga, en la construcción comunitaria que participó Carla en San Ana habían tenido que comprar la arcilla porque en la localidad no había a disposición. Además de arcilla en la mezcla su usó arena, que para en estos casos se puede usar de cualquier tipo; ya sea fina o gruesa. Luego se utilizó fibra, paja de arroz. “La paja nos donaron porque habíamos hecho difusión de lo que estábamos forjando y nos la ofrecieron para la construcción”, cuenta.
Minga
Así como ella junto a su esposo había participado de una minga en San Ana, tras avanzar en la construcción de su casa organizó una minga para levantar las paredes de su propio hogar. “Hicimos un taller acá con Jorge Belanko, reconocido en argentina y latinoamérica, lo conocimos mediante Alejandro Arce quien nos diseñó la casa. Belanko nos había pedido la estructura y el techo, con eso podíamos hacer el taller. En ese taller asistieron 25 personas de todo el país, también había paraguayos y una francesa. En cinco días cerraron la casa, fueron días muy intensos pero muy enriquecedores. Fueron jornadas de una carga energética muy alta y de vivencias muy intensas”, subraya.
“Se entiende por Bioconstrucción como la forma de construir que favorece los procesos evolutivos de todo ser vivo, así como la biodiversidad garantizando el equilibrio y la sustentabilidad de las generaciones futuras. La bioconstrucción aparece hoy como una respuesta concreta ante la crisis energética y la necesidad de mitigar el cambio climático. Se trata de hacer viviendas y edificios que por su diseño y materiales reduzcan al máximo la contaminación ambiental. Se construye con barro, paja, madera y materiales reutilizados. Se implementan diseños bioclimáticos, lo que disminuye el consumo de energía para calefaccionar o refrigerar. Se utiliza tecnología para recuperar agua de lluvia, también para reutilizarla, tratar los residuos y aprovechar la energía del sol. Y, además, es más económico”, así también lo explica Jorge Belanko en ecoportal.
Postal a cielo abierto de la Minga |
“No hay dos casas de tierra iguales”
Desde principios de este año Carla habita en su nueva casa. En total la autoconstrucción le llevó dos años de trabajos y sostenerlo llevará toda la vida. Mientras fue avanzando en este tiempo hizo talleres para incentivar y promover la bioconstrucción. “Aquí hay que relajarse y entender que esta no es una casa de revista. El mantenimiento lo hace uno mismo. Los arreglos se hacen fáciles, no demanda mucho trabajo. Además se pone aquí de manifiesto la creatividad. Nosotros, por ejemplo, usamos botellas para agregar luz a la casa y como decoración. El barro es muy noble y uno puede jugar mucho con su imaginación. En las paredes exteriores de mí casa hicimos una flor de mburucuyá”, desliza y la alegría de Carla se dibuja en cada palabra que llega de boca. Por un momento hace una pausa y advierte, “aquí cada uno puedo desarrollar su ingenio. No hay dos casas de tierra iguales”, las palabras quedan suspendidas y juntos volvemos a esas palabras, “no hay dos casas de tierra iguales”.
El bichito de la ecología
“La vida nos tiene una Eterna en quien toda belleza halló figura, latido, respiro”, escribió Macedonio Fernández y por ahí van los latidos verdes de Carla. Junto a su familia sembraron plantas nativas frente a su casa. Escucha diariamente el canto de los pájaros que hiende su nido florecido de amor. “Hay que meter el bichito de la conciencia ambiental. Es bueno conservar, acá estoy llena de pájaros. Me frustré un poco cuando hicimos la Minga porque no asistió casi nadie de aquí, había mucha gente de diferentes puntos del país y sin embargo aquí no le dieron importancia. Es difícil la mentalidad del correntino, es conservador, no quieren innovar. Sin embargo tengo confianza que las nuevas generaciones van a ser distintas”, sostiene y su voz cobra seguridad en que las cosas pueden cambiar.