viernes, 30 de agosto de 2024

Lanzaron canciones para abonar la vida


Tajy

Se realizó en Corrientes la primera edición del Festival Lapacho. Hubo un espacio de formación y por la noche subieron al escenario Coqui Ortiz (Chaco), Dúo Bote (Misiones-Formosa), Maru Figueroa (Entre Ríos), Ale Marasso (Corrientes) junto a Tajy (Corrientes). Una pequeña porción de lo que pasó en este festival quedó plasmado en estas líneas.




Por Paulo Ferreyra - Edición Facundo Binda

Fotografía Ivanna Carballo




Había sol cubriendo parte de la tarde en el Patio. Maru Figueroa abrió la tarde hablando de su tarea. Ella lleva el lenguaje de diferentes artistas a la guitarra. Luego fue el turno de Coqui Ortiz, quien comentó algunas anécdotas de cómo los referentes musicales de la ciudad de Resistencia iban tejiendo su música con las nuevas generaciones. El tiempo transcurría y maduraba la sombra en los árboles, las mesas, las sillas y los edificios derredores.



Mientras algunas personas tomaban mate o bebían algo fresco, Coqui seguía reflexionando sobre sus historia enlazando la importancia del Festival Lapacho. “A veces me encuentro repitiendo cosas que dije hace 35 años pero creo que no están mal. No hay que renunciar a lo que te conmueve”, suelta la frase y el público hace silencio. “No hay que renunciar a lo que te conmueve”, repetirá también más tarde mientras rasguea su guitarra y junto a Juan Mora dibujan las canciones del litoral. 

 

Rosas


Pasadas las 21 abrieron las puertas de la sala. Había en la entrada lapachos rosas. El escenario también contaba con ramas del mismo árbol. Hay música de ambiente. El público va ocupando los primeros lugares. El bullicio de quienes llegan solos, en familia, en pareja o con amigos crece. Una persona a mi lado - en las últimas filas - se toma un tiempo para prepararse el mate. Será una noche larga y habrá que vivirla así, de a sorbos pequeños, suaves, profundos. 



A medida que la sala va colmándose de público, se despierta un clima festivo. Las sonrisas se multiplican. La escenografía del entorno se vuelve un jardín dulce de tonos claros, bañados desde el piso hasta las luces que juegan entre el verde, amarillo y azul. 


El trío Tajy - conformado por Belen Arriola, Jose Victor Piñeiro y Alejandro “Tato” Ramirez -, que lleva ya más de diez años de trayectoria, tuvo la idea de crear este festival. Su objetivo era generar un espacio que ponga en valor a aquellos artistas que, por su formación o trayectoria en la escena regional, han dedicado tiempo a propuestas y composiciones de obras relevantes para el desarrollo e impulso creativo de la música.


“Quizás ahora que el festival terminó - me cuenta Víctor Piñeiro después del festival - sean grandes las palabras de sueño cumplido. Pero en gran parte el festival fue lo que imaginamos”, subraya. Claro, la alegría lo desbordaba y seguramente el Trío Tajy atesorará esa noche por mucho tiempo. Hubo un vínculo entre los músicos y el público que fue mágico. La sala estaba colmada. Detrás de escena los músicos repasaban las cosas que habían pasado y se daban cuenta de que habían pasado más de tres horas de pura música. “Pasar de un tik tok de 15 segundos a estar en silencio más de tres horas escuchando música, quiere decir que pasó algo profundo. Este Festival nos dio también la perspectiva de que lo podemos seguir haciendo y que estos espacios son necesarios”, destacaron los organizadores. 

Maru Figueroa



Maru Figueroa: “El mundo es más amable con estas acciones”



Es una de las jóvenes guitarristas más talentosas que tiene la música de la región. Maru tiene una sensibilidad única que la transmite y contagia en cada canción. Comentó que desde que se subió al colectivo en Paraná, Entre Ríos, para venir a Corrientes la emotividad le fue ganando todo el cuerpo.  Pensar en el encuentro con los amigos, abrazar la generosidad de Tajy y de compartir espacios con otros artistas del Litoral. “A lo largo de tantos años ellos son muy mimados por el público, y ese afecto que reciben lo comparten con sus pares. Ese gesto de convidarnos su público es de una generosidad enorme. Además acotaron su espacio en el escenario para que todos podamos desarrollar nuestro repertorio”, destacó.


Si bien a Maru le tocó abrir el festival, no tuvo que romper ningún hielo. La avidez del público por escuchar música se percibía en el ambiente. Ella hizo un repertorio cargado de melodías lentas y retrospectivas, donde el silencio se codeaba con sus dedos y las caricias del público que le llegaron con varios aplausos al término de cada canción. Mientras las altas pulsaciones del escenario recién abandonado aún le duraban, charlamos un rato. 


— ¿Por qué pensás que es importante un festival como este?


— En principio este festival hace algo que es generar trabajo en un momento económico que es muy difícil. Para quienes somos de afuera, salir de nuestro lugar es costoso en términos materiales. Sale mucha plata moverse. Después llegar acá y encontrarse con un lugar donde todo está pensado y diagramado con mucho amor nos colma de emoción. 


— Te tocó abrir el festival ¿respetaste tu repertorio o lo fuiste modificando a medida que sucedían las canciones?


— Respeté el repertorio que había preparado. Siempre pienso mucho el repertorio que voy a tocar en cada lugar que me toca estar. Cada concierto es distinto porque cada contexto es distinto. Una cosa que me gusta hacer es dejarme afectar por el encuentro. Además la charla que tuvimos a la tarde fue un momento fundamental para soltarme. Tengo un repertorio grande y puedo ir por distintos lugares, cuando voy a un lugar donde no me conocen me gusta mostrar esta porción de Entre Ríos que viene conmigo. 


— Hubo mucho silencio y mucha escucha.


— Me sentí muy a gusto. El silencio fue tremendo. Son pocas las veces en las que un guitarrista puede tocar “de aire”. Cuando pones un micrófono cerca sucede otra cosa y la gente ingresa a otro estado de escucha, sobre todo yo misma porque es lo más cercano a lo que me sucede cuando estoy ensayando. Entonces es más fácil conectar conmigo y con el repertorio.  Pienso además que el mundo es más amable con estas acciones. Hoy estamos viviendo un tiempo difícil. Es complejo organizar actividades pero al mismo tiempo sentimos que es necesario no renunciar hacer estas cosas. Aún estoy con la emoción a flor de piel. Que todos hayamos tenido un día como hoy donde por una buena porción de tiempo no pensamos en el costo del boleto de colectivo, en el precio del alquiler, en las hostilidades de la gente en las redes sociales, en el precio de la carne o en lo que sea, este ha sido ya un regalo muy grande. 





Dúo Bote

Abel Tesoriere: “Nuestra música está atravesada por el paisaje”



Abel integra el Dúo Bote. En tono bajo, casi como si fuera un susurro, deja escapar sus emociones. Sonríe. Sus sentimientos se amplificaron desde los días previos al festival cuando llegó a Corrientes. El deseo latente de compartir música con sus pares, hacer algo palpable que se venía dando a través de las redes sociales, fue un impulso muy grande. "Ha sido una mezcla hermosa de contentura y emoción", describió al tiempo que también agradeció la convocatoria y los momentos compartidos.


— ¿Cómo seleccionaron el repertorio? 


— Con Flor tenemos dos discos. Nuestro repertorio es mucho más amplio pero para esta ocasión hicimos un popurrí para repasar nuestra trayectoria. Con Dúo Bote recopilamos canciones del Litoral que muchas veces han quedado en un segundo plano. Canciones que son muy bonitas pero que hoy están olvidadas, no están en las redes o en las plataformas digitales. Buscamos estas canciones o evocamos las voces de nuestras infancias. Hay un hilo transversal en nuestra elección que tiene que ver con la emoción, elegimos canciones que nos emocionen. 


— Ahí en ese río de canciones ondeaban cada tanto la tristeza, el desamor, la nostalgia.


— Totalmente, el monte, la selva, la música del agua tiene todo eso. Pienso ahora un poco en el paisaje de Flor, que es mega majestuoso en Misiones. Pero Formosa también tiene su selva, más pequeña y diversa. En el oeste, la provincia es más desértica. En medio de la provincia está el bañado que hace que pareciera estar en otro planeta; algo inspirador. Nuestra música está atravesada por el paisaje, la cultura, la comida, los oficios, el amor y el desamor. 

Florencia Bobadilla Oliva




Florencia Bobadilla Oliva: “Esto que sucedió acá fue un quiebre de la realidad”



“Recibir esta invitación fue muy grata. Recibir esta invitación al Primer Festival Lapacho es aún más grata porque implica una sapienza a per se de que va a funcionar. Te llaman para armar los primeros lazos del tejido, eso es hermoso”, así comenzó la charla con Flor. Su voz, la cadencia y al mismo tiempo la potencia de sus interpretaciones cautivaron al público. Se mostró muy feliz por la convocatoria de Tajy; “ha sido un regalazo”, sintetizó. Los músicos se venían escuchando, halagando y siguiendo en redes sociales. “Pero necesitábamos el encuentro”, puntualizó. “Nuestro país es increíble pero al mismo tiempo es difícil federalizar las cuestiones artísticas. Ojalá que se sigan replicando acciones como esta. Dependerá de la gente que vino y que sigan haciendo traccionar  estos espacios. Nosotros nos sentimos increíbles acá. Veníamos sin expectativas porque un poco vivimos así. Venimos a encontrarnos. Había de por medio mucho like pero nos faltaba el encuentro”. 


— Hubo en este festival apertura a la escucha, al silencio, ¿lo suscribís?


— Nosotros vimos a la gente dispuesta y disponible a escuchar, eso es hermoso. Ahí recordamos que la música es un lenguaje que es común a todas y todos. La única forma de escuchar es parar. Darle lugar al deseo y parar. Habitar un lugar de escucha. Un lugar de incertidumbre también, porque hacía frío y podías quedarte en tu casa a mirar una serie. Sin embargo la gente vino a ver qué pasaba. Eso para nosotros es un regalo. Desde el momento uno, cuando comenzaron las charlas a las 17 y comenzó a llegar gente, nos dimos cuenta que iba a suceder algo diferente. Hasta el final se vivió algo hermoso. La gente sostuvo la atención durante tanto tiempo, y eso sucedió acá en Corrientes. Escuchar una canción entera, escuchar el silencio después de algunas palabras o escuchar una historia, esas cosas fueron hermosas. Nosotros teníamos ganas de compartir muchas canciones y vivimos un momento hermoso. La gente fue muy generosa absorbiendo lo que sucedía en el escenario. 



— Los veía en el escenario reírse, mirarse y hablar con algunos gestos de agua entre la calma y la correntada, ¿siempre es así el Dúo?




— El Dúo Bote es así. Trabajamos juntos hace más de doce años. Tuvimos que hacer en el medio algunos parates para desentendernos y entendernos nuevamente, para reconocernos. Estamos muy conectados y felices. Estamos además muy conscientes de lo que hacemos. Hacemos algo que nos conmueve. Nuestra tarea primera es conmovernos nosotros y después que suceda lo que tenga que suceder con eso. Para nosotros ha sido una felicidad estar acá y ojalá haya muchas ediciones de este festival. Esta vez fue un día pero ojalá la próxima sean tres y así sigan creciendo. Esto que sucedió acá fue un quiebre de la realidad y un punto a la fe.

Coqui Ortiz






Coqui Ortiz:  “La vida que nos sostiene es el arte”



¿Quién dice que hay que generar espacios para encontrarse? ¿Quién se va a encontrar en esos espacios? ¿Hay público para compartir la música que pasa por fuera de los grandes escenarios de la música? Son preguntas que de alguna manera sí se fueron respondiendo a lo largo del festival que comenzó a las 17 y terminó pasada la media noche. Coqui Ortiz se presentó junto al pianista Juan Mora.


En la charla con Coqui Ortiz, deslizó: “hay que diferenciar que estos espacios son necesarios. Al mismo tiempo tengo que decir que aquí hay mucho esfuerzo y está a la vista que no son cosas que tengan rédito económico. En principio no se hace bajo el concepto de una empresa, ojalá sea una empresa y ojalá la gente pueda ganar plata haciendo estas cosas pero no es lo que sucede. La música que tocamos acá no tiene mayor circulación. No suele ser tenida en cuenta ni por los grandes festivales ni por las políticas culturales. El mismo músico entonces en algún momento comienza a transformarse en un gestor y en un tejedor de puentes para que otros se expresen. Esto es lo que hizo Tajy y esto me parece una actitud maravillosa y es la que me invita a seguir adelante. 


— Tocaste ahí un aspecto ahí que tiene relación con lo económico, acá no vas a ver aumentada tu cuenta bancaria. Entonces, ¿dónde está la riqueza o qué te llevás como valor de estos encuentros?


— Para responderte voy a remitirme a quienes tengo como foro también en la vida. A las personas que hacen teatro, a los poetas, quienes muchas veces tienen que pagar sus propios libros porque nadie los quiere editar. Nos ha pasado a nosotros los músicos con nuestros propios discos. La gente de teatro que ensaya y ensaya para una obra, después la presenta y espera que la gente pague la entrada para ver su propuesta teatral. Acá hay un gran amor por lo que uno hace. Si se da la posibilidad de que con eso se pueda llevar algo a la mesa de su casa está bárbaro. Pero como dice el poeta Roberto Yacomuzzi, yo me gano la vida con canciones aunque el pan lo consiga de otro modo. La vida que nos sostiene es el arte.


— Juan, ¿cómo viviste este Festival?


— Para mí ha sido una emoción muy grande participar de este festival. Aquí en estos espacios concretos, pequeños, todo se construye en estos tiempos difíciles, aún cuando lo que tiene más repercusión o lo que importa para algunos sean los megas eventos. En realidad es en estos espacios que construyen desde la cercanía, del contacto de la palabra y del compartir con el otro, desde donde revivimos historias. Compartimos relatos para mantenerlos vivos. Nosotros al escuchar lo que han hecho nuestros antecesores podemos aprender de ellos y hacer nuestra propia música. Es importante estar acá - como dijo Coqui en un momento -, es importante para nosotros la confluencia de estilos; somos del Litoral donde escuchamos chamamé y rasguido doble, pero además tenemos canciones con un lenguaje más amplio y con ello armamos un mapa musical sin fronteras.

Juan Mora tocó junto a Coqui Ortiz.
En el cierre se sumaron todos los artistas al escenario

  





Trascendencia



Hubo mucha gente que colaboró para este festival, y a muchos se les agradeció al final, como Emilia Quintana en iluminación, Maru Richieri en diseño gráfico, Inés Silvero como coproductora, Ramiro Berentz y Leo Tabu en sonido, Marcela Pujol en escenografía e Ivanna Carballo en fotografía. Todo el festival fue autogestionado. No tuvieron aportes económicos para solventar el festival. Sí, comentaron, recibieron apoyo de mucha gente que desinteresadamente se acercó a colaborar, como La Felipa que acercó el cátering para los artistas. Varios periodistas, entre ellos Carlos Lezcano. Los organizadores también pusieron de relevancia el Espacio Mariño hoy como un faro para la cultura de Corrientes.


Belén Arriola - Tajy

Al respecto Víctor Piñeiro expresó que “hacer esto nos acercó a gente que queremos y que quiere lo mismo que nosotros. Lo que queremos es juntarnos y estar alrededor de la música. La música y el chamamé generan un entramado social. A veces la virtualidad hace que se pierdan los contactos reales, sin embargo este festival recuperó la sensación de estar y compartir un sonido con el otro”. En la misma sintonía Coqui Ortiz agregó, “La gente se maneja por vínculos y por emociones. Nos emocionan nuestros hijos, nuestra pareja, nuestros amigos, el arte. Sentimos emociones cuando algo sucede, la obra de arte provoca eso y la canción es un vehículo para generar estas cosas. A veces la música nos hace pensar, nos hace soñar, nos trae un recuerdo que ya no está o simplemente nos abraza el pecho. Por un rato las cosas están un poco mejor y eso nos sirve de compañía para la vida cotidiana. Todo lo que abonamos a esta cantera sentimos que estamos haciendo algo trascendente”.

Víctor Piñeiro

Alejandro Tato Ramírez



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