jueves, 2 de enero de 2025

Coqui Ortiz: “Cuando algo ingresa por el lado de la emoción es muy difícil olvidar”

 

Coqui Ortiz en Madre canción. Foto Nora Cano



Estamos en un nido, acovachados, rodeados de guitarras y libros, muchos libros, discos, cassette, vinilos. El equipo de música. La cocina al lado. Algunos cuadros vistiendo distintos espacios. El mate listo. La sonrisa urgente.

 

Por Paulo Ferreyra

Fotos Nora Cano

 

El 2024 Coqui Ortiz cerró el año con una presentación pletórica de buenas canciones y rodeado de amigos. Antes de que suenen sus acordes y de que su voz regara el ambiente de La Vaca Atada me recibió en su casa para charla de varios temas, entre ellos su proyecto más ambicioso, Madre canción.

 

 

— Me gustaría empezar por repesar parte de lo que nos dejó el último tiempo. Para ello me parece importante responder a la pregunta siempre viva, ¿el arte es una herramienta de transformación?

 

— En mi andar he trabajado en proyectos culturales o en contexto de encierro, estuve unos años en la U7 haciendo talleres de canciones. Estuve en muchos otros lugares, en comunidades pequeñas, en barrios, en escuela, siempre creo que el arte lleve un valor. El arte te lleva a pensar o reflexionar, pero sobre todo creo que el arte te lleva a sentir.

 

Hablo desde la canción, que es lugar que más conozco y desde el lugar donde más puedo hablar. Hace unos días mi hermana me manda una canción que es un relato de un hecho preciso. Nuestra madre envejece, se empieza a olvidar de las cosas, ¿qué hacemos en esos momentos cuando tenemos que acompañar a nuestros padres? Ellos nos criaron y ahora de algún modo tenemos que devolver ese gesto amoroso, de acompañarlos en un tramo de la vida que a veces se hace difícil.

Parte del encuentro de Madre Canción 2024. Foto Nora Cano

 

Estas cosas que podemos charlar y que puede quedan en un anécdota, están condensadas en una canción. Alguien le pone letra, acordes y canta. Hacen algo más que decir una canción. Le ponen poesía y te emociona. Cuando algo ingresa por el lado de la emociones es muy difícil que de olvidar. Hay cosas que han sucedido hace tantos años que uno las puede recordar porque aparece de nuevo esa emoción que te provoca la música. No sabemos dónde está, pero en algún lugar está.

 

El arte te conecta con las emociones - con un lugar. Creo que en los procesos individual y colectivo el arte tiene esa magia. En el caso de la música nos ayuda desde la historia, el pensamiento, hay canciones que nos dicen y nos enseñan tantas cosas, es una escuela. No hay quien no tenga una canción que le remita a la infancia o aun momento determinando de su vida. O que busque una canción en un momento determinado de su vida.

 

— En este marco vos compusiste muchas canciones y grabaste otras tantas, ¿hay algunas que las personas se te acerquen para hablarles de sus emociones con tus canciones?

 

— Si. Hay canciones que empiezan a tomar un rumbo propio. Me pasó cosas que es difícil de explicar. Por ejemplo, hay un tema mío que se llama Parece Pajarito, un tema instrumental. Sin embargo, hay mucha gente - no sé si porque a veces cuento la historia de cómo nació ese tema - pero ese tema los lleva a un lugar. Después con el tema Chamamé que se eleva, personas que son de la zona o que vivieron de algún modo ese aire donde aparecen una sucesión de fotografías, organizadas dentro de una canción, muchas veces digo que más que un chamamé es un homenaje a esa música que flota en el aire de la región.

Músicos y referentes culturales en Madre Canción. Foto Nora Cano

 

Hay cosas que pasaron con determinadas canciones que me producen emociones muy hondas y que no podría reunir las palabras para expresar lo que eso significó para mí.

 

Viene a mi memoria, otro ejemplo, una familia me contó que programaron un parto en la casa, ambientaron ese momento de sus vidas con canciones mías. Eso me produjo un vértigo, un compromiso y algo profundo se movió en mí interior. Eso es la canción. Otra instancia es de una persona que no conocí, pero que en un momento me llegó la historia. Era una persona que en sus últimos días quería escuchar una canción mía. Todas estas cosas las guardo en mi interior.

 

Al mismo tiempo son consciente que alguien - o el noventa por ciento de quien va a leer esta nota no sapa quién soy - y entonces uno se pone a pensar las cosas que deben pasar con otros artistas que tienen mayor trascendencia.

 

— ¿A vos te pasó? ¿Con qué artistas?

 

— A mí también me pasaron cosas cuando aprendí a tocar la guitarra. En ese momento me maravillaban canciones de Julián Zini, Silvio Rodríguez, entre otros, ellos no tienen idea del impacto que han producido en mí para que yo haga de esto mi oficio o para que sienta todo lo que sentí en ese momento. Hoy veinte o treinta años después vuelvo a tomar la guitarra y aparece toda esa emoción.

 

— Cambiando un poco de campo, ¿hay que dividir el oficio del amor que tenemos por lo que hacemos?

 

— Sucede que a veces el oficio es ingrato. A veces el oficio no nos da para comer, no nos alcanza para llegar a fin de mes, eso es muy común en el arte. Estoy en el tren de los músicos que no nos toca transitar el camino de la fama, del éxito y del dinero, son valores que no hay que confundir. Puede ser que no se me de pero como dijo un poeta, Diego Maradona, la pelota no se mancha. En este caso la poesía y la canción, conservemos el lugar preciado que tenemos con el juego, hacer lo que nos gusta y hacer lo que nos da placer. La música y la poesía nos van a devolver más de lo que nosotros damos.

 

— Dentro de esta tónica en el 2024 se realizó el encuentro de Madre canción, ¿Qué te dejó?

 

— Fue algo muy lindo porque Madre canción nace de un espacio que construimos y se expandió más allá de lo pensado. Es una propuesta a contramano de esta cuestión de aprovechar el tiempo, porque acá justamente la invitación es para quienes tienen tiempo para perder. En Madre canción no hay un principio o un final. Los encuentros a veces duraban tres horas y a veces mucho más, hablábamos de filosofía y de otros temas.

Caye Gauna, uno de los tantos músicos presentes. Foto Nora Cano

 

Hacer canciones no es algo que se aprenda yendo a un taller de música o a un taller literario. La canción se escribe con el pensamiento, con la historia, con la reflexión y con las cosas que suceden en la vida cotidiana, ¿estas cosas quién nos enseña? En principio se puede aprender leyendo otras cosas, no solamente escuchando música o leyendo poesía, hay que escuchar a los grandes pensadores y difusores. Después de todo eso decimos algo, ¿qué decimos? Estas reflexiones las planteamos en los encuentros donde estuvieron Jorge Fandermole, Carlos Negro Aguirre, Bocha Sheridan, Liliana Herrero, Topo Zubieta, Patricio Hermosilla, Lucas Monzón, entre tantos otros y otras.

 

En Madre canción nos juntamos hacer cosas que suceden por fuera del escenario. Conversamos y hablamos de por qué cantamos o hacemos lo que hacemos. Esto es un modo de hacer escuela, sucedió en la Bienal donde están los escultores trabajando en medio de la gente. Fue una experiencia maravillosa y vamos a seguir con este proyecto. Hay varias cosas que nos gustaría hacer en esa misma sintonía para este 2025.

 

 

Tejedor de puentes

 

“La música que tocamos acá no tiene mayor circulación. No suele ser tenida en cuenta ni por los grandes festivales ni por las políticas culturales. El mismo músico entonces en algún momento comienza a transformarse en un gestor y en un tejedor de puentes para que otros se expresen”, así había dicho en una oportunidad Coqui Ortiz. Estas palabras de “tejedor de puentes” tienen vida y sentido en Madre canción.

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