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Matías Arriazu |
El músico y compositor habla en esta charla sobre el lugar que ocupa en su vida la música. Hablamos del juego, de la importancia del lenguaje musical y sus búsquedas. También abordamos el valor que le asigna a la amistad.
Sigo creciendo
bajo el sol, ahora entre cielos estrechos y edificios altos. Matias Arriazu ya
se aquerenció en Buenos Aires. La vida va tirando, me dice como excusándose.
Sucede que allá estudió armonía y muchas otras cosas. En el medio vivió unos
años en Rio de Janeiro. Ahora ya no solo le gusta Buenos Aires sino que también
aprendió a quererla.
Matías es
guitarrista y compositor, arreglador, ejecuta la guitarra de ocho cuerdas. Se
pueden escuchar de él los discos Peteî po,
Caçador de infancia y De dos argentinos.
Estábamos aún en
plena pandemia hace unos años atrás. Matías junto a su hija Aitana viralizaron
un par de videos haciendo cosas juntos. En aquel momento la niña tenía siete
años. Ahora tiene once y Matías cuenta que siguen haciendo cosas juntos.
Recuerdo un tema puntual de las cosas que hicieron juntos, Zamba para no morir. “Aitana tiene una afinación natural. Es como
si hubiera estudiado en algún lado pero todo es natural. Hacíamos aquellos
videos jugando, creo que a veces perdemos la posibilidad de conectar con el
juego pero si lo buscamos el juego está ahí, quizás con los brazos abiertos”,
deslizó y ahí surgió el punto exacto para comenzar esta entrevista.
— Si nos remontamos a tus
comienzos vos también empezaste con la guitarra jugando, ¿Cómo es tu relación
con la guitarra ahora que hiciste de esto tu profesión?
— Ese título, profesión, no lo pienso y no me veo desde ese lugar. No puedo pensar de esa forma mi relación con el instrumento. Me cuesta pensarlo de esa manera. Creo que si tengo una obsesión con la guitarra.
Muchos tenemos
cierto tipo de neurosis u obsesión. El punto está donde volcamos esas cosas,
dónde podemos o donde queremos poner esa neurosis u obsesión. En mi caso está
toda pueda en la música. A mí me mueve la música y todo lo vuelco en la música.
Después de mucho
meditar puedo decir que sigo jugando. Soy un obsesivo del juego con la guitarra
y quiero que cada vez me salga mejor. Me gusta tocar, más allá de los
escenarios o de que pueda verse como mi profesión, a mí me gusta jugar con la
guitarra.
Tengo un amigo
brasilero, Bebê Kramer, un acordeonista muy bueno. Estábamos juntos un día y él
me dice – Olha o brinquedo que eu peguei. Era una escala, un compás o una
composición nueva que había encontrado jugando. Fue como si me dijera — mirá el
juguete que encontré.
— Hay un seducción ahí con el instrumento, una
atracción, ¿qué te seduce de la guitarra?
— Las guitarras en mi casa están esparcidas por diferentes espacios. Están esparcidas y es bueno porque por donde vas está a mano para que la tomes y puedas tocar. A mí me seducen son los sonidos, la música. A veces tengo un pensamiento o una imaginación y eso me lleva al instrumento. También hay algo del ejercicio, del contacto físico con el instrumento y la necesidad de deslizar mis dedos entre las cuerdas.
— En un entorno donde hay tanto ruido tu música
nos lleva a un universo donde no hay espacio para las palabras. El viaje es con
el sonido, ¿esa es tu búsqueda?
— Sucede que el
lenguaje musical traduce sentimientos. Creo que la música es más parecida al
sentimiento que el propio lenguaje hablado. Quizás la música traduce mejor
algunas cosas. A veces alguien te puede decir — Te amo. Este es un sentimiento
que ponemos en palabras pero quizás sea la música quien pueda traducir mejor
ese sentimiento.
Siento esto más
allá de mí, hablando de la música, el lugar que ocupa la música en nosotros y
nos toca de ciertas formas. Son muy interesante las cosas que suceden. Somos
almas sensibles. El lenguaje de la
música es el más potente y el más complejo al mismo tiempo. Trabajamos con el
alma.
— Vuelvo sobre la pregunta pero de otra manera, ¿tu
búsqueda entonces es traducir los sentimientos a través de la música?
— Desde muy chico
yo escuché de todo, escuché mucha música. Mi viejo era muy eclíptico. Desde los
nueve o diez años escuchaba de todo, folclore tradicional, tango, bossa nova,
música clásica, era muy divertido eso de escuchar todo el tiempo cosas nuevas.
Además en ese escuchar descubrir cosas nuevas fue una cachetada tremenda. Todo
eso después de muchos años sale en lo que hago de la forma que se le canta o
que quiere. No hay un orden. No puedo decir voy a componer una chacarera, no
funciona así. Entiendo que vengo del folclore, esa es raíz que tengo muy
fuerte, mi familia es de Tucumán, estas cosas que me acompañan desde chicos y
están vivas conmigo. La música me sale sin plantearme en un género y los
sentimientos no tienen género.
— La música es la madre de todo
— Claro, acá estamos hablando entre preguntas y respuestas con palabras. Mi lugar en la vida y lo que me interesa a mí es que hable la música. Cuando compongo me llega una idea y esa idea se hace cuerpo con la música. La cabeza es el lugar más libre que tenemos, más que el instrumento. En la guitarra conozco los lugares por donde ir y algunos espacios los tengo ensayado. Pero cuando trabajo las ideas la cabeza me lleva por lugares impensados, no hay gps y los lugares son amplísimos.
— En los últimos meses te vimos con trío nuevo. Del
disco Peteí Po a la sonoridad de este trío con el que estás tocando ahora hay
una continuidad o una sonoridad que puede leerse en una línea de tiempo.
— Si, puede ser.
Pero acá está la personalidad de cada uno. Este trío nació de una juntada. No
es mí trio. Es un trío de los tres. Antes tenía mi trio con Mariano Tiki
Cantero y Flavio Romero, un contrabajista extraordinario. Flavio se enfermó. Como
tenía un par de fechas para presentarnos el Tiki me presentó a Federico
Arreseygor. Probamos, hicimos mi música porque tenía esas fechas pactadas para presentarme.
Después de eso empezó a pintar una buena onda entre los tres. Un día Fede trajo
un tema y ahí lo trabajamos. En marzo haremos una gira por el sur. Estamos muy
contentos con lo que sucede con la música que hacemos. Es un trío de los tres.
La amistad
“La amistad es un
lugar para encontrarse”, vamos terminando la charla con Matías Arriazu y surgió
hablar de la amistad. Sin dudas algo que dentro del universo de los músicos
atraviesa esa forma colectiva de hacer música. Matías sonríe, además de la
música creo que la sonrisa es su otra forma de habitar el mundo. Hace un gesto
y su rostro es como si encendiera una luz blanca, brillante y de sol.
“Creo que la
amistad es la mejor forma de vínculo que existe. Es posterior a todo. La
amistad es un lugar para encontrarse. Es un lugar para mirarse. Borges decía
que a un amigo no podes verlo durante mucho tiempo pero lo encontrás y la
amistad está ahí, fresca y viva. En el amor de pareja eso no puede pasar. Para
mí la amistad es la superación de todos los vínculos”.
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