Días atrás se inauguró la muestra Entrelazos de María Florencia Raffin, Virginia Schauvinhold y Yamel Yaya. La apertura se realizó en la galería El Vivero, la puerta del arte en el Espacio Mariño de la ciudad de Corrientes. “Hubo mucha apertura de cada una de nosotras. Hacer algo colectivo en este tiempo es genial, nos permite tener y estar en contacto con la otra”, destacó una de las artistas.
Por
Paulo Ferreyra
El calor aún se hacía sentir en la noche
correntina. El público recorrió la sala, se turnaba para entrar y salir
prendados por los colores, las formas y las preguntas que despertaban estas
obras. El artista Leonard Bernstein justamente decía, “una obra de arte no
responde preguntas, las provoca. Y su significado esencial está en la tensión
entre respuestas contradictorias”.
Además de lanzar preguntas, hay obras en esta muestra que generan inquietud. Algunas de ellas son como abertura que se abren en medio de la selva, un monte hecho de puertas y ventanas. El misterio está abierto, el instante, la eternidad y el tiempo se ensanchan en cada imagen. El calor y los enigmas surcan el ambiente en el sonido que llega de una chicharra y las luces blancas.
Cadáver exquisito
Juan Yuste describió que el cadáver exquisito era
el juego de los surrealistas para explorar el inconsciente. En ese sentido hay
quien postula que la historia de la literatura no es más que una reelaboración
continua de dos o tres temas fundamentales. Por ejemplo, para Juan Rulfo esos
temas son el amor, la vida y la muerte. En esta muestra, María Florencia
Raffin, Virginia Schauvinhold y Yamel Yaya, hicieron su propio cadáver
exquisito y su tema transversal es la naturaleza.
Virginia: “Disfrutar de un proceso colectivo”
Virginia Schauvinhold vive en Virasoro. Trabaja en
la realización de murales, cuadros, ilustraciones de libros y otros materiales,
restauraciones de muebles y objetos. Sobre el proceso creativo comentó que
empezaron haciendo circular tres o cuatro obras. Les llegaba a sus casas las
obras para intervenir sin ninguna consigna. Mientras habla Virginia sonríe,
piensa un segunda y antes de continuar recuerda, “no nos pusimos ningún factor
limitante. De hecho, la única consigna si se quiere era disfrutar el proceso.
Sin pensar dónde eso nos podía llevar ni en el resultado final que podríamos tomar
en el final del viaje”.
Los temas en común entre estas artistas son la
cuestión orgánica y la naturaleza. Virginia está más cerca al rubro de los muralistas,
conoce ese entorno, sin embargo a Mel y a María las conoció en ArteCo. El año
pasado hicieron una primera video llamada y ahí fue fluyendo sus artes.
Colectivo. Virginia comenta que no se veía en ese plano
del trabajo colectivo. Pero desde el comienzo se permitió disfrutar de la
creación. Incluso en la última semana realizaron una obra grande entre las
tres. “Me pasa coincidir con otros artistas en algún trabajo pero no crear en
conjunto. No sabía la potencialidad que esto tiene y sostener un proyecto así
es muy gratificante. Se borra un poco el ego. Hacer este trabajo es lo
contrario al ego. A veces pasa cuando una obra es mía me cuesta defenderle en
algún punto, le cuestiono cosas. Ahora estas obras las defiendo porque tienen
para mí afecto muy grande, me conecta con mi niña interior”.
Las obras que están expuestas en El Vivero están a la venta, al respecto Virginia sostiene que cuando la obra viaja es su mejor destino. “La obra nace cuando sale del taller. Porque la obra necesita la mirada del otro, ese otro que le dará su significado o que encuentra su significado. Es el otro quien resignifica la obra del artista”.
Mel: “Quiero seguir profundizando la
naturaleza”
Yamel Yaya vino de Misiones y hace tiempo vive en Corrientes. Trabaja con acuarelas, tintas y collage de forma autodidacta y con entusiasmo explorador. Comentó que aquí se dejó de lado lo individual para construir arte de forma colectiva. “Nos conectamos entre personas y nos dejamos sorprender ante las obras. Saber que lo que hago estará intervenido y ceder ante la intervención de la compañera es algo muy bueno. Desde el inicio del proyecto no sabíamos si se iba a complementar nuestras miradas. Pero queríamos probar y nos lanzamos a probar. En el proceso de trabajo fuimos entendiendo que nuestras miradas se complementaban”, explicó.
La confianza ciega. Este proceso de trabajo se fue
haciendo de pasos que iban de casa en casa. Cada artista recibía una obra que
había sido empezada por su compañera. “Teníamos ansiedad de que nos llegue la
obra. Fue muy grato recibir cada obra en mi casa. A veces sentía que no podía
intervenir. Observaba la obra y percibía que ya estaba terminada. Pero luego
venía la idea para poder agregar mi granito de arena a la obra y entonces podía
seguir el juego”, agregó.
— ¿Qué es necesario para trabajar de esta forma colectiva?
— Nosotras tuvimos mucha apertura. Hacer algo
colectivo en este tiempo es genial, nos permitió abrirnos a las experiencias,
nos acercó con el otro y a la posibilidad de jugar. No trabajamos solas sino
con la obra de otra persona, con la mirada y la visión de otra persona. Así
también surgieron nuevos diálogos, nos miramos en esta construcción. Siempre
existieron grupos colectivos, retomar esa conexión de persona a persona es muy
lindo. Para mí ha sido un tiempo de construcción muy feliz.
—
En lo personal, ¿qué pasó con tu obra?
— En mi caso mis obras siempre están atravesadas por la naturaleza. Ver eso reflejado desde otras miradas y cómo se complementaba me reafirma en mi camino. Quiero seguir profundizando y a la vez explorando la naturaleza. Ahora quizás desde otras técnicas o intervenciones. Me dieron muchas ganas de seguir jugando con el arte.
María: “Trabajo mucho con mis emociones”
María Florencia Raffin es de Corrientes, abogada de
profesión. En la pandemia exploró su lado artístico aprendiendo diferentes
técnicas como papel calado con la artista Dalia Katz. También probó con el
teñido con tintes naturales en Ecoliguen. Trabaja con papel calado, explorando
y generando formas orgánicas y naturales.
Junto a Mel realizaron el montaje de la muestra. Al respecto describió su sensación ante esa tarea, “tuvimos dos días de montaje y en ese tiempo admiraba el resultado que tuvimos en nuestros trabajos. Fue un proceso hermoso que comenzó en el mes de julio del 2024. Para mí ha sido una experiencia enriquecedora. Es el primer proyecto colectivo en el que participo como artista y aprendí un montón. Hicimos algo colectivo y disfrutamos del proceso de crear juntas”.
— ¿Cómo era eso de recibir una obra para intervenir en tu casa?
— Cuando llegaba la obra de mis compañeras pensaba,
qué puedo hacer o qué puedo aportar, qué me inspiraba la obra. En ocasiones
tenía la sensación de que no podía avanzar mucho porque tenía que dar espacio a
otra intervención. Si te dejabas llevar querías abrazar la obra por completo.
Lo que me gusta del trabajo final es que siendo tan
distintas y teniendo técnicas, estilos y formas de ver las cosas pudimos
construir algo en armonía. Se logró entrelazar nuestras técnicas y nuestras
formas de ver el arte en una obra. Estoy fascinada con el resultado.
— La naturaleza está penetrando hondo en todo.
— La naturaleza atraviesa la obra de las tres. En
la primera video llamada que hicimos nos contamos qué nos movía o qué nos
motiva dentro del arte. En mi caso trabajo mucho con mis emociones. El arte para
mí es terapia. Por lo general cuando voy fluyendo con el papel voy calando hojas,
naturaleza, armo vegetación, así también fue Mel y Virginia. Ahí quedó plasmado
que a las tres nos mueve la naturaleza, sobre todo nuestro entorno de provincia
o del litoral argentino. Eso es maravilloso.
Viaje en colores
Hay una figura con la mirada alta, el pelo enrevesado y alrededor cantan las hojas. Las obras construidas por María Florencia Raffin, Virginia Schauvinhold y Yamel Yaya son un auténtico viaje. En el decir poético de John Keats, / “No muere la poesía de la tierra jamás; / cuando todas las aves desmayan de calor / ocultándose en frescos ramajes, una voz / corre de seto en seto”: Las obras de las artistas son pulsos que nos invitan a viajar en colores.
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